22/09/2024

Jn 15, 9-17

ELECCIÓN DIVINA

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

«No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca» (Jn15, 16).

 

Amigo mío: ¿recuerdas aquella vez, cuando sentiste en tu corazón el deseo de servirme?

Qué momento de pasión, de alegría y de confusión.

Cuánta emoción había en tu corazón al darte cuenta de cuál es tu verdadera vocación.

Y cómo te sentiste –cuando pensabas que eras tú quién debía tomar la decisión de elegir el don del sacerdocio como camino de santificación–, al darte cuenta de que no eras tú quién eligió, sino yo.

Una elección divina.

Un amor de predilección.

Elegido del Hijo de Dios para salvar a su pueblo.

Necesitaste valor.

Cuántas preguntas y dudas había en tu corazón.

Indigno siervo mío, te llamé yo, para llamarte amigo, sacerdote mío, amor de mi corazón.

Y cuánta paz te dio tomar tan difícil decisión: dejarlo todo para servir a Dios.

Recuerda ese primer momento en que, tumbado en el suelo, te hiciste mío. Me entregaste tu corazón. Te despojaste de todo. Muriendo al mundo, deseaste con todo tu ser configurarte conmigo. Te enamoraste de mí como un loco, pero yo te amé primero.

Recuerda ese primer amor.

Muchos son mis elegidos, pero no todos han dicho sí. Y algunos, aun después de decir sí, me han traicionado, se han ido, se han apartado de mí.

En mi mesa había un lugar que alguien debía ocupar. Faltabas tú. Yo no esperaba a nadie más. A ti te elegí. Un lugar tenía preparado para ti. Y dijiste sí. Aquí estás.

Yo te envié para que dieras fruto, y fruto en abundancia has dado ya. Pero yo te elegí para que des más, y lo harás.

Eres mío. Yo te amo y cuento contigo.

Yo te pido que des tu vida por mí, para que muestres al Padre que tienes un amor muy grande, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Yo soy tu amigo, y mi Padre te glorificará. Vivirás eternamente conmigo.

Dar la vida por mí es un honor. Para eso te elegí.

Te aseguro que no te vas a arrepentir. Ya lo haces.

Dime: ¿te gusta ser sacerdote?

Tú eres sacerdote para siempre. Ahí está tu felicidad. No busques en otra parte. Conmigo la encontrarás. Yo te prometo mi Paraíso. Haz lo que yo te digo y vivirás.

Siéntete agradecido porque has sido elegido para ser mi siervo, pero yo te llamo amigo.

 

«Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos y dijo. Pedro, a quien se había encomendado el rebaño de Cristo, es el primero en hablar, llevado de su fervor y de su primacía dentro del grupo: Hermanos, tenemos que elegir de entre nosotros. Acepta el parecer de los reunidos, y al mismo tiempo honra a los que son elegidos, e impide la envidia que se podía insinuar.

Propusieron —dice el texto sagrado— dos nombres: José apellidado Barsabá, desobrenombre Justo, y Matías. No es Pedro quien propone los candidatos, sino todos los asistentes. Lo que sí hace Pedro es recordar la profecía, dando a entender que la elección no es cosa suya. Su oficio es el de intérprete, no el de quien impone un precepto.

Todos rezan, diciendo: Señor, tú penetras el corazón de todos, muéstranos. «Tú, no nosotros». Llaman con razón al que penetra todos los corazones, pues él solo era quien había de hacer la elección. Le exponen su petición con toda confianza; dada la necesidad de la elección. No dicen: «Elige», sino muéstranos a cuál has elegido, pues saben que todo ha sido prefijado por Dios. Echaron suertes: No se creían dignos de hacer por sí mismos la elección, y por eso prefieren atenerse a una señal»

(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el libro de los Hechos de los apóstoles, Homilía 3)

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 159)

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

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