PERDONAR PARA SER PERDONADOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 100)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 7, 1-5
Sácate primero la viga que tienes en el ojo.
«Hijos míos: yo les doy este tesoro de mi corazón: mi tolerancia, para que sufran con paciencia los errores de los demás, y para que los corrijan con caridad y misericordia. Vean primero la viga de su propio ojo y sean misericordiosos con el que se equivoca.
Permanezcan al pie de la cruz de Cristo, siguiendo el ejemplo de un hombre y una mujer, el discípulo amado y la Madre de Dios, que, siguiendo el ejemplo de Él, resistieron con firmeza en la fe, en la esperanza y en el amor, con la mirada en el cielo y los pies en la tierra, contemplando el corazón abierto y expuesto, que derramaba la misericordia al mundo entero.
Yo soy Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Yo he venido a darles mi auxilio para conducir a ustedes, mis hijos, la misericordia derramada del Sagrado Corazón de mi Hijo, antes de que venga Él con su justicia. Porque no la han sabido recibir, pero la misericordia de Dios es infinita, y ha de alcanzarlos a todos. Para eso estoy yo aquí que soy su Madre, para ayudarlos, para acompañarlos, para que, con humildad, reconozcan en ustedes su pequeñez y su debilidad, pero la grandeza y la fortaleza de Cristo.
Hijitos: Jesús les dice que sean misericordiosos como el Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados, perdonen y serán perdonados, porque con la misma medida con que midan serán medidos. Oren al Padre, como Jesús les enseñó, y pidan perdón por sus pecados y por los pecados de los que los juzgan, persiguen, calumnian, difaman, a ustedes. Pidan para ellos compasión y misericordia. Y pidan para ustedes al Señor un corazón generoso y humilde, contrito y humillado que Él no desprecia; que sea fortalecido, para que pueda resistir; que sepa tolerar y no caiga en la tentación; que ame a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo; un corazón que perdone, para que también sea perdonado».