22/09/2024

Mc 9, 38-40

UN LLAMADO A

LA UNIDAD

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

«No hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor» (Mc 9, 39-40).

 

Amigo mío: en el mundo hay mucha tribulación, pero yo he vencido al mundo.

El bien ha vencido al mal.  Yo he venido al mundo a hacer el bien, a destruir el mal, a darle libertad a los cautivos de Satanás, mi enemigo. 

Si alguno expulsa espíritus malignos en mi nombre, no puede estar contra mí, está a mi favor, porque un reino no puede estar dividido. 

Mis enemigos son tus enemigos, porque tú estás conmigo. Por tanto, todo aquel que esté a mi favor está contigo. 

Yo te llamé, te elegí, te preparé, te di mi poder, para que hagas mis obras, y aun mayores.

Conmigo te configuré, para que actúes en mi nombre. Es decir, para que continúes haciendo el bien, como yo te enseñé; para que hagas lo mismo que yo; para que reúnas a mi rebaño conmigo: un solo rebaño con un solo pastor. 

Yo no quiero un pueblo dividido. Promueve la unidad entre todos aquellos que están a mi favor. 

Discierne bien: usa tu inteligencia, escucha la voz de tu conciencia, pide luz al Espíritu Santo, y hazle caso a tu corazón. Si alguno obra con caridad y hace el bien, no se lo prohíbas. Porque si tú estás en contra de la caridad, no puedo contarte entre los que están conmigo. 

El que no tiene caridad nada tiene. Y yo no lo llamaré amigo. 

Hay tantas ovejas mías perdidas dentro de las parroquias. El enemigo se aprovecha de la concupiscencia de la carne, de la falta de virtud, de las debilidades, especialmente de aquellas ovejas que tienen hambre, y son tentadas, y se pierden, provocando división, afectando las obras buenas de otros que tienen recta intención. Porque el egoísmo, la envidia, el orgullo, la soberbia corrompen sus corazones, ocasionando chismes, tribulación, difamación, división, prohibiendo las cosas buenas, evitando que me vea yo, opacando mi luz en ellos mismos. Y muchas veces convencen al párroco con engaños y mentiras, para que les prohíba hacer el bien ahí, ocasionando que las buenas obras de ellos queden sin mérito, porque el que no tiene caridad nada tiene. No hay mérito alguno para aquel que obre el bien para gloriarse a él mismo. 

Aprende a descubrir las buenas intenciones de los corazones de tu rebaño. Anímalos, cuando los veas hacer el bien, a seguir, dales consejo, no los alejes de mí. 

Yo te digo, amigo mío, que hacer el bien es un deber de toda persona. Todos fueron creados para Dios. Dios es el bien. 

Aun si son ovejas de otro redil, si hacen el bien, no están contra nosotros, sino a nuestro favor. 

A veces dentro de mi Iglesia, entre los que están conmigo, hay distintos intereses. Y a algunos se les endurece el corazón, justificándose con la excusa de ser muy buenos –de ultraderecha se llaman ellos a sí mismos–; se creen guardianes de lo sagrado, pero quieren hacerlo todo a su manera, siguiendo muchas reglas por ellos mismos impuestas, pero faltando a mi ley, la ley del amor.

Incluso hermanos tuyos sacerdotes y obispos, que contra el Papa se revelan, porque quieren seguir la Tradición, y no ven más allá de su orgullo. Su soberbia les nubla la vista, y se reúnen entre ellos, con la intención de prohibir al mismo Papa –la Roca sobre la que yo edifico mi Iglesia–, hacer el bien.

¡Qué insensatos! ¿Qué acaso no se han dado cuenta de que las llaves del cielo las tiene él? Yo se las di, para que, en plena configuración conmigo, Cristo vivo, haga el bien. 

Mientras ellos se confabulan, buscando provocar un cisma, yo te busco a ti. Te llamo a la unidad conmigo, permaneciendo fiel a mi amistad, con el Papa unido, porque él está conmigo.

Así es que, examina tu conciencia, y dime, tú ¿con quién estás? ¿Estás contra mí o a mi favor?

Yo conozco tu corazón, pero quiero tus obras. Haz el bien. Promueve la unión. Acompaña a mi Madre, y reúne a los que hacen el bien en oración. 

El mal sobre mi Iglesia no prevalecerá, pero no quiero perder a los que están promoviendo la división. 

Cuento contigo.

 

«Todas las asociaciones de fieles laicos, y cada una de ellas, están llamadas a ser —cada vez más— instrumento de santidad en la Iglesia, favoreciendo y alentando «una unidad más íntima entre la vida práctica y la fe de sus miembros» (AA, n. 19).

Un criterio fundamental para el discernimiento de toda asociación de fieles laicos es el testimonio de una comunión firme y convencida en filial relación con el Papa, centro perpetuo y visible de unidad en la Iglesia universal (LG, n. 23), y con el Obispo «principio y fundamento visible de unidad» (Ibid.) en la Iglesia particular, y en la «mutua estima entre todas las formas de apostolado en la Iglesia» (AA, n. 23)

La comunión con el Papa y con el Obispo está llamada a expresarse en la leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus orientaciones pastorales. La comunión eclesial exige, además, el reconocimiento de la legítima pluralidad de las diversas formas asociadas de los fieles laicos en la Iglesia, y, al mismo tiempo, la disponibilidad a la recíproca colaboración»

(San Juan Pablo II, Christifideles laici, n. 30).

 

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

 

(Pastores, n. 130)

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

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