Como todo buen fiel, el sacerdote también tiene necesidad de confesar sus propios pecados y debilidades
DIRECTORIO PARA EL MINISTERIO Y LA VIDA DE LOS PRESBÍTEROS
Necesidad de confesarse
72. Como todo buen fiel, el sacerdote también tiene necesidad de confesar sus propios pecados y debilidades. Él es el primero en saber que la práctica de este sacramento lo fortalece en la fe y en la caridad hacia Dios y los hermanos.
Para hallarse en las mejores condiciones de mostrar con eficacia la belleza de la Penitencia, es esencial que el ministro del sacramento ofrezca un testimonio personal precediendo a los demás fieles en esta experiencia del perdón. Además, esto constituye la primera condición para la revalorización pastoral del sacramento de la Reconciliación: en la confesión frecuente, el presbítero aprende a comprender a los demás y, siguiendo el ejemplo de los Santos, se ve impulsado a «ponerlo en el centro de sus preocupaciones pastorales»[1]. En este sentido, es una cosa buena que los fieles sepan y vean que también sus sacerdotes se confiesan con regularidad[2]. «Toda la existencia sacerdotal sufre un inexorable decaimiento si le falta por negligencia o cualquier otro motivo el recurso periódico, inspirado por auténtica fe y devoción, al sacramento de la Penitencia. En un sacerdote que no se confesase o se confesase mal, su ser como sacerdote y su ministerio se resentirían muy pronto, y se daría cuenta también la comunidad de la que es pastor»[3].
Dirección espiritual para sí mismo y para los demás
73. De manera paralela al sacramento de la Reconciliación, el presbítero no dejará de ejercer el ministerio de la dirección espiritual[4]. El descubrimiento y la difusión de esta práctica, también en momentos distintos de la administración de la Penitencia, es un beneficio grande para la Iglesia en el tiempo presente[5]. La actitud generosa y activa de los presbíteros al practicarla constituye también una ocasión importante para reconocer y sostener las vocaciones al sacerdocio y a las distintas formas de vida consagrada.
Para contribuir a mejorar su propia vida espiritual, es necesario que los mismos presbíteros practiquen la dirección espiritual, porque «con la ayuda de la dirección o el consejo espiritual […] es más fácil discernir la acción del Espíritu Santo en la vida de cada uno»[6]. Al poner la formación de sus almas en las manos de un hermano sabio —instrumento del Espíritu Santo—, madurarán desde los primeros pasos de su ministerio la conciencia de la importancia de no caminar solos por el camino de la vida espiritual y del empeño pastoral. Para el uso de este eficaz medio de formación tan experimentado en la Iglesia, los presbíteros tendrán plena libertad en la elección de la persona que los pueda guiar.
[1] Benedicto XVI, Carta para la convocación del Año sacerdotal con ocasión del 150º aniversario del “Dies natalis” de Juan María Vianney, 16 de junio de 2009: l.c., 7.
[2] Cfr. C.I.C., can. 276 § 2, 5°; Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 18.
[3] Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Reconciliatio et paenitentia, 31; Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 26.
[4] Cfr. Benedicto XVI, Mensaje al Card. James Francis Stafford, Penitenciario Mayor, y a los participantes en la XX edición del Curso de la Penitenciaría Apostólica sobre le Fuero interno (12 de marzo de 2009): “L’Osservatore Romano”, edición en lengua española, 20 de marzo de 2009, 9; Congregación para el Clero, El sacerdote ministro de la Misericordia Divina. Vademécum para Confesores y Directores espirituales (9 de marzo de 2011), 64-134: l.c., 28-53.
[5] Cfr. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Reconciliatio et paenitentia, 32.
[6] Congregación para el Clero, El sacerdote ministro de la Misericordia Divina. Vademécum para Confesores y Directores espirituales (9 de marzo de 2011), 98: l.c., 39; Cfr. ibid. 110-111: l.c., 42-43.
REFLEXIÓN DESDE EL CORAZÓN DE MARÍA: "EL VALOR DE ARRODILLARSE" . Que mis hijos sacerdotes tengan el valor de ponerse de rodillas y suplicar el perdón, sabiendo que, a través de otro sacerdote, el Señor puede curarlos, renovarlos y volverlos a la vida, para dedicarla a reparar su Sagrado Corazón.
REFLEXIÓN DESDE EL CORAZÓN DE JESÚS: "ARREGLARSE EN EL CAMINO": Tú no estás exento de cometer pecado. Tú también debes hacer lo mismo: arrepentirte, pedir perdón ante otro que también haya recibido el don que tú has recibido, porque tú, que tienes el poder de perdonar los pecados de mi pueblo, no puedes perdonarte a ti mismo. Nadie puede ser juez y parte.
REFLEXIÓN DESDE EL CORAZÓN DE MARÍA: "CONFESAR Y CONFESARSE": Procura acudir con regularidad a tu propia confesión, y confiesa todo lo que tienes como espinas clavadas en el corazón, con la seguridad de que serás perdonado, porque tu Señor te ha dicho que con la misma medida que trates a los demás serás medido. Arrepiéntete, confiésate, conviértete, renuévate y sigue adelante. No digas “mañana”, hazlo ahora, no vaya a ser que mañana sea tarde.