16/09/2024

Mt 13, 44-46

EL TESORO DE LA HUMANIDAD

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

«El que encuentra un tesoro en un campo, vende cuanto tiene y compra aquel campo» (Mt, 13, 44)

 

Amigo mío: yo soy Rey.

Mi Reino es el Reino de los cielos, y yo he venido a reinar en el mundo. He venido a instaurar el Reino de los cielos en la tierra.

Pero, dime: ¿qué rey puede reinar sin pueblo?

Siendo Dios me hice hombre para caminar en la tierra, y encontré un tesoro. Durante treinta y tres años lo escondí. Y, llegada la hora, pagué con mi sangre, dando todo lo que tenía, hasta la última gota, y ese tesoro compré.

El tesoro de la humanidad. Y a mi Padre se lo regalé.

Cuánta satisfacción sentí cuando, como hijos, se los di, para reinar en cada uno de ellos, y llevarlos conmigo a vivir eternamente en el Reino de los cielos.

La humanidad es mi tesoro. Cada uno de ustedes, mis amigos, son un tesoro invaluable para Dios. Yo los he elegido para que custodien conmigo el hermoso y maravilloso tesoro que gané para Dios.

En sus manos los confío, porque está al acecho el enemigo. Quiere robarlo. No lo permitan. Es mío. Cuentas les pediré.

Yo les doy los medios. Yo mismo los guío, los sostengo. Y a ustedes, antes que a nadie, no los quiero perder.

Atesoren su fe, su esperanza y su caridad.

Busquen el Reino de Dios primero en sus corazones, y luego en los corazones de todos los hombres.

Vivan con justicia. Imiten mis obras. Cumplan mis preceptos, realizando con amor sus ministerios.

Todo lo demás por añadidura se les dará.

Crean que tienen el poder de atar y desatar, de construir y destruir, y de darme un pueblo santo, porque ese poder yo se los di.

Yo soy Rey. Ustedes son los siervos, los soldados del ejército del Rey.

¡¡Viva el Rey!!

 

«El tesoro escondido en el campo significa el deseo del cielo, y el campo en que se esconde el tesoro es la enseñanza del estudio de las cosas divinas: “Este tesoro, cuando lo halla el hombre, lo esconde”, es decir, a fin de conservarlo; porque no basta el guardar el deseo de las cosas celestiales y defenderlo de los espíritus malignos, sino que es preciso además el despojarlo de toda gloria humana (…)

Compra sin duda el campo después de haber vendido todo lo que posee aquel que, renunciando a los placeres de la carne, echa debajo de sus pies todos sus deseos terrenales por guardar las leyes divinas»

(San Gregorio, Homiliae in Evangelia, 12).

 

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 39)

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

 

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