22/09/2024

Mc 1, 29-39

SERVIR A JESÚS

Reflexión para sacerdotes

desde el Corazón de María

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

 

«Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él»(Mc 1, 32-34)

 

Hijo mío: sirve a Jesús.

El Hijo de Dios no ha venido a ser servido sino a servir. Él vino a servir a su Padre, a través del servicio a los hombres, pero el servicio perfecto es poner por obra el amor.

Amar manifestando el poder de Dios, su misericordia, su justicia, su benevolencia, su compasión, que enseña a sus discípulos con el ejemplo, poniendo en práctica su Palabra, evangelizando a todos los pueblos con la verdad, consumando su misión en la cruz, dándose a todos, para que, a través de Él, todos lleguen a Dios. 

Hijo mío, tú eres un siervo de Dios.

Prometiste servir con todas tus fuerzas, con toda tu alma, con todo tu corazón, toda tu vida, a través de tu ministerio.

Estás configurado con el servidor de todos. Tu misión es servirlo a Él, sirviendo a todos como lo hizo Él. 

El servicio de un sacerdote debe ser presto y alegre. 

Servir al prójimo es servir a Cristo.

Alimentar es servir.

Dar de beber es servir.

Vestir al desnudo es servir. 

Curar a los enfermos es servir.

Perdonar los pecados es servir.

Bautizar con el Espíritu Santo es servir.

Confirmar a los hombres en la fe es servir.

Predicar la Palabra es servir.

Hacer caridad es servir.

Enseñar al que no sabe es servir. 

Dar consejo al que lo necesita es servir.

Dirigir espiritualmente a las almas es servir.

Gobernar al pueblo de Dios es servir.

Dirigir a los rebaños hacia el Buen Pastor es servir. 

Unir en matrimonio a un hombre y a una mujer, para formar una familia, es servir.

Celebrar el sacrificio del Señor, unido a Él, es servir.

Adorar la Eucaristía es servir.

Administrar la Eucaristía es servir.

Llevar la salud a los enfermos, a través del sacramento de la unción, es servir. 

Evangelizar es servir.

Reunir a los fieles para orar es servir.

Visitar a los presos es servir.

Enterrar a los muertos es servir.

Orar por los vivos y por los muertos es servir.

Llevar la paz a cada casa a donde vas es servir. 

Estar dispuesto a hacer lo que tu obispo necesite es servir.

Orar por el Papa es servir.

Ser misionero llevando la Palabra de Dios al mundo entero es servir.

Realizar un trabajo pastoral es servir.

Realizar un trabajo administrativo, cuando así lo requiere el obispo, es servir.

Acoger al peregrino, abrazar al refugiado, acoger al migrante, es servir.

Corregir al que se equivoca es servir.

Cumplir con los deberes ordinarios es servir.

Acudir en peregrinación a visitar a tu Madre es servir.

Promover la unidad y fraternidad sacerdotal es servir.

Cuidar de tus hermanos ancianos es servir.

LUCHAR A FAVOR DE LA VIDA ES SERVIR.

Orar por los gobernantes es servir. 

Expulsar demonios es servir.

Cada pequeño acto de amor por los demás, por amor a Dios, es servir.

SERVIR A LA IGLESIA ES SERVIR A DIOS Y CUMPLIR TU PROMESA.

Salvar a las almas es servir a Dios, cumpliendo la misión de Cristo, por Él, con Él y en Él, que es para lo que Él te llamó, te eligió y te envió. Y no te llamó siervo, te llamó amigo. Él primero te sirvió, la vida por ti dio. 

¡SIRVELO!

 

«Un Dios que sirve, que barre la casa, que se entrega a trabajos duros –uno solo de estos pensamientos, ¡cómo debería ser suficiente para llenarnos de amor!– Cuando el Salvador se puso a predicar su Evangelio, se hizo “el servidor de todos”, declarando él mismo que no había venido a ser servido sino a servir. Es como si hubiera dicho que quería ser el servidor de todos los hombres. Y al final de su vida no se contentó, dice san Bernardo, con haber tomado la condición de siervo para ponerse al servicio de los hombres; ha querido escoger el aspecto de siervo indigno para ser maltratado y sufrir la pena que teníamos merecida por nuestros pecados.

He aquí que el Señor, siervo obediente a todos, se somete a la sentencia de Pilato, por injusta que fuera, y se entrega a los verdugos… Dios nos ha amado tanto que, por amor a nosotros, ha querido obedecer como un esclavo hasta la muerte y morir de una muerte dolorosa e infame: el suplicio de la cruz. Ahora bien, en todos estos acontecimientos, obedecía no como Dios, sino como hombre, de quien había asumido la condición de esclavo.

Algún santo se entregó como esclavo para rescatar a un pobre, y con ello, por este acto heroico de caridad, se atrajo la admiración del mundo. Pero ¿qué es esta caridad comparada con la del Redentor? Siendo Dios, queriendo rescatarnos de la esclavitud del diablo y de la muerte que nos era debida, él mismo se hace esclavo, se deja atar y clavar en la cruz. Para que el siervo llegue a ser amo, dice san Agustín, Dios ha querido hacerse siervo».

(San Alfonso María de Ligorio, Homilía)

¡Muéstrate Madre, María!

(Pastores, n. 4)

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

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