3. Santa Misa



CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO c. 276

276      §1.       Los clérigos en su propia conducta, están obligados a buscar  la santidad por una razón peculiar, ya que, consagrados a Dios por un  nuevo título en la recepción del orden, son administradores de los misterios  del Señor en servicio de su pueblo.

            § 2. Para poder alcanzar esta perfección:

1          cumplan ante todo fiel e incansablemente las tareas  del ministerio pastoral;

2          alimenten su vida espiritual en la doble mesa de la  sagrada Escritura y de la Eucaristía; por eso, se invita  encarecidamente a los sacerdotes a que ofrezcan cada día el  Sacrificio eucarístico, y a los diáconos a que participen diariamente  en la misma oblación.

DIRECTORIO PARA LA VIDA Y MINISTERIO DE LOS PRESBÍTEROS (n. 66)

 Si bien el ministerio de la Palabra es un elemento fundamental en la labor sacerdotal, el núcleo y centro vital es, sin duda, la Eucaristía: presencia real en el tiempo del único y eterno sacrificio de Cristo[1].

La Eucaristía —memorial sacramental de la muerte y resurrección de Cristo, representación real y eficaz del único Sacrificio redentor, fuente y culmen de la vida cristiana y de toda la evangelización[2]— es el medio y el fin del ministerio sacerdotal, ya que «todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado están íntimamente trabados con la Eucaristía y a ella se ordenan»[3]. El presbítero, consagrado para perpetuar el Santo Sacrificio, manifiesta así, del modo más evidente, su identidad[4].

De hecho, existe una íntima unión entre la primacía de la Eucaristía, la caridad pastoral y la unidad de vida del presbítero[5]: en ella encuentra las señales decisivas para el itinerario de santidad al que está específicamente llamado.

Si el presbítero presta a Cristo —Sumo y Eterno Sacerdote— la inteligencia, la voluntad, la voz y las manos para que mediante su propio ministerio pueda ofrecer al Padre el sacrificio sacramental de la redención, deberá hacer suyas las disposiciones del Maestro y como Él, vivir como don para sus hermanos. Consecuentemente deberá aprender a unirse íntimamente a la ofrenda, poniendo sobre el altar del sacrificio la vida entera como un signo claro del amor gratuito y providente de Dios.


[1]     Cfr. Juan Pablo II, Audiencia general (12 de mayo de 1993), 3.

[2]     Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 5; Benedicto XVI, Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis (22 de febrero de 2007), 78; 84-88.

[3]     Ibid.

[4]     «Sacerdos habet duos actus: unum principalem, supra corpus Christi verum; et alium secundarium, supra corpus Christi mysticum. Secundus autem actus dependet a primo, sed non convertitur» (Santo Tomás, Summa theologiaeSuppl., q. 36, a. 2, ad 1).

[5]     Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 5; 13; S. Justino, Apología I, 67: PG 6, 429-432; S. Agustín, In Iohannis Evangelium Tractatus, 26, 13-15: CCL 36, 266-268; Benedicto XVI, Exhort. ap. post-sinodal Sacramentum caritatis, 80; Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Redemptionis Sacramentum sobre algunas cosas que se deben observar y evitar acerca de la Santísima Eucaristía (25 de marzo de 2004), 110: AAS 96 (2004), 581.

 

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA LA SANTA MISA: "DAME Y ENSÉÑAME":  Dame tu esperanza, para bajar el pan vivo del cielo, y entregarme a Él cuando Él se abandona en mis manos. Enséñame a hacerme ofrenda en la patena y en el cáliz, como lo haces tú, como lo hace Él.

EUCARISTÍA MISTERIO Y DOGMA: Cree firmemente que eres sacerdote para siempre, portador de vida para llevar muchas almas a Dios. Tus fieles creen en ti y creen en que tú los alimentas con la Carne del Hijo de Dios y con su bendita Sangre, alimento y bebida de salvación, Eucaristía, milagro patente de amor.

VIVIR LA MISA (Examen de conciencia): Vive la Misa, sacerdote, porque es real lo que ocurre allí. Participa activamente, y entrégate completamente en el sacrificio único, pero incruento, de tu Señor, en el que conmemoras su vida, su pasión, su muerte y su resurrección, por la que se queda en presencia viva, en Cuerpo, en Sangre, en divinidad, y es Eucaristía.

ADORAR A DIOS (Reflexión de Espada de Dos Filos) Son tus manos hacedoras de un verdadero milagro en cada celebración, en cada sacrificio, en cada Eucaristía. Consagra en gracia, con corazón puro y conciencia limpia, porque mi Sangre ha sido derramada para lavar y purificar.

CELEBRAR BIEN LA EUCARISTÍA: Es necesario recordar el valor incalculable que tiene para el sacerdote la celebración diaria de la Santa Misa —“fuente y cumbre” de la vida sacerdotal—, aún cuando no estuviera presente ningún fiel.