PORQUÉ SEGUIR
A CRISTO
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«En ese momento se le acercó un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas”» (Mt 8, 19).
Hijo mío: tú has sido llamado y elegido para ser discípulo de Cristo, dejarlo todo y seguirlo.
Tú dijiste sí. Tomaste la firme determinación de ir tras Él, siguiendo sus pasos, sin miedo, sin importar qué tan grande sea tu cruz, del mismo modo que Él entró en Jerusalén.
Dime, hijo mío, ¿por qué lo sigues?
Tú crees que Él dio la vida por ti, y tú deseas corresponder dando tu vida por Él.
Deseas darle todo lo que tienes y, sin embargo, sabes que nada tiene Él. El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.
Pobreza es lo que te ofrece Él.
¿Por qué lo sigues?
El Señor te ha enriquecido con su pobreza. Esa es una buena respuesta. Pero implica renuncia a los bienes materiales.
Sabes que te dará el ciento por uno en esta vida, y la vida eterna. Pero también te ha prometido persecuciones.
¿Por qué lo sigues?
Sabes que serás bienaventurado por ser perseguido por la causa de Cristo.
Te crees fuerte, te crees valiente, y, sin embargo, tu inquietud no miente: tienes miedo.
A veces te angustias.
A veces no puedes conciliar el sueño.
Son muchas tus preocupaciones.
Grande es tu responsabilidad.
Buscas respuestas y no las encuentras.
La tentación está a tu alrededor.
La soberbia y la ambición te traicionan.
Y luchas.
A veces ganas, pero a veces pierdes.
Es mucho lo que sacrificas por tu Señor.
Desagradecidos son algunos de tus fieles.
Te cuesta cumplir con tu vida de piedad.
A veces te gana el sueño.
A veces te distraes, y aun así lo sigues…
Sientes en tu corazón el deseo ardiente de hacer las obras de tu Señor.
Esa es tu vocación. Tu esencia es seguir a Dios.
Mal harías en no seguirlo, porque no encontraría paz tu corazón.
Pero debes encontrar la respuesta.
¿Por qué lo sigues?
Tú sigues a tu Señor por amor, pero no lo sigues porque tú lo amas, sino porque Él te ha amado primero.
Él te ha dado el amor que arde en tu corazón para amarlo.
Él te ha dado su gracia, y eso te basta.
Es necesario, hijo mío, que des testimonio de tu vocación sacerdotal, para que los jóvenes, a quienes llama Cristo, puedan respuestas encontrar.
¿Por qué seguir a Cristo?
Porque tú, que eres un pobre ser indigno y pecador, has sido consagrado para Él desde antes de nacer, y desea enviarte a continuar su gran misión de salvación.
Porque Él desea darte la dignidad más alta que hay: configurarte con Él, Cristo Buen Pastor.
Porque Él ha hallado en ti un hombre según su corazón.
Por eso seguir a Cristo es agradecer a su amor y a su llamado de predilección.
Te arrepentirías toda tu vida si dijeras no.
Seguir a Cristo es una bendición.
Es encontrar la verdadera felicidad en este mundo, que solo Dios puede dar.
Y la vida eterna alcanzar, para a Dios, con el alma en plenitud, glorificar.
En este mundo el Señor no te ofrece nada, porque tú no eres del mundo. Y, sin embargo, te promete que no te faltará nada.
Mientras vivas en medio del mundo tendrás los medios para dirigir a las almas al cielo, la tuya primero.
Agradece, hijo mío, porque el Señor te ha dado más de lo que mereces. Te ha dado todo lo que necesitas para servirlo, y te pagará en la otra vida con creces.
No dudes ni un momento en que has tomado la decisión correcta.
Persevera. Toma tu cruz de cada día, y ¡síguelo!, con alegría.
«La llamada a seguir a Jesús implica exigencias muy amplias. Por lo general, seguir a Jesús significa renunciar a todo para unirse a él y acompañarlo por los caminos de su misión. El Antiguo Testamento nos muestra que Dios pedía a su pueblo que lo siguiera mediante el cumplimiento de los mandamientos, pero sin formular exigencias tan radicales. Por el contrario, Jesús manifiesta su soberanía divina exigiendo una entrega absoluta a su persona, hasta el desapego total de los bienes y de los afectos terrenos.
Sin embargo, conviene notar que, aun formulando las nuevas exigencias que implicaba la llamada a seguirlo, Jesús deja a los llamados la libertad de elegirlas. No son mandamientos, sino invitaciones o consejos.
Por otra parte, Jesús asegura que las renuncias que exige la llamada a seguirlo obtienen su recompensa, un «tesoro en los cielos». Promete incluso la vida eterna en el futuro, y el ciento por uno en esta vida. La experiencia nos enseña que la vida consagrada, según el designio de Jesús, es una vida profundamente feliz. Esa felicidad se mide en relación con la fidelidad al designio de Jesús, a pesar de que, según la alusión que hace Marcos en el mismo episodio a las persecuciones, el ciento por uno no elimina la necesidad de asociarse a la cruz de Cristo».
(San Juan Pablo II, Audiencia general, 12.X.94)
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 192)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES