SACERDOTE
PARA SIEMPRE
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de Jesús
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«“Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”» (Lc 22, 19-20).
Amigo mío: este es mi cuerpo y tu cuerpo. Esta es mi sangre y tu sangre. Somos uno. Créelo, y entrégate conmigo en cada Eucaristía.
Tú no desapareces para actuar en nombre mío. Tú eres uno conmigo. Un solo cuerpo, un mismo Espíritu, un mismo sacrificio.
Cuando yo digo “hagan esto en memoria mía”, in persona Christi es lo que yo digo. Tú en mí como yo en ti.
Por eso necesito que tú quieras, que digas sí. Basta tu intención para transformar el pan y el vino en mí, con el poder que yo te di. Pero ese poder no lo usas tú sólo. ¡Yo estoy aquí!
Yo di mi vida por ti. Justo es que tú des tu vida por mí.
Cree que estás configurado conmigo, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Por eso tú eres sacerdote para siempre.
Tú haces mis obras, pero que quede claro que yo no cometo tus pecados.
Cuando tú caes en tentación te separas de mi corazón, obras por tu propia cuenta. Pero yo permanezco aquí, no me voy. Es mi carne la que tú lastimas. Es mi sangre la que tú derramas.
Tú conservas la libertad que mi Padre te dio para actuar. Puedes ser el que permanece al pie de mi cruz, compartiendo mi sacrificio, mi dolor, mi sufrimiento, el misterio de la redención; o puedes ser el que me abandona porque tiene miedo, o ¡el que me traiciona, me flagela, me tortura y me crucifica!
Decide tú.
Yo te he prometido que estaré contigo todos los días de tu vida. Es tu decisión cómo vivirla, pero yo te aseguro que, si te quedas conmigo, uniendo tu cruz a la mía, te llenaré de alegría en esta vida, y te daré, en la otra vida, mi Paraíso. Cree que permanecerás en ¡perfecta configuración! conmigo. Mi gloria será tu gloria. La gloria del Rey.
Sacerdote para siempre. Mucho has de padecer para parecerte a mí.
Pero no estás solo. Yo vivo en ti. Yo ya he padecido por ti. He ganado tu vida, entregando por ti la mía. Estás configurado con el Resucitado, que vive glorioso por los siglos de los siglos, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
No hay pecado que, antes de ti, no haya perdonado. Ven, confía en mí, arrepiéntete, pídeme perdón. En la cruz está tu pecado. Ya lo he perdonado. Pero quiero que tengas el valor de confesarlo. Entonces quedará olvidado, y podrás estar conmigo perfectamente configurado.
Acepta la gracia de Dios, que te ama.
¡Yo soy!
«Después de una madura reflexión, ahora estamos a punto de elevar a la orden de los presbíteros a estos nuestros hermanos, para que, al servicio de Cristo, Maestro, Sacerdote, Pastor, cooperen para edificar el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia en Pueblo de Dios y Templo santo del Espíritu. Ellos estarán, de hecho, configurados con Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. Es decir, serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, y a este título, que les une en el sacerdocio a su obispo, serán predicadores del Evangelio, Pastores del Pueblo de Dios, y presidirán las acciones de culto, especialmente en la celebración del sacrificio del Señor.
En cuanto a vosotros, amados hijos y hermanos, que estáis a punto de ser promovidos al presbiterio, considerad que, al ejercer el ministerio de la Sagrada Doctrina, vosotros seréis partícipes de la misión de Cristo, único Maestro. Dispensad a todos la Palabra de Dios que vosotros mismos habéis recibido con alegría. Leed y meditad asiduamente la Palabra del Señor, para creer lo que habéis leído, enseñar lo que habéis aprendido en la fe, vivir lo que habéis enseñado.
Que sea, por lo tanto, nutrición para el pueblo vuestra doctrina, alegría y sustento a los fieles de Cristo el perfume de vuestra vida. Y que con la palabra y el ejemplo podáis edificar la Casa de Dios que es la Iglesia. Vosotros continuaréis la obra santificadora de Cristo» (Francisco, Homilía en la Misa con ordenaciones sacerdotales, 22.IV.18).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 171)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES