INSTRUMENTOS DE MISERICORDIA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda» (Mt 5, 39)
Hijo mío, sacerdote: tu Señor te ha prometido el ciento por uno en esta vida, junto con persecuciones, y te pide que pongas la otra mejilla. Y así Él prueba tu humildad y tu virtud sacerdotal.
Te pide que no hagas resistencia al hombre malo, sino que resistas a la tentación y al pecado.
Que respondas al mal con el bien.
Que domines tus pasiones.
Que te serenes y, antes de actuar, pienses quién eres.
No debes comportarte como lo hacías antes, como un hombre cualquiera, al que le hierve la sangre que corre por sus venas ante la violencia, la injusticia, la difamación, la persecución, la calumnia, la traición, las falsas acusaciones, las malas intenciones, y que se rinde ante el deseo de venganza; que guarda rencor y aplica la ley que no es de Dios: ‘ojo por ojo y diente por diente’.
Tú, hijo mío, estás configurado con la misericordia. Debes responder siempre, y ante quien sea, con amor; soportarlo todo, uniendo tus sacrificios al único y eterno sacrificio de tu Señor.
No quiere decir que no puedas sentir, sino, al contrario, que en el sentir domines a la carne, practicando la virtud, comportándote a la altura de tu dignidad sacerdotal, dando ejemplo de perdón, de reconciliación y de paz.
Tú actúas en la persona de Cristo. Mira la cruz. Intenta contar sus heridas, y descubrir cuántas le hiciste tú. Él pone la mejilla una y otra vez, perdonándote una y otra vez.
Aprende de Él y perdona tú también. Y alégrate, porque bienaventurado serás por haber sido perseguido por su causa.
Él, que fue llevado como cordero al matadero ―y no abrió la boca―, en el suplicio de la cruz, con gran esfuerzo, abrió la boca para decir: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Ve y haz tú lo mismo.
Que la cruz sea para ti la definición de la justicia divina por amor.
Bendice a los que te ofenden.
Da a los que te piden.
Perdona siempre.
No niegues nunca un sacramento.
Tú eres un sagrado instrumento de la misericordia derramada en la cruz.
«Nada hay que tanto reprima a los que golpean, como la mansedumbre de los golpeados.
De manera que el golpeado no solamente contiene el ímpetu del que golpea, para que no pase adelante, sino que de hecho lo hace arrepentirse, y que, admirado de la moderación del otro, se aparte.
Y aun hace, a veces, de los enemigos amigos, y aun familiares y servidores.
Por el contrario, la venganza tornada, produce los efectos al revés: cubre de oprobio a ambos contendientes y los vuelve peores, y más les excita la llama de la ira y, con frecuencia, yendo adelante el daño, se llega hasta el asesinato.
Por tal motivo, ordena Cristo que no se irrite el golpeado, sino que aun llene las ansias del que lo hiere, para que no parezca que ha recibido contra su voluntad el golpe primero.
De este modo hiere al impudente con una herida más ejecutiva que si con la espada lo hiriera y lo hace más moderado»
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, n. 18).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 54)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES