05/02/2025

MCM Mt 6, 1-6. 16-18

REMAR MAR ADENTRO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 93)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 6, 1-6. 16-18 

Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

 

«Hijos míos: Imítenme, y tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean, sino obren con misericordia. Oren en silencio, en su habitación, con la puerta cerrada, y dirijan al Sagrado Corazón de Jesús su mirada. Él les enseña a subir al monte alto de la oración con Él, a permanecer en vela, y a remar mar adentro, para tener un dulce encuentro con Él. 

Mírenlo y dejen que Él los mire. Háblenle, y dejen que Él les hable. Escuchen su voz, enriqueciendo sus almas con su Palabra, alimentando de amor sus corazones. Hagan sacrificios y obras de misericordia en su vida ordinaria, ofreciendo todo a Dios para la salvación de las almas. Entonces el Padre que está en el Cielo, y está en lo secreto, y ve en lo secreto, se los recompensará.

No recen en las plazas en voz alta con la intención de llamar la atención para que los vean. Recen con devoción, desde el corazón, sintiendo y mostrándole al Señor cuánto lo aman, buscando agradar solo a Dios, y no a los hombres; aceptando la recompensa de Dios, y no la de los hombres, haciendo solo la voluntad de Dios y no la de los hombres.

Procuren momentos de soledad para acudir a la oración. Respeten su intimidad con Cristo, acudan a Él, no lo dejen solo. Los está esperando, para poseerlos, para hacerlos suyos, para llenarlos de su gracia y de su don, para iluminarlos con la luz del Espíritu Santo, en soledad, con la puerta cerrada, para que no haya para ustedes distracción, porque Él en ustedes tiene puesta toda su atención.

Adoren al Hijo de Dios, y aprendan de Él, que permanece oculto, humillando su grandeza bajo las apariencias del vino y del pan, y aliméntense con la riqueza de ese don espiritual, que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Perseveren en la fe, en la esperanza y en el amor, entregándose en cada palabra, en cada oración, en cada encuentro con el Señor, en la intimidad del corazón, en el silencio y en la disposición a la unión entre la criatura y su creador. Y exulten de gozo al saberse amados por el Hijo de Dios, porque la intimidad es solo de dos».