BUEN PASTOR
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de Jesús
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«El buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn 10, 11)
Amigo mío: yo soy el Buen Pastor. Yo conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí. Yo doy la vida por mis ovejas, para darles vida y llevarlas conmigo al Paraíso.
La voluntad de mi Padre es que yo no pierda nada de lo que Él me dio. A mis ovejas Él me las dio. Y yo te he llamado a ti, te he elegido, y te he constituido sacerdote, para ayudarme.
Pero, para reunir a mi rebaño, debes ser como yo. Debes tener mi voz, para que te sigan. Debes, por tanto, permanecer configurado en todo conmigo, para que, cuando te escuchen, escuchen mi voz. Para que me conozcan y me reconozcan en ti, y seas tú conmigo uno, Buen Pastor.
¡Hay tantos lobos en el mundo! Algunos se disfrazan de ovejas. Otros se disfrazan de pastores y se hacen pasar por mis amigos, engañando y dispersando a mi rebaño.
Tú eres como yo, Cordero y Pastor. Yo te cuido y te protejo. Te abrazo. Curo tus heridas.
Yo soy tu Pastor. Tú también debes conocerme y seguirme. Debes escuchar mi voz.
Eres pastor configurado conmigo, para que las ovejas de todas las naciones escuchen mi voz, para que me conozcan, para que me sigan, para reunirlas en un solo rebaño y con un solo pastor. Ese es el compromiso que hiciste conmigo el día de tu Ordenación.
Cualquier ministerio sacerdotal tiene como fin la misma misión: reunir a mis ovejas en una santa Iglesia, a través de la Palabra y del ejemplo, tal como lo hice yo, dando la vida por ellas, porque por ellas vine yo.
Pero, a veces, se comportan mis pastores como lobos. Y si me conocieran, sabrían que en mí despiertan la ira de Dios. El celo por la casa de mi Padre me devora, porque míos son. Yo soy su dueño.
No soy un asalariado, a quien no le interesa esforzarse por conservar lo que no es suyo. Los pastores de mi rebaño son míos, y yo no los dejaré, no los abandonaré. Los corregiré.
Pero si alguno no quiere dar su vida por mí, no lo obligaré. Aunque mi corazón sufra un dolor desgarrador por su traición, su libertad respetaré. Así de grande es mi amor. Pero antes, insistiré. No me cansaré de llamarlo para que escuche mi voz.
Es necesario reunir a mi rebaño, pastores y ovejas, con mi Madre. Ella los protegerá, los auxiliará, intercederá, para que no se pierda ninguno.
Pero, amigo mío, hay otras ovejas que no son de este redil. Y es necesario también atraerlas a mí. Unidad, eso debes fomentar, con Pedro, en la Santa Iglesia, y con todos los que aún están separados de la Iglesia. Esa es tu misión.
Eleva tu voz. Evangelizar es a lo que te envié yo. A pesar de las circunstancias adversas, de las distancias, de las tormentas, de los desiertos, de las pandemias, de las guerras, de las persecuciones, de tus debilidades y miserias, yo te doy los medios, porque yo soy tu Señor. Te he llamado para seguirme. Quiero que el mundo me conozca y escuche mi voz.
Junto a mí está tu gloria. Cumple, sacerdote mío, con tu misión.
Yo te llamo, amigo mío, hermano mío, porque eres el amor de mi corazón. Pero no olvides que eres siervo, y en total libertad has aceptado tu condición.
Sírveme por amor.
«El lobo arrebata y dispersa las ovejas cuando al uno le lleva a la lujuria, al otro le inflama en la avaricia, a éste le hincha con la soberbia, a ése le separa por la ira, a aquél le seduce con la envidia y al otro le suplanta con el engaño.
Luego, cuando el diablo mata con las tentaciones al pueblo fiel, es como que el lobo dispersa el rebaño.
Mas, contra todo esto, el mercenario no se enciende en celo alguno, no se mueve con algún fervor de la caridad, porque, como sólo busca las ganancias exteriores, sobrelleva negligente los daños interiores de la grey»
(San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, Libro 1, Homilía 14).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 26)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES