LEVANTAR LA MIRADA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Le impuso las manos y, al instante, la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios» (Lc 13, 13)
Hijo mío: el Señor quiere llamar tu atención. Te llama para que lo mires. Te tiene compasión porque pareces un hombre encorvado, que tan solo puede mirar hacia abajo. Que tiene puesta su atención en lo mundano, y que vive pensando en sí mismo y se ha olvidado de la necesidad de sus hermanos.
El Señor quiere darte la salud. Quiere que levantes la mirada, que te olvides de ti mismo, que te desprendas del mundo, que endereces la espalda y vuelvas tus ojos a Dios, que rectifiques tu camino y alabes a Dios.
El Señor quiere tu caridad. Quiere que lleves a su pueblo su misericordia; que recuerdes la primera vez que te llamó y, elevando tus ojos al cielo, dijiste: “Señor, aquí estoy”. Y dispuesto a servirlo, dejaste todo, tomaste tu cruz para seguirlo, y tu mirada no estaba en el mundo, sino en aquellos necesitados de tu compasión, que caminaban perdidos como ovejas sin pastor, y que tú, como la oveja perdida, abrazaste y sanaste con el don de Dios.
¿Qué pasó?
¿Qué sucedió?
¿En qué momento bajaste tu mirada, y tu ilusión de salvar al mundo se perdió?
¿En dónde está tu esperanza?
¿En dónde está tu fe?
¿En dónde está tu caridad?
¿En dónde está tu confianza?
¿A dónde se fue tu alegría, esa que sentías al entregar tu vida sirviendo al Señor?
¿Por qué tienes lástima de ti mismo?
¿Dónde está tu dignidad?
¿Por qué te has olvidado de aquellos que te buscan, que te necesitan para encontrar el camino al cielo?
¿Crees que ha pasado tu tiempo y ya no tienes fuerzas?
¿Has perdido el vigor?
Pues yo te digo: es tiempo, levanta tu mirada al cielo y alaba al Señor.
Es tiempo de que te decidas a experimentar una verdadera conversión.
Es tiempo de darle la cara al Señor, de verlo a los ojos y pedir perdón, de tener valor para reconciliarte con Él, y entregar tu vida mirando al cielo, cumpliendo tu ministerio con amor.
Es tiempo de que te tomes en serio tu sacerdocio y tu misión.
No esperes a mañana, el tiempo es hoy.
Mira cuántos viven atados al mundo. Desátalos. El Señor no va a esperar a otro, eres tú a quien el Señor quiere, eres tú a quien Él llama, eres tú a quien Él mira con atención y con compasión. Agradece la misericordia que Él ha tenido contigo.
Levántate y síguelo. Él quiere devolverte la alegría, y lo hará cuando renuncies a tus apegos y lo sirvas.
Imítalo, haz lo mismo que Él.
Ten compasión de su pueblo. Muchos están sufriendo encorvados, mirando al suelo, ocupados de sentir lástima por ellos mismos, preocupados.
Tienen miedo de levantar la mirada y ver un mundo devastado, que se ha olvidado de mirar a su Señor crucificado, que con su muerte los ha salvado, que con su resurrección les ha dado la vida, pero no quieren comprometerse o no han encontrado el camino, o tienen los ojos cerrados, o viven en tinieblas, perdidos, porque su pastor los ha abandonado.
¡Anda, hijo mío! Levanta tu mirada, tu Señor te está esperando.
«El pecador, preocupado por las cosas de la tierra y no buscando las del cielo, es incapaz de mirar hacia lo alto: como sigue deseos que le llevan hacia abajo, su alma, perdiendo su rectitud, se curva, y no ve más que lo que piensa sin cesar.
Volveos hacia vuestros corazones, hermanos muy queridos, y examinad continuamente los pensamientos a los que no dejáis de dar vueltas en vuestro espíritu. Uno piensa en honores, otro en dinero, otro en aumentar sus propiedades. Todas estas cosas son bajas, y cuando el espíritu se invierte, se desvía, perdiendo su rectitud. Y porque no se levanta a desear los bienes de alto, es como esta mujer curvada, que sencillamente no puede mirar hacia lo alto…
El salmista ha descrito muy bien nuestra curvatura cuando dijo de sí mismo, como símbolo de todo el género humano: «Estoy encorvado y encogido hasta el extremo» (Sal. 37, 7)».
(San Gregorio Magno, Homilías sobre el evangelio, n. 31.)
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 72)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES