07/02/2025

MCM Mt 17, 22-27

AGRADECER LA DEUDA SALDADA

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 58)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 17, 22-27

Lo van a matar, pero al tercer día va a resucitar. Los hijos están exentos de impuestos

              

«Hijos míos: cuando me miran yo los miro. Cuando me ven, los veo yo. Pero cuando no me miran, yo los miro; y cuando no me ven, también los veo yo. Pero me gusta más mirarlos cuando me miran, y ver su pequeñez cuando voltean al cielo y me ven, no solo con sus ojos, sino con todos sus sentidos: con sus ojos, con sus oídos, con el tacto, con el gusto, con el olfato.

Yo soy la mujer que creyó y dijo sí, para darle al mundo la alegría de recibir el pan de la vida. Desde la cruz Él me ha mirado. He sufrido su dolor y el mío. He visto a los hombres humillar a Dios, y por eso sufre su Corazón y el mío. Pero miren cómo Él no ha querido ahorrarse ningún sufrimiento. Él ha querido ser igual en todo como los hombres y, aunque nunca cometió pecado, asumiéndolo todo Él mismo se hizo pecado, para ser destruido y darle a su Padre un mundo renovado.

Cuando Él, como lo prometió, se presentó resucitado a los suyos y los miró, ellos lo miraron y vieron a Jesucristo hombre y Dios, vivo, resucitado. El mismo Cristo, que en la Eucaristía se ha quedado y que puede ser visto, tocado, degustado. Con su aroma de santidad el mundo se ha deleitado y, si no fuera suficiente, todo el que ha querido lo ha comido y le ha gustado. Qué milagro más grande puede haber que el mismo Hijo de Dios, creador de Cielos y tierra, de todo lo visible y lo invisible, se haya humillado sin deber nada.

Por ustedes, por la humanidad entera, con su vida ha pagado, porque sabía que la ofensa al Padre era tan grande que no bastaba una moneda. Pero les aseguro hijos, que una sola gota de su sangre hubiera bastado para pagar por la humanidad entera y por todos sus pecados. Sin embargo, Él quiso ser en todo igual como los hombres, y vivir de modo ordinario, sin distinciones.

El Rey de reyes, y Señor de señores no codició ser igual a Dios. Cuando debió pagar quiso entregar todo lo que tenía y, amando hasta el extremo, entregó toda su humanidad. Pero, siendo una sola persona divina, debía entregar al mismo tiempo su divinidad, para así mismo resucitar, totalmente hombre, totalmente Dios, para llevar a todos los hombres, como hijos, a la gloria de su Padre, y ya ninguno tuviera deudas que pagar.

Mediten bien estas palabras para que vivan esta unidad de vida. Vida humana, de forma ordinaria, pero también vida divina con visión sobrenatural, sabiendo que Cristo resucitado y su Madre los miran y se alegran cuando elevan los ojos al cielo y los ven, con el alma llena de deseos de agradecer, cuando se dan cuenta de lo que Dios ha hecho por ustedes.

Yo les doy este tesoro de mi corazón: mi valentía, para gritar al mundo “Cristo está vivo”, y así defender su fe, obrando el bien, cumpliendo en medio del mundo con su deber».