22/09/2024

Jn 12, 44-50

DAR A CONOCER

A CRISTO

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de María

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

«El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día» (Jn 12, 48).

 

Hijo mío, sacerdote: hoy quiero hablarte de tu misión.

Mi Hijo Jesucristo te ha enviado a predicar su Palabra, llevando el Evangelio a todos los pueblos.

Esa es, hijo mío, tu misión.

Sagrada misión.

Es necesario que comprendas bien esto: predicar el Evangelio es predicar a Cristo.

Él es el Verbo encarnado, la Palabra de Dios.

Él lo ha enviado como luz para iluminar al mundo. 

Por tanto, predicar el Evangelio es dar testimonio de Él.

Es darlo a conocer.

Es revelar al Padre a través del Hijo, y al mismo tiempo es tocar a Dios con tu lengua, con tus ojos, con tus oídos, con el tacto, con el olfato, con todos tus sentidos, especialmente con tu corazón. Y dejarte tocar por Él, dejar que te transforme el amor, dejarte mirar, dejarte de su gracia llenar. 

La Palabra es una persona, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Hombre y Dios.

Para que lo puedas comprender como Palabra, de la boca de hombre se ha querido expresar, y tú eres su instrumento para que la entiendan los demás.

La Palabra de Dios, en boca del sacerdote, es el mismo Cristo vivo, que desea tocar y ser tocado por su pueblo con todos sus sentidos, para iluminarlos y no vivan más en la oscuridad.

Él ha venido no a condenarlos, sino a salvarlos, y te ha elegido para obrar en su nombre, para predicar en su nombre, con el poder que su Padre le ha dado a Él, y te ha enseñado con el ejemplo a obedecer. 

Tú eres luz de las naciones. Abre tu boca, para que llegue la luz a todos los rincones del mundo. La oscuridad es la ausencia de la luz. Por tanto, en donde haya oscuridad, quiere decir que no has llegado tú. 

Esfuérzate por cumplir con tu misión, para conducir al pueblo de Dios a la salvación. Pero si tú no crees que eres luz, es que vives en la oscuridad, porque te has alejado de la verdad. 

¡Vuelve, hijo mío sacerdote, a la luz!

¡Vuelve a brillar!

Yo te acompaño.

Lleva con tu luz al mundo la paz.

Esfuérzate para que te escuchen, para que te crean, porque el que cree en ti, no cree en ti, sino en aquel que te ha enviado.

Los medios se te han dado. 

 

«La misión de la Iglesia no puede ser considerada como algo facultativo o adicional de la vida eclesial. Se trata de dejar que el Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo (Jn 20,21), para comunicar la Palabra con toda la vida.

Es la Palabra misma la que nos lleva hacia los hermanos; es la Palabra que ilumina, purifica, convierte. Nosotros no somos más que servidores.

Es necesario, pues, redescubrir cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo. 

Renovamos en este sentido la conciencia, tan familiar a los Padres de la Iglesia, de que el anuncio de la Palabra tiene como contenido el Reino de Dios (cf. Mc 1, 14-15), que es la persona misma de Jesús (la Autobasileia), como recuerda sugestivamente Orígenes[1].

El Señor ofrece la salvación a los hombres de toda época. Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la vida social[2].

No se trata de anunciar una palabra sólo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva»

(Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, n. 93).

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

 

(Pastores, n. 157)

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

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[1] Cf. In Evangelium secundum Matthaeum 17, 7S. Jerónimo, Translatio homiliarum Origenis in Lucam, 36.

[2] Cf. Homilía en la Eucaristía de la apertura de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (5 octubre 2008)