PERMANECER VIGILANTES
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor» (Mt 24, 42)
Hijo mío, sacerdote: prepárate. Mantén tu corazón dispuesto. Permanece alerta. Mantente despierto. Conserva ardiente tu corazón de carne, abierto, porque nadie sabe ni el día ni la hora en que vendrá a pedirle cuentas su Señor.
El mismo que vino al mundo y murió por ti, para salvarte.
El mismo que resucitó para darte vida.
El mismo que subió al cielo a sentarse a la derecha de su Padre.
El mismo que haces bajar del cielo, y está presente en Cuerpo y en Sangre, en Alma, en Divinidad, en presencia viva en la Eucaristía… volverá por ti, con todo su poder y majestad.
Y así, con las mismas disposiciones que procurarías si supieras el día y la hora, y de la misma manera que te prepararías para recibir al Rey de reyes y Señor de señores, yo te aconsejo, hijo mío, que te prepares para recibirlo cada día, porque el día y la hora también es cuando tú celebras la Santa Misa. Es Él, el Rey.
Dime, hijo, ¿cómo encuentra su morada cada día en ti?
¿Como encuentra su morada en el pueblo que te ha confiado?
Debe encontrarlos bien dispuestos, con el alma limpia y con mucho amor.
Ese es el trabajo que debes hacer cada día: limpiar la casa, disponer la mesa, estar pendiente, estar alerta, estar preparado para cuando el Señor venga. Porque te aseguro que, acompañado de sus ángeles, bajar del cielo lo verán.
Que no sea para ti un día de angustia y de terror, sino un día de alegría, de fiesta. El mejor día de tu vida debe ser el día que te llame tu Señor, para que te presentes ante Él y puedas decirle: “Señor, he cumplido con lo que me has pedido. He aquí tu siervo humillado, que pide perdón, que se ampara a tu misericordia, y que te ama”.
Entonces el Señor te dirá: “ven, bendito de mi Padre, ven a tomar posesión de lo que es tuyo. Entra a mi Paraíso, porque has sido un siervo fiel”.
Ten presente, hijo mío, que, aunque tú sólo veas un trozo de pan y un poco de vino, el Señor te mira, está frente a ti, descansa en tus manos. Cristo está vivo y se transforma en alimento de vida y en bebida de salvación para su pueblo, por ti. Recíbelo como Él merece, dignamente, no sea que un día te avergüences en su presencia por tu pecado, y en lugar de salvarte te condene.
Ten cuidado. Procura estar siempre bien preparado.
Tienes los medios para llevar una vida de gracia. Aprovéchalos. Aquí tienes a tu Madre. ¿Necesitas alguna otra cosa?
«Así, pues, porque no limitaran su fervor al día de la propia muerte, el Señor no revela ni el común ni el propio de cada uno, pues quiere que lo estén siempre esperando y sean siempre fervorosos. De ahí que también dejó en la incertidumbre el fin de cada uno.
Luego, sin velo alguno, se llama a sí mismo Señor, cosa que nunca dijo con tanta claridad.
Mas aquí paréceme a mí que intenta también confundir a los perezosos, pues no ponen por su propia alma tanto empeño como ponen por sus riquezas los que temen el asalto de los ladrones. Porque, cuando éstos se esperan, la gente está despierta y no consiente que se lleven nada de lo que hay en casa.
Vosotros, empero, les dice, no obstante saber que vuestro Señor ha de venir infaliblemente, no vigiláis ni estáis preparados, a fin de que no se os lleven desapercibidos de este mundo.
Por eso aquel día vendrá para ruina de los que duermen. Porque, así como el amo, de haber sabido la venida del ladrón, lo hubiera evitado, así vosotros, si estáis preparados, lo evitaréis igualmente»
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (II), Homilía 77).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 48)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES