CONFIGURADOS
CON JESÚS
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de Jesús
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Vio Jesús a un publicano, llamado Leví (Mateo), y le dijo: “Sígueme”»(Lc 5, 27)
Amigo mío: te he llamado para decirte: ‘ven conmigo, sígueme’.
Seguirme quiere decir configurarte conmigo para manifestar mi amor a la humanidad, desposándote con la Santa Iglesia, dando tu vida por ella; caminar conmigo en medio del mundo, conviviendo con los pecadores, no para cometer pecado, cayendo en las tentaciones, sino para perdonarlos y mostrarles el camino correcto, con tu buen ejemplo, con tu predicación, con tus consejos.
Seguirme es caminar en subida, para llegar al Calvario, y configurarte conmigo en mi cruz, para dar la vida por tu esposa y mi esposa, consumando en la cruz tu matrimonio con ella. Abrazando mi cruz es como la abrazas a ella: cruz de trabajo, cruz de servicio, cruz de oración, cruz de renuncia, cruz de sacrificio, cruz de amor, cruz de misericordia, cruz de gloria.
Seguirme es morir conmigo al mundo y resucitar conmigo, para darle vida al mundo.
Seguirme es tener mis mismos sentimientos. Es vivir como yo viví. Es hacer mis obras, y aun mayores, como yo te prometí.
Seguirme es dejarte acompañar por mi Madre.
Seguirme es humillarte ante Dios Padre, suplicando la asistencia del Espíritu Santo, para perseverar en la cruz hasta el final, cumpliendo tu ministerio en santidad.
Seguirme es gozar de mi presencia cada día, y hacer de mi presencia tus delicias, gozar conmigo en plenitud, por haber sido elegido para ser configurado conmigo, crucificado, resucitado, y glorificado, cuando seas sentado conmigo a la derecha de mi Padre.
Seguirme es una vocación que tú no eliges. Te la doy yo. Y te doy la gracia para vivirla, para gozarla, para santificarte, perfeccionándote a través de ella, trabajando, gastándote por ella, para servir a Dios, amando y santificando al pueblo de Dios.
Grande es tu don. Gratificante será tu recompensa.
Tú has sido elegido para manifestar mi amor a mi Iglesia. Ámala, entregándote todo totalmente a ella; porque no eres tú, sino yo.
Seguirme es amarla y respetarla, acompañarla y santificarla todos los días de tu vida.
Ven conmigo. Tú eres mi elegido, configurado en la perfección del amor de mi Sagrado Corazón.
Desde ahora, y para siempre, tú eres la esperanza de mi Corazón.
Amigo mío: ama a mi Iglesia, como la amo yo.
«Quien tiene poder de perdonar los pecados todos ¿qué maravilla es que de un alcabalero haga un apóstol? Pero ya que habéis visto el poder del que llama, considerad también la obediencia del llamado.
Porque Mateo no opuso ni un momento de resistencia, ni dijo dudando: “¿Qué es esto? ¿No será una ilusión que me llame a mí, que soy hombre tal?” Humildad, por cierto, que hubiera sido totalmente intempestiva.
No. Mateo obedeció inmediatamente y ni siquiera pidió al Señor le permitiera ir a su casa y dar la noticia a los suyos, como, por lo demás, tampoco lo hicieron los pescadores. Estos dejaron redes, barca y padre, y Mateo su oficio de alcabalero y su negocio, para seguir al Señor.
Y al mostrar una decisión pronta para todo, y desprenderse así de golpe de todas las cosas de la vida, atestiguaba muy bien, por su perfecta obediencia, que le había el Señor llamado en el momento oportuno»
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía 30).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 35)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES