16/09/2024

Mt 5, 17-19

SABER ENSEÑAR

Reflexión para sacerdotes

desde el Corazón de María

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

 

«El que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos» (Mt 5, 19).

 

Hijo mío: Jesucristo es el Maestro, que te ha enseñado a ser, como Él, un sacerdote santo. 

Todo lo que el Padre le ha dicho te lo ha dado a conocer.

Te ha explicado su Palabra, para que la comprendas bien.

Te ha llamado “amigo”, a pesar de haberte elegido como su siervo, y te ha convertido en maestro, como Él, a pesar de ser tan solo su discípulo, que aún está aprendiendo y no ha terminado de crecer. 

Pero Él quiere de ti que enseñes y guíes a tus discípulos a Él. Un buen maestro no es aquel que lo sabe todo, sino el que sabe enseñar a los que no saben, de manera que lo puedan comprender. Tu Maestro lo sabe todo, y sabe enseñar con perfección. Aprende de Él.

Él no ha venido a cambiar la ley ni a abolirla, sino a darle plenitud, y a enseñarte a cumplirla, para que el discípulo llegue a ser como su Maestro. Tú puedes ser como Él, no por tu capacidad, sino por su poder.

Cumple, hijo mío, la voluntad de Dios, no solo cumpliendo sus mandamientos, sino poniendo en todo lo que haces todo tu corazón, haciendo todo por amor de Dios, como Cristo te enseñó.

Enseña a obrar con caridad, poniendo tú primero el ejemplo. 

A veces cumples y haces cumplir la ley con rigidez, y te olvidas de la caridad; buscas la eficiencia y te olvidas del amor al prójimo; buscas tu propia santidad, que no encontrarás si no pones antes que a ti al prójimo. El prójimo es tu hermano y es tu discípulo.

Procura enseñar lo que a ti te han enseñado.

Ten paciencia y nunca indiferencia ante aquel ignorante necesitado.

A ti se te ha dado sabiduría, úsala bien.

Enseña al que no sabe, y aprende de él tú también. Ten humildad y reconoce que, hasta del más pequeño e ignorante, el más sabio y poderoso puede aprender.

Reconócete pequeño e ignorante tú también, dispuesto a conocer los misterios del amor del Sagrado Corazón de Jesús, que ningún hombre ha alcanzado a conocer en plenitud, sino tan solo los santos, que gozan de la gloria de Dios en el cielo.

Yo soy Maestra de amor y de misericordia. Permanece conmigo al pie de la cruz y aprende a recibir la gracia y la misericordia derramada del Corazón abierto y traspasado de Jesús. Llénate de su amor, y dale de beber de la sabiduría de ese amor al pueblo santo de Dios.

Entonces habrás cumplido la ley en plenitud, como te enseñó tu Maestro, Amo, Rey y Señor.

 

«Jesús no da importancia sencillamente a la observancia disciplinar y a la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo a la intención y, por lo tanto, al corazón del hombre, donde tienen origen nuestras acciones buenas y malas. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede acoger gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos hace capaces de vivir el amor divino.

A la luz de esta enseñanza, cada precepto revela su pleno significado como exigencia de amor, y todos se unen en el más grande mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo».

(Francisco, Ángelus 16 de febrero de 2014)

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 213)

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

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