EL SACERDOTE
ES LA SEÑAL
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo» (Lc 11, 30)
Hijo mío, sacerdote: he aquí uno que es más que Jonás, y que ha sido enviado para predicar un Evangelio de conversión.
Eres tú, sacerdote de Cristo, la señal que Dios al mundo le da, para que encuentren el camino hacia la verdadera libertad.
Jonás es figura de Cristo, representado en la persona del sacerdote que, con Él configurado, es el mismo Cristo vivo, resucitado, que predica en el mundo la conversión y la reconciliación con Dios a través del perdón de los pecados.
Hijos míos: alcen la voz, para que sean escuchados.
Den buen ejemplo, para que sean respetados.
Hagan lo mismo que predican, para que su testimonio sea veraz.
Siéntense sobre las cenizas, vístanse de sayal, pidan perdón, ofrezcan el sacrificio de renunciar al mundo para entregar su vida totalmente a Dios.
Pónganse de rodillas y hagan penitencia.
Supliquen al Señor perdón, con el corazón contrito y humillado, que Él no despreciará, para que sus nombres sean exaltados con Jesús crucificado, y se conviertan con Él en la señal que el pueblo necesita ver para creer.
Pero si ustedes, mis hijos sacerdotes, están manchados de pecado…
Si cubren la luz de Cristo, que vive en ustedes, con las tinieblas en las que han decidido vivir, porque han preferido las tinieblas a la luz…
Si ustedes, ante los ojos del pueblo y ante Dios Padre, ofenden a Jesús…
Si causan escándalo…
No podrán ser señal de vida, sino de muerte.
No serán señal de verdad, sino de mentira.
No serán señal del camino de luz, sino de la oscuridad.
¿Quién los seguirá?
¿Quién, siguiendo su ejemplo, se convertirá?
¿Quién abrazará la cruz, aceptando el perdón y la misericordia que Dios, por su bondad y compasión, ha enviado a los hombres como puerta del cielo, y en la que su único Hijo Jesús permanece con los brazos abiertos?
¡Conviértanse, sacerdotes, y crean en el Evangelio!
Practiquen la Palabra, prediquen la Palabra, mediten la Palabra, porque la verdad los hará libres.
Ustedes son las señales de Dios para atraer a los hombres a Él. Mucho les ha dado, y con rigor serán juzgados, porque ustedes representan a Cristo, llevan en sus nombres el nombre de Dios.
Crean que para cada uno habrá un juicio particular, y yo seré su abogada y los defenderé con todo el amor de mi corazón de Madre, y rogaré por ustedes con la fuerza de mi omnipotencia suplicante.
Pero el juez es el mismo Cristo que ustedes representan.
Crean en su misericordia, y acudan a ella en este tiempo, y crean que sobre ustedes también llegará el tiempo de su justicia.
Que esta sea su señal: la mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas, y que pisa la cabeza de la serpiente.
Es la señal del triunfo de la Santa Iglesia.
Mi Corazón Inmaculado triunfará cuando mis hijos sacerdotes se conviertan.
«Aquí está quien es más que Jonás.
Porque Jonás fue siervo, y yo soy el amo;
Jonás predicó la ruina de Nínive, y yo he venido a dar la buena nueva del reino de los cielos.
Y los ninivitas creyeron sin haber visto milagro alguno, y yo he obrado muchos milagros.
Ellos no oyeron sino las palabras de amenaza del profeta, y yo no he omitido forma alguna de filosofía.
Jonás fue a Nínive a cumplir como ministro su misión; pero yo, señor y dueño soberano de todas las cosas, he venido, no para amenazar, no para pedir cuentas, sino para traer el perdón.
Los ninivitas eran bárbaros; estos, sin embargo, fueron educados por innumerables profetas.
Nadie predijo la venida de Jonás; de mí, sin embargo, predijeron todos los profetas, y las obras han concordado con sus palabras.
Jonás huyó cuando iba a cumplir su misión por temor de quedar en ridículo; pero yo he venido, aun sabiendo que había de ser burlado y crucificado.
Jonás no quiso soportar el más leve oprobio por la salvación de Nínive; yo, sin embargo, soportaré la misma muerte ignominiosa, y aun después de eso os enviaré a mis apóstoles.
Jonás era en Nínive extranjero, extraño y desconocido; pero yo soy pariente vuestro según la carne y vengo de vuestros mismos antepasados.
Y tantos más contrastes como, a poco que se busque, pudieran todavía acumularse»
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, Homilía 43)
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 66)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES