05/02/2025

MCM Mt 5, 33-37

DECIR SÍ A LA VOLUNTAD DE DIOS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 87)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 5, 33-37 

Les digo que no juren ni por el cielo ni por la tierra.

 

«Hijos míos: Yo los amo en el “sí” que a Dios le di. Y los amo en el “no” que al mundo le di, cuando fui desposada con el Espíritu Santo y la verdad fue engendrada en mí. Yo no juré nada, yo solo dije “sí, hágase en mí según tu palabra”, y la divina voluntad de Dios se hizo en mí, para dar vida al que es la Vida y Luz de los hombres. 

El que jura asegura. Y esa es la manifestación de la soberbia. Nada sucede sin que Dios lo permita. El único omnisciente es Él. El hombre nada puede sin Él.

El que pone sus seguridades en el mundo engaña y se engaña a sí mismo.

El que jura comete el pecado de Adán, creyéndose igual a Dios: dueño, amo y señor.

El que pone sus seguridades en Dios vive en la alegría de cumplir su voluntad, dejándose llevar con docilidad por las inspiraciones del Espíritu, aceptando que Dios siempre sabe más, y hará para él lo que más conviene, porque lo ama.

El que dice “sí” cuando es “sí”, y “no” cuando es “no”, sabe discernir; todo lo pone en oración antes de decidir; y con prudencia y con paciencia espera y acepta, viviendo en congruencia con su fe.

Jesús es tan sencillo, como sencillas son sus enseñanzas. Simplemente hay que decir “sí” a todo lo que los acerque a Dios, en cualquier circunstancia, en cualquier momento, con fe, con amor y con esperanza. Y decir “no” a todo lo que los aleja de Dios, de su amor, de sus mandamientos, de su Palabra, de su ley, y su conciencia les demanda pedir perdón a Dios.

La diferencia entre hacer el bien y hacer el mal es su paz interior. El que hace la voluntad de Dios, en cualquier circunstancia, en cualquier momento, conserva la paz de su corazón.

El demonio es astuto, y los tienta haciéndoles creer que pueden jurar y cumplir lo que prometen, con sus propias fuerzas. Entonces los compromete y se llenan de soberbia, pretendiendo conquistar el mundo por su propia cuenta, y caen, y se frustran, y se entregan a la tristeza, alejándose de Dios, el único que cumple sus promesas por sí mismo.

Yo intercedo por ustedes, para que el Espíritu Santo les dé la gracia y el don del buen discernimiento, para que digan “sí” cuando deben decir “sí”, y digan “no” a todo lo que ofende a Dios. Perseveren y defiendan con firmeza sus compromisos ante Dios, sabiendo que ustedes solos no pueden, pero el Señor les dice “yo te ayudo”, y solo Dios basta».