HABLANDO
ENTRE AMIGOS
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de Jesús
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Los fariseos dicen una cosa y hacen otra» (Mt 23, 3)
Amigo mío: te he llamado para hablarte de amigo a amigo.
Los sacerdotes son mis amigos si hacen lo que yo les digo.
Pero algunos de ustedes, aunque cumplen con su misión, dedicando su vida a la predicación, dicen una cosa y hacen otra.
¿Cómo puede ser mi amigo el que se comporta como mi enemigo?
¿Cómo puede ser llamado amigo aquel que es mi siervo, pero que no me sirve, porque se comporta como fariseo?
Si ustedes, mis sacerdotes, no hacen lo que yo les digo ¿¿a quién enviaré??
¿Quién hará mis obras, y aun mayores?
¿Quién se hará último, para ser primero conmigo?
Ustedes son mis elegidos para hacer lo que yo les digo, para predicar mi Palabra con su boca y con el ejemplo.
¿Cómo van a reunir a sus rebaños para que sigan al Buen Pastor, si parecen, más que pastores, ¡lobos que las dispersan!?
¿Cómo pueden llamarse padres, maestros y guías, si no son como yo?
No me extraña que las ovejas caminen como si no tuvieran pastor. Si en ustedes no ven buenas obras, no pueden ver al Hijo de Dios, que vino al mundo para dar la vida por ellas, para liberarlas, para rescatarlas, para abrirles la puerta del Paraíso, y no para ponerles cargas tan pesadas, que ustedes mismos no cargan.
Amigos míos: compadezcan a mi Madre al pie de mi cruz, que sufre por los pecados de ustedes que cargo yo, y que causan las heridas más profundas a mi corazón.
Suban a la cruz conmigo, haciendo lo que yo les digo, y reparen con sus obras de amor las heridas que ustedes mismos y sus hermanos me han causado por sus graves pecados.
Yo, por mi parte, ya los he perdonado, me he adelantado. Lo único que falta es que ustedes se arrepientan y me pidan perdón. Entonces, todo quedará en el pasado. Todo será olvidado. Serán renovados y configurados totalmente conmigo.
Yo les daré un corazón como el mío, para que sufran conmigo por aquellos que aún no me piden perdón, pero que yo espero con paciencia, sostenido por las lágrimas de una Madre, que llora, suplicándole a Dios que atraiga a sus hijos hacia mí, para que se humillen conmigo en esta cruz, y haciéndose últimos, sean exaltados conmigo, haciéndose primeros en el Reino de los cielos.
Ustedes, mis amigos, son la puerta de las ovejas, para que ellas puedan entrar al Paraíso. Si ustedes me aman, abran la puerta, déjenlas entrar. Pero, si quieren mi corazón verdaderamente alegrar, no se queden afuera: entren por esta puerta, porque eso es lo que yo les digo.
Mi deseo es que ustedes tengan parte conmigo. Eso es lo que hacen los amigos.
«El demonio se esfuerza en corromper el ministerio de los sacerdotes, que ha sido establecido para fomentar la santidad, procurando que esto, que es tan bueno, se convierta en malo, en cuanto depende de los hombres.
Quitemos el mal proceder del clero y todo saldrá perfectamente; de aquí se desprende que es difícil el arrepentimiento de los sacerdotes que pecan.
Y el Señor quiere manifestar en esto la causa de por qué no podían creer en Jesucristo, esto es, porque todo lo hacen para ser vistos por los hombres»
(Pseudo - Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 15)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES