07/09/2024

Lc 11, 14-23


«El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama» (Lc 11, 23).

 

Madre nuestra: hubo personas que acusaban a Jesús de expulsar a los demonios con el poder de Belzebú. El Señor conocía sus malas intenciones y les advirtió del peligro de la división, de las luchas internas que derrumban una casa.

Y es que esa es la principal acción diabólica: provocar la división entre los hombres, desunirlos de Dios y de los demás. Jesús hace un llamado fuerte a la unidad, haciéndonos ver a todos que, o estamos con Él, o estamos en su contra. Quiere que tomemos partido.

Se ha extendido entre el pueblo cristiano la devoción de consagrarse a Jesús a través de tu Inmaculado Corazón, después de hacer una buena preparación. Es una bonita manera de estar con Cristo, de mostrarle con obras el deseo de entregarle completamente el corazón. Y con toda seguridad aceptará el Señor esa entrega, si viene de tus manos.

 

Hijo mío: yo estoy con Cristo.

Esa es una afirmación que todo hijo de Dios debe hacer. No sólo con las palabras, sino también con las obras.

Quien no está con Cristo, está contra Él. En esto no se puede ser neutral. Deben elegir de qué lado están.

Todo el que no está con la verdad está con la mentira.

Todo el que no recibe la luz vive en tinieblas.

Todo el que no acepta la vida tiene como destino la muerte.

Todo aquel que no cree en Jesucristo, en que Él es el Hijo de Dios, no está con Él.

Y el bando contrario es el del enemigo, el diablo.

El que atenta contra la vida, el que pone antes al mundo que a Dios, no está con Cristo, está contra Él.

Que cada uno medite en su corazón y se decida a vivir en el Reino de Dios, y alcanzar el Paraíso y la vida eterna; no a vivir en el Reino del diablo, lejos de Dios, en el infierno eterno, en donde le espera el llanto, el rechinar de dientes, y el tormento.

Hijo mío: yo pedí que consagraran a Rusia a mi Corazón Inmaculado.

Cristo tiene un aliado que, aunque muchos no lo reconozcan como cabeza de la Iglesia, el Espíritu Santo lo ha sentado en la sede de Pedro, está con Cristo configurado, y él fue el elegido para cumplir los deseos de mi Corazón Inmaculado.

Todo aquel que no puede decidirse a entregar su vida totalmente, para estar con Cristo…

Y todo aquel que no está con Él, y desea volver, pero no sabe cómo…

Y todo aquel que está con Él, y quiere perseverar y permanecer, porque ha encontrado la verdadera felicidad en Él…

…que se consagre a mi Inmaculado Corazón, para que sea todo mío, y así sea todo de Él.

El acto de consagración es un acto de fe, por mucho agradable a Dios.

Quien se consagra a la Madre de Dios jamás se perderá, porque yo siempre estoy con Él.

El Hijo de Dios es el fruto bendito de mi vientre. Estamos unidos los dos para siempre.

Y el que acude a mí libremente, y acepta la protección de mi maternidad divina, va por un camino seguro.

Y aquel que no sabe cómo acudir a mí, que se deje consagrar por alguien más, que tenga sobre él autoridad.

El Papa representa a Cristo vivo, Rey de reyes y Señor de señores. Por Cristo fueron creadas y renovadas todas las cosas. Al Papa se le ha dado autoridad para hacer y deshacer, para atar y desatar. Lo que él consagre a mí es mío.

Yo sé aprovechar bien la oportunidad para gobernar en los corazones de los hombres que habitan en las naciones consagradas por el Papa a mi Inmaculado Corazón.

Con sencillez, hijo mío. Yo no pongo condición, todo está en la intención del corazón.

Yo deseo poner paz en los corazones de aquellos que no están con Cristo, llevándolos a Él.

La consagración derrama grandes y abundantes gracias de conversión. Tengan fe y esperanza, y conságrese cada uno, con amor, a mi Inmaculado Corazón.

Los que ya están consagrados, renueven oportunamente su consagración.

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

 

(En el Monte Alto de la Oración, n. 70)