NO TENER MIEDO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 5)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 8, 23-27
Dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.
«Hijos míos: yo busco a los que han abandonado a mi Hijo Jesús. Quiero tomarlos de mi mano para que no tengan miedo, y encuentren el camino seguro que lleva a la vida. Él ha manifestado su poder, y han visto su misericordia, y sus obras. Han sentido su amor, han escuchado su voz, y lo han seguido. Pero, si tienen miedo, es porque aún no han creído, viven sometidos al miedo, y a la amargura de la oscuridad en la que han sumergido sus almas, que no encuentran sosiego, porque están ciegos y no pueden ver la verdad.
Jesús les ha dado todo, hasta su vida, para que ustedes vivan. Les ha dado la fe, la esperanza, el amor, y la paz para que encuentren descanso sus almas, y Él pueda descansar en ustedes. Les ha dado la barca, que es la Santa Iglesia, para que naveguen con seguridad, protegidos del enemigo y de todo mal. Él les asegura que, ante la tempestad, los vientos fuertes, las olas grandes, y las tormentas, no se hundirá, porque Él mismo la ha construido sobre roca firme, Él es la piedra angular, y el mal no prevalecerá sobre ella. Permanezcan dentro, a salvo, unidos, en la seguridad del nido y en el silencio interior, que se logra en la profunda oración, porque es ahí en donde descansa el Señor.
Confíen en Él, decidan creer, quieran creer, y crean. Tienen la fe que les ha sido dada en el bautismo, pero está mal alimentada, está frágil y debilitada. Fortalezcan su fe acudiendo a los sacramentos y a la oración, y al refugio de los brazos de su Madre, que es la Madre de Dios. Crean en Él y obedézcanlo como le obedecen los vientos y el mar. Permanezcan en su amor y en su amistad y, ante la amenaza del mundo, que es como un mar oscuro y profundo, mantengan la serenidad, no tengan miedo. Jesús está con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Obedézcanlo, y sus conciencias estarán tranquilas. Entonces podrán dormir como un bebé, abrigados, arrullados, protegidos, confiados en el regazo de su Madre, bajo la sombra de la divina providencia de su Padre».