VER Y OÍR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 34)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 13, 10-17
A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos; pero a ellos no.
«Hijos míos: yo soy Reina de la paz y Madre de misericordia. Quiero que me reciba cada uno con la misma alegría de un niño que está perdido y encuentra a su madre. Yo les brindo esperanza y alivio a los que piden auxilio porque no ven y no oyen, y les doy este tesoro de mi corazón: mi compasión.
Dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Tengan compasión y bondad con los que están perdidos. Escuchen a los que piden auxilio, y llévenlos al encuentro de mi Hijo Jesús.
Compartan los mismos sentimientos que yo, que son los mismos sentimientos de Cristo, y permanezcan conmigo al pie de la cruz, para acompañarme y reparar con su amor y sus obras las heridas de su Sagrado Corazón.
Agradezcan que tienen ojos y ven, y que tienen oídos y oyen, pero ¿de qué sirve poder ver y poder oír, si no quieren entender, porque no se quieren convertir? ¿De qué sirve escuchar la palabra del Señor, si no la aplican en su vida? ¿De qué sirve la fe si no la ponen en obras?
Jesús les habla claro para que entiendan, pero de ustedes se requiere disposición y voluntad para ver y escuchar lo que a veces no quieren entender, porque no les conviene, porque expone su comodidad, y los compromete con responsabilidad.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Que estas palabras queden grabadas en sus corazones, y amen al prójimo como a ustedes mismos, porque es así como Jesús perfeccionó la ley, cuando vino al mundo y vio que los que tenían ojos no querían ver, y los que tenían oídos no querían oír, ni entender.
Hijitos, es tiempo de compasión, es tiempo de conversión, es tiempo de misericordia.
Extiendan sus brazos y abran su corazón, con la disposición de recibir los dones y gracias que el Señor tiene para ustedes. Él les ha dado mucho. Y, porque tienen les dará más, y nadarán en la abundancia transformante de la gracia.
¡Dichosos sean, hijos míos!».