ENVIADOS PARA
QUE CREAN
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de Jesús
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué señal vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras?”» (Jn 6, 30).
Amigo mío: me gusta hablar contigo.
Dime ¿quién dicen los hombres que soy yo?
Tú dices que yo soy el Hijo de Dios vivo porque crees en mí.
Porque tú no has dejado todo para tomar tu cruz y seguir a un fantasma, sino al Hijo de Dios vivo.
Pero hay muchos hombres que no creen en mí.
Me piden pruebas de mi existencia. Me piden señales de mi poder. Cuestionan mis obras.
A veces reciben el alimento de vida, bajado del cielo, pero no creen.
Me tratan con indiferencia, como si yo fuera tan solo un trozo de pan, fruto de la tierra.
No creen que el sacerdote tenga ningún poder.
Nada de lo que está escrito sobre mí les interesa. Siguen esperando que el Mesías venga. ¡Y yo estoy aquí!
Puedes imaginar cómo eso me hace sufrir.
Yo te envío a predicar mi Palabra, a decirles la verdad, a dar testimonio de mí, para que crean, porque solo el que venga a mí no tendrá hambre y no tendrá sed.
Yo soy la vida. Solo alimentándose de mí tendrán vida eterna.
Cuánto deseo que vengan todos a mí, para que puedan ir a mi Padre, porque nadie va al Padre si no es por mí.
Yo ruego por la conversión de aquellos necios e incrédulos. Pido a mi Padre que les dé un corazón como el mío, porque nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae hacia Él.
Que crean. Esa es mi obra, eso es lo que tú debes hacer: procurar que crean en mí, porque tú, sacerdote de mi amor, eres instrumento de mi Padre para que los hombres vengan a mí.
Ruego para que el dueño de la mies envíe más obreros a sus campos, porque aún son muchos los que no creen en mí.
Yo te pido, amigo mío: convéncelos, háblales de mí, tráelos a mí.
Pero antes, ven tú primero. Entra en mi corazón y dime: “Jesús, en ti creo”.
«¿Qué debemos hacer para lograr la merced de Dios? No lo preguntaban para aprender y ponerlo por obra, como se ve por lo que sigue, sino queriendo inducirlo a que de nuevo les suministre pan para volver a saturarse. ¿Qué les responde Cristo?: Esta es la obra que quiere Dios: que creáis en el que Él envió. Instan ellos: ¿Qué señal nos das para que la veamos y creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto.
¡No hay cosa más necia y más estulta que eso! Cuando el milagro estaba aún delante de sus ojos, como si nada se hubiera realizado le decían: ¿Qué señal nos das? Y ni siquiera le dan opción a escoger, sino que piensan que acabarán por obligarlo a hacer otro milagro como el que se verificó en tiempo de sus ancestros. Por eso le dicen: Nuestros padres comieron el maná en el desierto. Creían que por este camino lo excitarían a realizar ese mismo milagro que los alimentaría corporalmente. Porque ¿por cuál otro motivo no citan sino ése, de entre los muchos verificados antiguamente; puesto que muchos tuvieron lugar en Egipto, en el mar, en el desierto? Pero sólo le proponen el del maná. ¿No es acaso esto porque aún estaban reciamente bajo la tiranía del vientre?
Pero, oh judíos: ¿cómo es esto que aquel a quien vosotros llamasteis profeta y lo quisisteis hacer rey por el milagro que visteis, ahora, como si nada se hubiera realizado, os le mostráis tan ingratos y pérfidos, que aún le pedís una señal, lanzando voces dignas de parásitos y de canes famélicos? ¿De modo que ahora, cuando vuestra alma está hambreada, venís a recordar el maná?»
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Juan, Homilía 45).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 154)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES