PEDIR COMO JESÚS NOS ENSEÑÓ
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 7)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 6, 7-15
Ustedes oren así.
«Hijos míos: la misericordia de Dios es infinita. Su gracia es infinita. Le gusta, le halaga, le causa satisfacción y alegría que le pidan; no con la exigencia de la soberbia, ni con egoísmo; no con miedo ni con el fin de satisfacerse uno mismo; no con palabras vacías pronunciadas con prisa. Lo que le gusta es que le pidan como le pide un niño, con confianza, con esperanza, con fe y con amor, sabiendo con seguridad que los escucha, porque Él es Dios todopoderoso, omnipresente y omnisciente.
Y cuánto más no escuchará y atenderá a los que le piden como Jesús les enseñó, porque en esa oración manifiestan que creen en el Hijo de Dios. El que cree en que Cristo es el Hijo de Dios se salvará, y el que se salva es santo.
Pues bien, el Padre escucha y atiende con beneplácito y predilección las oraciones de los santos. Santo es aquel que está unido al único santo: Cristo vivo. Y, aun así, si un pecador suplicara a Dios, arrepentido, y pidiera perdón, convirtiendo su corazón, debería sentirse especialmente agradecido, complacido, por haber sido escuchado y atendido, porque toda gracia viene de Dios y, siendo causa de su alegría el que le pida, cuánto más por él no haría, si más alegría hay en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan hacer penitencia.
Pidan, hijos, pidan, porque al que pida se le dará. Pidan con la oración que proviene de un corazón con pureza de intención. Que no sean palabrerías, sino entrega de vida; que no sea cumplimiento del deber, sino entrega de amor. Oración que no sea de un momento, sino constante ofrecimiento, que no solo moje la tierra, sino que la empape, para que la fecunde y la haga germinar.
Oren a Dios reconociéndose hijos, reconociéndolo Padre, santificando su nombre, amándolo por sobre todas las cosas, participando con Cristo en la construcción de su Reino.
Oren pidiendo, esperando su divina providencia, aceptando que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo, pidiendo el alimento, que es pan vivo bajado del Cielo para la vida eterna, reconociéndose pecadores arrepentidos y dispuestos a perdonar al prójimo, porque lo aman como a ustedes mismos.
Oren a Dios pidiendo la gracia de mantenerse en el cumplimiento de su palabra, para no caer en la tentación, invocando su nombre y su protección, para que los libre del mal que los aprisiona y que los ata, que los destruye y los conduce a la muerte.
Oren a Dios con pureza de intención, entregando en esta oración su alma con fe, con esperanza y con caridad.
Oren al Padre para que, por los méritos del Hijo, y por la gracia del Espíritu Santo, limpie, remueva, labre, abone, fertilice y riegue la tierra reseca y árida de sus corazones.
Oren al Padre con todo su corazón, y yo les daré una lluvia de gracias en abundancia para ustedes y para el mundo entero».