«Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10, 27)
Madre de Dios y Madre nuestra: todos los años celebramos en la Iglesia, en el Domingo del Buen Pastor –el cuarto domingo de Pascua–, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Le pedimos a Dios que nos envíe muchas y muy santas vocaciones, para apacentar el pueblo de Dios.
Lo normal es que los fieles, cuando se habla de vocación, piensan en el sacerdocio y en el estado religioso. No toman en cuenta habitualmente las otras innumerables maneras de entregarse a Dios, poniéndose a su servicio y al servicio de todas las almas.
Los Papas acostumbran enviar un mensaje con ocasión de esa Jornada, poniendo la atención en algún aspecto particular de la entrega a Dios, pero también le hacen ver a los miembros de la Iglesia que todos tenemos una llamada particular, por nuestra condición de cristianos, en cualquier estado de vida. El Bautismo nos compromete con Cristo a seguir el llamado que hizo a sus Apóstoles, antes de subir al cielo, de ir por todo el mundo a predicar el Evangelio. Tenemos todos una misión apostólica.
Es importante descubrir esa vocación particular, para lo cual se necesita pedir luces al Espíritu Santo, hacer oración, meditar en la Palabra de Dios, frecuentar sacramentos, consultar a un director espiritual, y también, tenerte una fuerte devoción a ti, la Esclava del Señor, que eres el mejor camino para llegar a Jesús.
¿Qué aconsejas, Madre, para descubrir la llamada de Dios particular para cada uno, y para ser muy fieles?
Hijo mío: el Señor es el Buen Pastor. Tú eres una oveja de su rebaño.
El Señor es tu Pastor y nada te faltará.
Que estas palabras te llenen de paz y de esperanza, porque son palabras de verdad.
Jesucristo es el Señor. Él tiene palabras de vida eterna. Escúchalo y haz lo que Él te diga.
Él es la vida, y les da vida eterna a sus ovejas. Permanece en Él como Él permanece en ti.
Recíbelo en la Sagrada Eucaristía. Cree que Él es, para que no te alejes de Él, para que permanezcas en Él.
Síguelo. Él es el Camino, el único camino que te lleva al cielo.
Él es la misericordia del abrazo del Padre, con el que te recibe en su gloria.
Él te ha dado una vocación, para que nunca te pierdas: la vocación de cristiano, que recibiste del Espíritu Santo cuando fuiste bautizado.
Vocación que te da los medios para santificarte, para que seas perfecto, aprendiendo de tu Maestro.
Vocación al amor.
Es la vocación de tu Señor.
Te ha dado los dones, los talentos, las habilidades, los medios, para que llegues a conocerlo, para que creas en Él y tengas vida eterna.
Te ha dado la capacidad de amar a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como Él lo amó.
Te ha dado la oportunidad de entregarle a Dios tu libertad, para ser un humilde esclavo del Señor, y darle total libertad de, en ti y por ti, obrar, para hacer sus maravillas en medio del mundo, y llevar su mensaje a todos los rincones de la tierra, para que todos los hombres crean y se salven.
Aprovecha esta bendita vocación a ser ciudadano del Reino de los cielos, para que alcances la felicidad eterna cuando seas santo, porque para eso fuiste creado, para amar a Dios, para ser amado por Dios, para glorificarlo con su amor, que vive en ti, amor eterno.
Vive practicando el amor, haciendo la caridad con tus hermanos, amando a tus amigos y también a tus enemigos, permitiendo que el amor de Dios que tú les das, poco a poco los vaya transformando, y a ti, en esa entrega, te irá perfeccionando.
Acude a la oración todos los días. Descubre tu vocación cristiana estudiando las Escrituras, aprendiendo lo que la santa Madre Iglesia te enseña, para que alcances las verdades eternas, aunque no las comprendas.
El Señor te ha dado además una vocación particular, para que vivas en medio del mundo, colaborando en la creación de una sociedad justa, de una comunidad pacífica, para que entre todos se ayuden en este mundo, para llegar a la verdadera vida, que no es de este mundo.
Vive tu vocación particular, y si aún no sabes cuál es, acude a la oración y al discernimiento, con la ayuda de un director espiritual, que te muestre el camino para glorificar a Dios con tu vida, descubriendo la recta intención de tu corazón de servir a los demás para construir un mundo mejor, santificándote con tu trabajo, sirviendo al prójimo para glorificar a Dios.
El Señor es tu Pastor, Él es tu guía, Él es el Camino. Síguelo y jamás te perderás. Y si un día tropiezas o enfermas, Él te buscará, te tomará en sus brazos, te curará y te llevará a su corazón, sumergiéndote en las entrañas de su misericordia.
Entonces sabrás que Él es verdaderamente el Hijo de Dios, y agradecerás su bondad al hacerte parte de su rebaño. Él, que dio la vida por ti, la ha recuperado, ha resucitado y ha venido a buscarte, para darte vida eterna en el Paraíso.
Confía, hijo mío, en el Buen Pastor. Entrégale tu vida, escúchalo, haz lo que Él te diga.
Tú eres un regalo del Padre para Él, eres suyo y nadie te arrebatará de su mano. Con Él estás seguro.
Y si un día te sintieras perdido, por haberte alejado del camino, acude a mí, yo te ayudo. Te llevaré a Jesús, te entregaré en sus brazos, y permaneceré a tu lado para que nunca te separes de Él, para que permanezcas en Él.
Cuenta conmigo, porque te amo.
¡Muéstrate Madre, María!
(En el Monte Alto de la Oración, n. 17)