16/09/2024

Mt 11, 28-30

REPARAR EL

SAGRADO CORAZÓN

Reflexión para sacerdotes

desde el Corazón de Jesús

En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

 

«He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado»

(Revelación de Jesús a santa Margarita María Alacoque, año 1675).

 

Amigo mío: quiero celebrar contigo la fiesta de mi Sagrado Corazón.

El sufrimiento de mi Corazón es causado por tantas heridas, tantas ofensas a Dios que hay que reparar.

Se repara con amor, con alegría, con tu trabajo, con tus oraciones, con tus obras buenas, adorándome en esas acciones todos los días.

Se repara amando a Dios por sobre todas las cosas, obedeciendo a mi Padre, haciendo sus obras, amando al prójimo como a ti mismo, expresando tu amor con esas obras.

Se repara imitándome en todo, aprendiendo de mí a vivir en medio de este mundo sin ser del mundo, soportando cada calumnia, cada persecución, cada golpe, cada traición, amando a tus enemigos, pidiendo por su conversión.

Se repara recibiendo y transmitiendo mi amor.

Pero, si tú quieres, amigo mío, reparar las heridas más profundas de mi Corazón, intercede por tus hermanos sacerdotes. Trae a mis amigos a mi Corazón Sagrado, que sufre por ustedes como un loco enamorado, que ha sido despreciado por su amor, y abandonado de ese amor.

Ustedes, mis sacerdotes, son mi amor. Son el amor de mi Corazón. Son el amor derramado en la cruz, con el que yo amo a toda la humanidad, porque, a través de ustedes, es como aquello que es mío ―por lo que vine a pagar, que me corresponde―, lo he de recuperar.

Yo los he llamado primero y los he amado primero. Y si ustedes se van, ¿quién reparará mi Corazón? ¿Quién me devolverá todo ese amor que al mundo le he dado, pero que no han aprovechado?... tan sólo algunos: mis santos.

Si tú quieres reparar completamente mi Corazón, acompaña a mi Madre, y lleva a mis amigos misericordia, para que vuelvan a mí, para que sepan cuánto los amo, para que reciban la compañía de María, y su amor maternal sea su guía para llegar a mí, para llegar al Padre, porque a Él sólo se llega por mí.

Si quieres reparar mi Corazón, glorifica a mi Padre, permitiendo que en ti lo glorifique yo. Esa es la perfecta configuración del sacerdote conmigo, y esta es la perfecta reparación a mi Sagrado Corazón. Toma mi yugo y acepta mi carga. Esa es la perfecta configuración.

Si quieres reparar mi Corazón, permanece conmigo, celebra conmigo el amor. 

El mundo está de luto. Los hombres están experimentando tantas pérdidas. Se han perdido vidas, pero se han ganado santos, mártires para Dios.

Se han perdido cosas materiales, en las que los hombres tenían puestas sus seguridades. Pero se ha ganado que volteen su mirada hacia Dios.

Se ha perdido la convivencia entre tanta gente, pero se ha ganado en obras de caridad y de misericordia, entre tanta gente necesitada, que sufre, y que necesita ser consolada. Y la gente, cuando permanece aislada, tiene más tiempo para pensar, para meditar, para sus sentimientos descubrir y compadecer con el otro, que más que él ha de sufrir.

Se han perdido sueños e ilusiones de bienes materiales, pero se ha ganado que la gente eche a andar su imaginación y sueñe con un mundo mejor.

Aún podría perderse mucho más, y al que me conoce no importarle nada, porque puede perderse el mundo entero, pero yo estoy aquí y mi gracia les basta.

Yo quiero que ustedes, mis amigos, aprendan a meditar en las verdades eternas, y a reparar mi Sagrado Corazón, pidiendo perdón, humillándose ante mí, suplicando la ayuda de Dios para retornar a Él tanto amor derramado para el mundo por mi misericordia.

Amigo mío: si quieres reparar mi Corazón, sigue viniendo al encuentro conmigo en la oración. Permanece en mi amor. Alégrate conmigo. Compadece mi dolor, y celebra la libertad que te concedió mi pasión, mi muerte y mi resurrección.

Amigo mío: si quieres reparar mi Corazón, ama a mi esposa, mi Iglesia, como la amo yo.

 

«Un corazón agradecido. Ser sacerdotes según el Corazón de Cristo significa revestirse de Él, hasta tener sus mismos sentimientos. Entre otras muchas virtudes, el Corazón de Jesús está abierto a la gratitud. La gratitud es una cualidad específicamente cristiana y debe ser propia del modo de ser del pastor. El sacerdote es asimilado al Corazón de Cristo de un modo especial en la celebración de la Eucaristía, que vincula al sacrificio de amor del Señor por su pueblo. Al mismo tiempo, el Papa Francisco ha dado voz con frecuencia al sentimiento de gratitud del Pueblo de Dios hacia los sacerdotes, por el generoso servicio y la ofrenda de su existencia.

Un corazón misericordioso. El sacerdote, configurado con Cristo, es en primer lugar el ministro de la misericordia y de la reconciliación. Llevando esculpida en el corazón la memoria de haber sido guardado y llamado por el Señor no debido a los méritos personales, y haciendo cada día la experiencia de ser tocado por la misericordia de Dios en todo lo que vive y realiza, debe convertirse en signo acogedor del amor de Dios que quiere alcanzar a todos, en cada situación de la vida, para sanarlos del mal. Necesitamos sacerdotes con actitud misericordiosa, capaces de acoger, escuchar, acompañar a los hermanos, de modo particular en el Sacramento de la Reconciliación.

Un corazón compasivo. A los sacerdotes, ministros de Cristo, se les pide el mismo corazón compasivo, que se expresa en la cercanía, en la participación real e integral en los sufrimientos y trabajos de la gente, en la capacidad de relaciones que reavivan la esperanza, en el cuidado de las heridas del Pueblo, especialmente a través de la mediación de la gracia sacramental.

Un corazón vigilante. El sacerdote se topa a veces con lo que el Papa Francisco ha denominado “el cansancio de la esperanza”, esa amargura interior que a menudo nace de la distancia entre las expectativas personales y los frutos visibles del apostolado, o la aridez del corazón que con frecuencia conduce a arrastrar las tareas pastorales y la propia oración hacia la costumbre, la resignación e incluso hacia el abandono. Es necesario, al contrario, dejarse siempre “despertar” por la Palabra del Señor y por el grito del Pueblo de Dios.

Un corazón animoso. El sacerdote según el Corazón de Cristo es aquel que “habita” entre el Señor a quien ha consagrado la vida y el pueblo al que ha sido llamado a servir; él podrá vivir una fecunda caridad pastoral en la medida en que no se apague en Él la vida interior, la oración personal y comunitaria y el dejarse guiar en el acompañamiento espiritual.

Las cinco palabras propuestas para la Jornada de Santificación del Clero, extraídas de la Carta que el Papa Francisco ha dirigido a los sacerdotes el pasado agosto, se refieren a un corazón sacerdotal realmente “consagrado” al corazón de Cristo, o sea, arraigado en la relación personal con Él y por ello configurado con sus mismos sentimientos» 

(Cardenal Beniamino Stella, Prefecto de la Congregación para el Clero, Carta Sacerdotes con el Corazón de Cristo, 19 de junio de 2020, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes).

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 175)

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

Forma Descripción generada automáticamente con confianza media