29/04/2025

Mt 3, 1-12 - LA VOZ DE LA CONCIENCIA

«Comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos» (Mt3, 1-3)

 

Madre nuestra: la liturgia de la Iglesia nos hace frecuentemente un llamado a la conversión, sobre todo en los tiempos fuertes, en Adviento y Cuaresma; y los pasajes del santo Evangelio que recogen la predicación del Bautista son muy adecuados para reflexionar sobre esa llamada.

Todos necesitamos conversión, pero a veces puede resultar difícil saber con claridad qué tenemos que hacer: qué es lo que debemos dejar o qué debemos lograr, en qué tenemos que cambiar.

El evangelista atribuye a san Juan lo que decía Isaías: él era la voz que clama en el desierto. Era el instrumento de Dios para transmitir su mensaje de conversión, igual que fueron antes todos los profetas, preparando la venida de Jesús.

Pero Juan no era la única voz. Sabemos que el Espíritu Santo, entonces y ahora, nos habla a cada uno. Es la voz de la conciencia, que habla a todos los hombres, con palabras divinas, para preparar el camino del Señor y enderezar sus senderos.

Madre ¿qué nos recomiendas para que podamos conseguir una verdadera conversión? ¿Cómo saber en dónde debe radicar esa conversión?

 

Hijo mío: vamos al monte alto a meditar sobre el llamado de Juan Bautista a la conversión.

La conversión del corazón de cualquier hombre es necesaria, porque todo hombre es pecador.

Jesús vino al mundo a instaurar el Reino de los Cielos en la tierra, a mostrarles el camino para volver a Dios, a enseñarles, con su Palabra y su ejemplo de vida, cómo alcanzar la salvación que Él les consiguió a través de su muerte en su crucifixión. Y le mostró al mundo que, después de la muerte, Dios Padre bondadoso y misericordioso les da la vida eterna, vida de su resurrección.

Cristo es, por tanto, el camino, la verdad y la vida. La verdad es que en Él está la salvación, pero cada hombre debe caminar su propio camino espiritual y alcanzar su propia salvación en Cristo, a través de una vida de virtud y de amor, amando al prójimo como a sí mismo y, por sobre todas las cosas, a Dios.

Y, para lograrlo, es necesario primero experimentar una profunda y total conversión, renunciar al mundo, renunciar a todo, hasta a uno mismo, rechazar todo mal, despreciar la mentira, humillarse ante el todopoderoso y aceptar la verdad. 

Luchar por vivir en la verdad, amar la verdad, que es Cristo, y hacer su voluntad.

Y, ¿qué es la conversión, y cómo puede todo hombre alcanzarla?

La conversión es abrir los ojos del alma y ver todas las cosas ordinarias y extraordinarias a través de la fe.

Es descubrir la verdad del hombre y la verdad de Dios, no por la propia sabiduría y fuerza del hombre, sino por la gracia de Dios. Por tanto, nadie puede convertirse si no lo propicia Dios.

Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y todo aquel a quien el Padre quiera revelarle la verdad. Pero nadie puede conocer al Padre si no es por el Hijo. 

Entonces ¿cómo es que alguien puede conocer la verdad, si no es solo porque Dios hace su voluntad?

Cualquiera diría: “me portaré como quiera, hasta que Dios quiera convertirme y revelarme la verdad”

¡Qué insensato es aquel que tiene esa forma de pensar! 

Porque la voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.

Él no quiere dejar fuera a nadie. Él es Padre creador de todos y cada uno de los hombres que habitaron, que habitan y que habitarán esta tierra, y ha enviado a su único Hijo para salvar a todo aquel que quiera aceptar la verdad.

Porque el Señor ama tanto a la humanidad, que la creó dándole todo, incluyendo la libertad, para su amor manifestar. Y ese libre albedrío es como una espada de doble filo. Te puede salvar, pero también te puede condenar.

Si tú te quieres salvar, hijo mío, rechaza la mentira, elige la verdad. Haz el bien, no obres el mal. Y si dudaras de poder hacer esto es porque tu corazón necesita conversión. 

Que en tu conciencia resuene la voz de Juan el Bautista llamando a la conversión. Con palabras fuertes y claras te dice la verdad: “si no te conviertes, no te puedes salvar”. 

Corrige tu camino, renuncia a todo aquello que te aleja de Dios. 

Escucha la voz de tu conciencia. Es así como el Espíritu Santo te guía, te enseña, te mueve, te revela la verdad. 

Pero yo te aconsejo que, para que puedas escuchar la voz de tu conciencia, te recojas en oración, rechaces todos tus malos pensamientos y te abandones en la presencia de Dios.

Acepta tus errores. Los escucharás con tu propia voz.

No pienses que exageras. Más de lo que tú piensas ofendes a Dios. 

Si te sientes turbado...

Si no tienes paz interior...

Si te sientes triste, apesadumbrado...

Si es de día y no puedes ver el sol...

Si la nostalgia te invade...

Si te cuesta permanecer en silencio haciendo oración...

Si tienes sentimientos reprimidos de deseos de venganza, de lujuria, de difamación, de envidia, de egoísmo, de soberbia, de orgullo, de tener aquello que no es tuyo, de hacer lo que tú quieres a costa del bienestar de otros...

Si deseas acercarte a Dios, pero no quieres renunciar a aquello que te ata al mundo, que ofende a tus hermanos o que mancha tu corazón...

Si piensas solo en ti mismo y en los tuyos, y no haces caridad...

Si no crees en las verdades de tu fe...

Si pierdes la esperanza...

Si te sientes vacío, perdido, despreciado y no amado por Dios…

Hijo mío, ¡es que te falta conversión!

Necesitas escuchar la voz de tu conciencia. Guarda silencio, pon atención, pídele a Dios que se apiade de ti, y Él no perderá la oportunidad que está esperando para cambiar tu corazón, para llenarte de su amor, para revelarte su verdad, para llenarte de alegría y manifestar en ti su gloria, en la que descubrirás la verdadera y única felicidad.

Ven conmigo, yo te ayudo. 

¡Conviértete, hijo mío! y camina conmigo hacia la santidad.

 

¡Muéstrate Madre, María!

(En el Monte Alto de la Oración, n. 44)