PRACTICAR LA PALABRA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» (Mc 3, 33)
Hijos míos, sacerdotes: la Madre y los hermanos de Jesús son los que cumplen la voluntad de Dios.
Eso quiere decir que no por haber sido elegidos sacerdotes ya tienen el cielo ganado.
No son amigos de Jesús aquellos que Él llamó amigos, sino los que permanecen en su amor.
Que no se sienta ninguno privilegiado.
Que se sientan honrados de conocer la voluntad de Dios, y que la cumplan, escuchando y predicando la Palabra, para que otros también la cumplan y sean todos llamados madre y hermanos, que quiere decir familia.
Que no se gloríe ninguno si no es en la cruz de su Señor, que es en donde me glorío yo.
La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven, y esa es la misión de los sacerdotes. Incluidos en esa voluntad están también ellos.
Jesús nunca dijo que tenían asegurado el Paraíso sus discípulos. Él dijo que nadie tiene un amor más grande como el que da la vida por sus amigos. Y Él la dio, para que todos se salven.
La Ordenación sacerdotal es una invitación a participar de la gran familia de Dios, como cabeza, configurados con Cristo. Y es el mayor honor que puede recibir un hombre. ¡Ay de aquel que ese amor de predilección no honre!
La voluntad de Dios es clara, está escrita, pero es necesario escuchar la Palabra para poder cumplirla.
La Palabra muestra el Camino, revela la Verdad y da Vida.
La Palabra está viva y es eficaz. Deben escucharla, y estar dispuestos a dejarse el corazón atravesar, como mi corazón traspasado por una espada de dos filos está.
Cuánta sabiduría y generosidad hay en esta promesa de Jesús: el que escuche la Palabra y la ponga en práctica, ese es mi Madre y mis hermanos.
Siéntanse bendecidos y honrados de ser amados tanto e igual que a su Madre y a sus hermanos. Tanto e igual considerados, si hacen lo que Él les dice.
Vivir el Evangelio es vivir como Cristo vivió en medio del mundo. Es hacer lo que Él les dice. Pero, para vivirlo, primero hay que conocerlo.
Tratar a Jesús como amigo es leer, escuchar, practicar, predicar el Evangelio.
Todo aquel que crea en el Evangelio cree en el Hijo de Dios. Y todo aquel que lo practica tiene ganado el cielo.
¡Qué alegría saber que mi Hijo Jesucristo considera a mis hijos, sus discípulos, en tan alta estima, como a mí!
«¿Qué enseñanza es ésa? Que ni ellos ni otro alguno, por confiar en el parentesco, debían descuidar la virtud. Porque si a su madre nada le hubiera valido ser madre suya de no haber practicado la virtud, mucho menos se salvará nadie por mero título de parentesco.
Porque no hay más que un parentesco legítimo, que es hacer la voluntad de Dios. Y este modo de parentesco es mejor y más importante que el de la carne»
(San Juan Crisóstomo, Homilía sobre el evangelio de san Mateo, n. 44).
¡Muéstrate Madre, María!
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES
(Pastores, n. 8)