29/04/2025

Mt 4, 18-22 - EL DEBER DE HACER APOSTOLADO

«Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mt 4, 18-20)

 

Madre nuestra: cuando el Catecismo de la Iglesia Católica habla de la vocación de los laicos dice que, como todos los fieles, ellos están encargados por Dios del apostolado en virtud del Bautismo y de la Confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra”.

Qué bien se entiende eso cuando Jesús dice a aquellos pescadores que, en adelante, serán pescadores de hombres. La llamada es para hacer apostolado, continuando la misión que Jesús vino a cumplir a la tierra.

Quizá durante mucho tiempo se pensó que el apostolado era una tarea exclusiva de sacerdotes y religiosos, pero en los últimos años se ha insistido mucho, en la Iglesia, en que es un deber de todo bautizado, cada uno de acuerdo a sus circunstancias personales. Todos debemos seguir el llamado de Jesús, confiando en que la gracia no nos faltará.

Dinos, Madre, en qué consiste hacer apostolado. 

 

Hijo mío: la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica. 

Todo cristiano, como miembro de la Iglesia, tiene el deber de hacer apostolado. Está escrito que todo el que crea, será salvado, pero por sus obras será juzgado. Se refiere al apostolado, que es llevar la caridad a los hermanos. Quien falta a la caridad, falta al apostolado.

Apostolado quiere decir escuchar el llamado de Cristo, que a todos llama por su nombre, para darles una vocación particular y lo sigan, haciendo su voluntad, haciendo sus obras, construyendo el Reino de Dios en la tierra, dando la vida por Él, aprendiendo de Él a ser un hijo de Dios fiel.

El que sigue a Cristo se convierte en un apóstol de la misericordia.

El que dice que cree en Él, pero no hace sus obras, no cree, porque el que cree en Jesucristo, el Hijo único de Dios, cree también que Él ha venido al mundo a cumplir una misión y a llamar a cada hombre y a cada mujer para hacerlos parte de Él, en un mismo cuerpo y un mismo espíritu, en el que todos se ayudan, todos se santifican para ir al Padre por Él.

Todo cristiano tiene el deber de llevar esa verdad en la que cree a otros, colaborando en la misión del Señor de recoger lo que con su muerte en la cruz ganó.

Todo el que cree en Cristo cree en su resurrección, y en que todos viven por Él. Por tanto, todo el que cree, es un apóstol que el Señor ha hecho pescador de hombres para Él. 

Pero el Señor envía a sus apóstoles elegidos para enseñarles a los demás el camino, para regirlos y santificarlos, y ayudarlos a que permanezcan unidos en la comunidad de la santa Iglesia, quien tiene al Papa por cabeza.

Todo apóstol de Cristo debe cumplir la ley de Dios y los mandamientos de la santa Iglesia. Quien al Papa no obedeciere, no será llamado apóstol de Cristo, sino su enemigo.

Crean, hijos míos, en todo lo que el Señor les ha dicho.

Crean en la sabiduría infinita del Espíritu Santo, que no se equivoca.

Crean en el poder de Dios que los llama para hacer sus obras, que les da la fuerza y les da la gracia.

Crean en mi intercesión de Madre y en mi protección, que nunca les faltará. 

Hagan oración en silencio y escuchen la voz del Señor, que está vivo, presente en la Eucaristía, y que los llama constantemente para que lo dejen todo y lo sigan. 

Servir a Cristo es hacer apostolado, porque a Él se le sirve sirviendo a los hermanos.

No tengan miedo de salir a las calles para hacer apostolado, para evangelizar, para llevar al mundo la verdad a través de sus buenas obras de caridad por las que el Señor los juzgará y les dirá: “Vengan, benditos de mi Padre, entren en el Reino celestial, porque tuve hambre y me dieron de comer, porque tuve sed y me dieron de beber”, y serán llamados verdaderos y santos apóstoles.

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(En el Monte Alto de la Oración, n. 43)

 

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