22/09/2024

Jn 13, 21-33, 36-38

RENOVAR LAS PROMESAS 

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

 

 

«Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar» (Jn 13, 21).

«Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces» (Jn 13, 38).

 

Amigo mío: yo he llamado y he elegido a algunos hombres de entre el mundo, para hacerlos mis siervos, mis discípulos. 

Y tanto amor he puesto en ellos, tanto les he confiado, que conmigo los he configurado. 

Y no los he llamado siervos, los he llamado amigos.

Cómo duele la traición de un amigo.

Cómo duele el abandono de aquellos que tanto amo.

Cómo duelen las heridas de mi corazón, especialmente por los pecados de aquellos que blasfeman contra el Espíritu Santo con la falsa predicación. 

Cómo duelen las heridas de mi cuerpo, especialmente por los pecados de la carne, de los que son carne de mi carne por estar configurados conmigo.

Renueva tus promesas.

Cómo duele ser negado ante los hombres por aquel que ha jurado amarme. 

Cómo duele la indiferencia de aquellos que se alejan de mí. 

Amigo mío, tú no me traiciones. 

Vuelve a mí, renueva tus promesas.

Sirve a mi Iglesia predicando mi palabra, administrando mi misericordia, confiando en mí, abandonándote en las manos de mi Padre y en su divina providencia, muriendo al mundo en esta cruz conmigo, postrándote ante mí arrepentido, pidiendo perdón, reconociendo tus miserias, tu debilidad, tu cobardía, tu pecado. 

No tengas miedo, vuelve a mí. 

Tómate de la mano de mi Madre y deja que te acompañe, y que te acoja bajo su amparo de Madre. Imita sus virtudes y permanece con ella junto a mí.

Pide al Espíritu Santo que te llene de sus dones para que no caigas en las tentaciones, para que no me niegues ni me traiciones. 

No me digas que yo te he abandonado, porque yo siempre cumplo mis promesas, y yo te he prometido que estaré contigo todos los días de tu vida. 

Yo estoy aquí, en esta cruz, con los brazos abiertos, esperando por ti. Eres tú el que me abandona, el que se aleja de mí. Yo muero por ti, para que tú vivas por mí.

Vuelve a mí. Yo voy a perdonarte, porque no quiero perderte, eres mío, yo te deseo para mí. 

Ten el valor de decirme que me has negado, que me has traicionado, y yo te diré: “Amigo mío, ven a mí. Te amo”. 

Yo ruego a mi Padre que tengas mis mismos sentimientos, para que yo lo glorifique en ti. 

 

 

 

«Pedro, en su debilidad, comprendió lo enorme de su pecado, y demostró con su llanto cuánto mal había cometido negando a Cristo. Ni cuando tales cosas decimos se debe creer que nos es grato inculpar al primero de los apóstoles. Antes queremos sacar de esta consideración la enseñanza de cuán débiles son las fuerzas humanas y la propia confianza»

(San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 66).

 

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 19)

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

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