CREER EN LA VERDAD
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos I, n. 14)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 17, 10-13
Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron.
«Hijos míos: mi Hijo Jesús ha venido al mundo, dejando la gloria que tenía con su Padre antes de que el mundo existiera, para hacerse hombre, para hacer a la humanidad partícipe de su propia existencia.
Dios ha querido necesitar a los hombres para glorificarse a sí mismo. Es difícil entender cómo todo un Dios, el único Dios verdadero, quiera necesitar de una creatura, y respetar su libertad y su voluntad, de modo que pueda incluso renunciar a su propia gloria. Pero es que Dios siempre cumple sus promesas, y el amor respeta la libertad, y es la verdad la que les da la verdadera libertad.
Cielos y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará. Él es la Palabra.
Dios quiso depender de la más humilde y pequeña mujer. Yo soy el vientre que lo engendra y que lo entrega al mundo, que lo transforma de todo un Dios omnipotente, a una pequeña creatura.
Dios y hombre, hombre y Dios, totalmente hombre, totalmente Dios. Pero los hombres solo ven al hombre. Hay que enseñarles a ver al Dios.
Dejen que la espada de dos filos, que es la Palabra de mi Hijo, atraviese sus corazones y los encienda en el fuego del amor de Dios, para que se den cuenta de que son solo hombres, pero también son hijos de Dios.
Muchos de mis hijos no conocen al Hijo, fruto bendito de mi vientre; no lo tratan, no creen en Él.
Ustedes, que sí creen en la verdad, sean instrumentos y conducto de la misericordia y del amor de Jesús. Dios, que es el todopoderoso, se abaja al hombre, de manera que, siendo omnipotente, quiere hacer al hombre necesario para la realización de sus obras, y lo incluye, lo hace parte, y lo procura y lo provee, para que sea como el árbol que ha sido cuidado, alimentado, y que con sus frutos corresponde, porque por sus frutos lo reconocerán. Pero no se alegren ustedes por las obras que hacen, sino porque sus nombres están escritos en el cielo».