22/09/2024

Mc 6, 14-21

HOMBRE RECTO,

SANTO Y SABIO

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

«Herodes insistía: “Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”» (Mc 6, 16)

 

Amigo mío: todos admiran y respetan a un hombre recto y santo.

Todos se deleitan al escuchar hablar a un hombre sabio.

Pero no todos están dispuestos a defenderlo, si pone en riesgo su propia reputación ante los demás.

Algunos son capaces de llevar incluso al martirio a un hombre recto, santo y sabio, con tal de no perder su poder, y el valor de su palabra, por orgullo, por placer.

Tú, amigo mío, estás llamado y elegido para ser un hombre recto, santo y sabio.

Te aseguro que muchos admiran la sabiduría de tu predicación; respetan lo sagrado de tus ornamentos, y tu santa vocación, porque en ti me ven a mí.

Somos uno tú y yo. Por eso acuden a pedir tu consejo, a escuchar tu palabra, a recibir de tus manos los sacramentos.

Pero también tienes riesgo de ser perseguido por mis enemigos. 

Juan el Bautista, hombre recto, santo y sabio, es un ejemplo para ti. A pesar de no tener mi poder, de no haber recibido el sacramento del Orden ―por el que tú te configuras plenamente conmigo―, fue mi más fiel precursor y seguidor.

Tan identificado estaba conmigo en el espíritu, que aun después de su muerte lo confundían conmigo. Decían que mis obras eran las suyas, que era él y no yo, que hacía milagros en el nombre de Dios…

Cuánto me halagó escuchar eso. Qué gusto, qué alegría, que alguien pueda comparar, e incluso confundir, a uno de mis discípulos conmigo.

Yo te pregunto: ¿podré alegrarme cuando digan que tus obras son las mías?

¿O tendré que avergonzarme porque tú, que me representas, expones al mundo tu pecado, y provocas que mis enemigos se burlen de mí?

Veo rectitud en tu intención.

Veo mi bondad en ti.

Veo mi sabiduría en tus palabras.

Veo tu lucha de cada día por ser un hombre santo.

Pero yo te pregunto: ¿estás dispuesto a dejarte cortar la cabeza por mí?

¿Darías tu vida por defender tu fe?

¿Me amas hasta el martirio?

Si tu respuesta es honesta y dices que sí, me alegro, porque el mundo no te verá, sino que verá al Santo de Dios que vive en ti.

Pero si aún no tienes el valor de dar la vida por tu Señor…

  • Busca crecer tu vida interior.
  • Haz más oración.
  • En silencio búscame.
  • Ven a mi encuentro.
  • Pide al Espíritu Santo el don de la fortaleza.

Para que tengas el valor de reconocer…

  • Que tú estás puesto en el mundo como signo de contradicción.
  • Que eres uno conmigo.
  • Que tu vida es mía.
  • Que yo, sin dudar, di mi vida por ti, y te he elegido para que, en ti, el mundo vea y conozca al Hijo de Dios.

Yo espero que entregues tu vida conmigo, en mi martirio de cruz, y lleves al mundo los beneficios de ser, como Juan, un discípulo santo de Jesús.

 

«Si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio.

El que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados.

Fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de “lámpara que arde y brilla”.

Fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él.

Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin»

(San Beda el Venerable, presbítero, Homilía 23).

 

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

 

(Pastores, n. 122)

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

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