EL PODER DEL SANTO ROSARIO
REFLEXIÓN DESDE EL CORAZÓN DE MARÍA
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Jesús dijo a sus discípulos: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre» (Mt 7, 7-8)
Madre nuestra: muchas cosas se han dicho ya sobre la importancia y el poder del Santo Rosario, como un arma poderosa en las batallas diarias de nuestra vida, y como una oración que especialmente te agrada a ti, como ha quedado constancia en tus benditas apariciones, como en Lourdes o Fátima.
El pueblo cristiano acude al rezo del Rosario por muy variados motivos, sobre todo cuando tiene alguna necesidad especial, porque sabe que conseguirá tu auxilio y protección, así como la gracia y la providencia divina.
Es normal ver a tus hijos rezando el Rosario en los Santuarios, iglesias, capillas y ermitas dedicadas a ti, así como en las grandes peregrinaciones y otras muchas manifestaciones de piedad mariana.
Cuando rezamos con insistencia y con fe los Padres nuestros, las Avemarías, y la larga y hermosa letanía pidiéndote que ruegues por nosotros, estamos siguiendo la enseñanza de Jesús, pidiendo, buscando y tocando, seguros de que seremos atendidos por la bondad de Dios y tu omnipotencia suplicante. Y con mayor razón si pedimos por nuestro prójimo, implorando una gracia en su favor.
Madre, ¿cómo podemos rezar con más eficacia tu Santo Rosario?
Hijos míos: pedir a Dios es obedecer, es hacer lo que Jesús nos enseñó.
Por tanto, rezar el Santo Rosario es obedecer al Señor, porque es un tesoro que les ha sido dado para que aprendan a pedir a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, con santa insistencia, pidiendo mi intercesión.
Yo ruego por aquel que me lo pide e intercedo con el poder de mi omnipotencia suplicante ante Dios.
Aquel que reza el Santo Rosario con devoción jamás será desatendido, sus súplicas serán escuchadas, gracias del cielo le serán concedidas, porque ese hace lo que mi Hijo Jesucristo le ha dicho.
Pidan, porque al que pide se le da. Confíen en el Padre providente, bondadoso y misericordioso, que se compadece de todo aquel que, en calidad de hijo, con toda humildad, se acerca a Él con fe, con esperanza, sabiendo que Él es todopoderoso y se lo puede conceder.
Las batallas más difíciles se libran con el poder del Santo Rosario. Pero no debe ser como amuleto usado, sino que debe ser con devoción rezado.
El poder no está en el objeto, sino en la oración, en la súplica, en la petición insistente, en la buena intención del corazón. Y ¡cuánto más es poderosa esta oración, si es de intercesión, para pedir auxilio para el prójimo!
¡Recen el Santo Rosario! ¡Pidan, pidan, pidan! Y abran el corazón.
Permanezcan dispuestos a recibir las gracias y la misericordia del Señor, que es Padre y da cosas buenas a sus hijos. Si no les da lo que piden es porque les dará algo mejor, lo que más les convenga para su santificación, porque Él les quiere dar su Paraíso en la vida eterna.
Confíen en el Señor, crean en Jesucristo, mediten su vida, su pasión, su muerte, su resurrección, el misterio de la cruz y de la salvación, y alégrense con la esperanza de recibir los bienes eternos, porque todo el que reza el Santo Rosario se acerca a mí, consigue la gracia de la conversión, y yo lo llevo de la mano al encuentro del Resucitado, que ya le ha conseguido la salvación. Sólo espera que le pidan en completa libertad y por su propia voluntad ser salvados, ser redimidos, ser purificados, ser perdonados.
¡Muéstrate Madre, María!
(En el Monte Alto de la Oración, n. 13)
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