PERMANECER EN LA BARCA SIN MIEDO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 50)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 14, 22-36
¡Ánimo! Soy yo; no teman.
«Hijos míos: yo soy Madre de Cristo, soy Madre de la Iglesia. A pesar de los fuertes vientos, de los temblores y la tribulación, la Iglesia se mantendrá firme y nunca será destruida. No teman, es Cristo quien sostiene a la Iglesia y, a pesar de los fuertes vientos, el Hades no prevalecerá sobre ella, porque el demonio no tiene sobre el Señor ningún poder. Permanezcan unidos al Papa, unidos a mí, para que permanezcan en la seguridad, que es Cristo.
Algunos de ustedes tienen miedo, porque, aunque están en una barca fuerte, no se sienten seguros, y los azota el viento, y las olas son grandes, y la oscuridad no los deja ver. Y siguen remando, confiando en sus pocas fuerzas. No se dan cuenta de que el que camina sobre las olas no es un fantasma, es Cristo. Está con ustedes, pero no lo quieren ver, porque no quieren encontrarlo; no se quieren comprometer, no quieren confiar, les falta fe, les falta voluntad, tienen miedo a la disposición del corazón y al sufrimiento. Él les da la paz y la calma en medio de la oscuridad, de la tormenta, de los vientos fuertes y de los tiempos difíciles. Confíen y abandónense en la voluntad divina, no con miedo, sino con santo temor de Dios, para que teman, no a los fantasmas, sino al Cuerpo y a la Sangre de Cristo.
Confíen en Jesús y en la Iglesia, escuchando y obedeciendo la Palabra de Dios, respetando su ley, su doctrina y su Magisterio, buscando siempre a su Señor cuando tengan miedo, cuando se sientan débiles, cuando los sorprendan las olas fuertes y hagan tambalear su fe. Y cuando hayan perdido el rumbo y no sepan regresar, miren la estrella, miren a María, y dejen que sea su guía, porque yo siempre los llevo a Jesús.
Él les manda ir a Él en medio de la oscuridad, de los vientos fuertes, y del mar embravecido, caminando sobre el agua, porque quiere que su única seguridad sea Él. Y pone a prueba su fe, pidiéndoles confianza a la fidelidad de su amistad. Tómense de la mano que, con amor y misericordia, extiende mi Hijo para ustedes, a través de la oración y de la contemplación en mi compañía, para fortalecer su fe. Yo les aseguro que después de la tormenta vendrá la calma. Él sale a su encuentro en la calma, en la tempestad, en cualquier momento, en cualquier lugar. Permanezcan atentos para que lo vean, para que lo reconozcan. Es Cristo que pasa, y tiene su mano extendida hacia ustedes para salvarlos, y quiere mostrarles su amor aun en medio de la tormenta y de la oscuridad, porque se compadece de sus debilidades.
Ruego por ustedes para que vean la luz que disipa la oscuridad y el miedo, para que encuentren y reconozcan a Cristo, para que no tengan miedo de permanecer en la barca, sabiendo que navega hacia puerto seguro».