MANTENER LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 80)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según San Mateo: 25, 1-13
Ya viene el esposo, salgan a su encuentro.
«Hijos míos: yo soy una virgen prudente y previsora, porque así me lo manda Dios. La prudencia es una virtud. Prevenir es actuar conforme el cumplimiento de esa virtud, perfeccionando con ésta, toda virtud. Y es necesaria para hacer las obras de Dios. Él sabe todo desde antes que suceda. Él es Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente. Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. El que tenga fe y crea en Él, será elegido. El que ha sido previsor y ha cuidado poner su fe en obras de amor, ése verá al Rey complacido. Pero muchos desperdician el tiempo, no creen porque no quieren creer, y teniéndolo todo en Él, ya desde ahora, en este mundo, cada día en la Eucaristía, en la Palabra y en los Sacramentos, desperdician la oportunidad arruinando su vida, gastando los dones que Dios le da, para complacerse ellos mismos, arriesgando una vida eterna, prefiriendo el tiempo finito, el placer y la comodidad.
A algunos les toma la muerte de forma desprevenida, y no tienen tiempo de arrepentirse. A otros la muerte les llega con algún aviso. Dichosos ellos que tienen la oportunidad de recibir los últimos sacramentos. Pero ninguno sabe exactamente en cuánto tiempo serán sometidos al juicio particular, cuando cara a cara al Rey verán. Nadie sabe el día ni la hora, pero Dios siempre cumple sus promesas y eso basta para prepararse.
Mantengan llenas las lámparas de aceite para que nunca se apague la luz en cada uno de ustedes. El novio no tarda en llegar. Prepárense y hagan todo lo que les dice mi Hijo, porque cada palabra se cumplirá hasta la última letra. Sean prudentes y permanezcan bien preparados, despiertos, fortalecidos y bien dispuestos para recibirlo, no sea que los encuentre dormidos, o que no los encuentre, porque no estén preparados y no estén presentes.
Permanezcan a la luz de la fe sobre los cimientos fuertes de la oración, para que permanezcan en mi Hijo como Él permanece en ustedes; y estén preparados, para que, cuando Él venga, encuentre muchas lámparas encendidas sobre la tierra, porque hay que iluminar para poder ver. En la oración se recibe al amor que ilumina los corazones, y enciende la fe que les ha sido dada en el bautismo. La oración es el aceite para que las lámparas se mantengan encendidas. Pero algunos de ustedes han sido imprudentes, han olvidado procurar el aceite, y las lámparas se han ido apagando.
Yo soy Madre de la Iglesia. Yo he venido a traer la luz para iluminar la fe de mi Iglesia. La Luz es Cristo».