OBRAR CON SABIDURÍA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas. Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos» (Mt 10, 16-18).
Hijo mío: persevera en tu entrega.
Todo esto pasará. Cielos y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará.
Todo se cumplirá, todo lo que ha prometido se hará, pero Él ha querido considerarte, tomarte en cuenta, contar contigo en su plan divino. Ha querido hacerte parte con Él, involucrarte en sus designios, compartir contigo su cruz, para compartir también contigo su gloria en el Paraíso.
Y te muestra el camino. Te pide que seas sencillo como las palomas, y astuto y precavido como las serpientes. Es decir, que permanezcas pequeño, que seas humilde, pero que no te distraigas, que estés atento y obres con sabiduría.
Y el que es sabio es el que es dócil al Espíritu Santo. El sabio desaparece, dando total libertad para que sea el Espíritu del Padre quien obre en él y hable a través de él.
El hombre sabio reconoce sus limitaciones humanas, sus debilidades, sus flaquezas. Sabe que solo no puede luchar y ganar las batallas contra sus enemigos. Por tanto, no los enfrenta solo, pide ayuda para resistir ante la tentación, y domina sus pasiones, y sale victorioso, porque cuenta con la gracia de Dios. Se deja guiar por la sabiduría divina, obedece y se humilla, renunciando a sí mismo para entregarse completamente a Dios. Y Él, que lo conoce perfectamente, porque lo creó, le dará los medios para que alcance la perfección.
Esa es la vida en santidad que vivió Cristo, tu Señor. Imítalo.
Grandes y difíciles son las pruebas que debes superar. Persevera, estás caminando en el camino de la santidad. Soporta con paciencia los errores de los demás. Persevera en la oración, vive en paz y lleva a los demás la paz de tu corazón.
Conserva la paz a pesar de las dificultades, de los malos momentos que el enemigo te hace pasar, a pesar de las persecuciones de quienes no te comprenden, y de quienes, tan solo porque ven en ti a Cristo, te hacen la vida difícil.
Alégrate, porque es por Cristo por quien das la vida. Padece con Él, y serás glorificado con Él. Pero no permitas que nadie pisotee tu dignidad.
Eres un hombre sagrado, y así te debes comportar, defendiendo lo que es de Dios. Por tanto, cuida especialmente, hijo mío, tu castidad. No te expongas a la tentación. Con toda sencillez y astucia aléjate de la ocasión de pecado.
Puedes, porque estás con Cristo configurado, y Él es un vencedor.
Cristo ha vencido al mundo, y tú tienes el poder para hacer lo mismo.
Recibe mi abrazo de Madre y mi protección.
«Queridos hermanos, es necesario perseverar y soportar. Así, seguros de la esperanza de la verdad y de la libertad, podremos llegar a esta verdad y a esta libertad, porque si somos cristianos es por obra de la fe y de la esperanza. Pero para que la esperanza y la fe puedan dar sus frutos, es necesaria la paciencia...
Que nadie se mantenga en la impaciencia, ni se deje abatir en el camino del Reino, distraído y vencido por las tentaciones. No jurar, no maldecir, no reclamar lo que nos han quitado a la fuerza, poner la otra mejilla, perdonar a los hermanos sus yerros, amar a los enemigos y orar por los que nos persiguen: ¿cómo llegar a hacer todo esto si no se está firme en la paciencia? Es lo que vemos que hizo Esteban... No pide la venganza, sino el perdón para sus asesinos: ¡Señor, no les tengas en cuenta su pecado! (Hch 7, 59). Así el primer mártir de Cristo... no fue solamente el predicador de la pasión del Señor, sino que le imitó en su extrema paciencia. Cuando en nuestro corazón habita la paciencia, no hay cabida en él para la cólera, la discordia y la rivalidad. La paciencia de Cristo quita todo esto para construir en su corazón una morada pacífica en la que el Dios de la paz se complace en habitar»
(San Cipriano de Cartago, De las ventajas de la paciencia, 13.16).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 178)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES