PRACTICAR LA REGLA DE ORO DE LA CARIDAD
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 101)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 7, 6.12-14
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes.
«Hijos míos: sean compasivos y misericordiosos, como el Padre que está en el Cielo es compasivo y misericordioso. Sean perfectos, como el Padre que está en el Cielo es perfecto. Sean justos, porque en la misma medida que midan serán medidos. Traten a los demás como quieran que ellos los traten a ustedes. Hagan el bien y perdonen el mal. Promuevan el bien y rechacen el mal.
Ustedes han oído decir: ojo por ojo, y diente por diente. Que no sea así entre ustedes. Perdonen, para que ustedes también sean perdonados. Pero no perdonen por obligación, perdonen de corazón a su hermano. Tengan compasión y misericordia con los que los ofenden, con los que se arrepienten, con los que les piden perdón, porque justo solo hay uno: Jesucristo, el Señor. Y, sin embargo, Él no ha venido a traer su justicia, sino su misericordia. Y les ha dado ejemplo, para que vayan y hagan ustedes lo mismo.
Agradezcan y perseveren en las pruebas que, aunque parezcan amargas, darán frutos tan dulces como la miel. Sean sencillos y humildes, y no se distraigan, porque el demonio anda como león rugiente, rondando la puerta de sus corazones, buscando a quién devorar. Resistan firmes en la fe, soportando sus sufrimientos.
Perseveren en su misión, trabajando para construir el Reino de Dios en la tierra. Manténganse firmes en el temor de Dios, esforzándose por no ofenderlo. Entren por la puerta angosta, que es la puerta de la misericordia. Trátense entre ustedes con misericordia y generosidad en el servicio, atendiendo a los demás.
Generosidad para amar y para obrar, haciendo llegar a mis hijos más necesitados la misericordia infinita del corazón generoso de Cristo, por quien entrego a todos mis hijos mi corazón generoso de madre, con todos mis tesoros.
Yo intercedo por ustedes ante mi Hijo, para que los llene de su misericordia y de su compasión, porque, aunque nada merecen, Él ya ha ganado para ustedes el perdón. Entren por la puerta angosta, que es de cruz, a través de las obras de misericordia, que son actos de amor, para reparar el daño causado por los actos de desamor, ocasionados por caer en la tentación y en el pecado, pero que el perdón de Dios deja olvidado en el pasado, para que encuentren en Cristo la vida, porque Él es la Misericordia misma».