UNIDAD EN LA VERDAD
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad» (Jn 17, 18-19).
Hijo mío, sacerdote: que la paz sea contigo.
Conserva la paz de Cristo en tu corazón meditando en su oración sacerdotal.
Es muy noble lo que para ti pidió al Padre.
Que te cuide, que te proteja.
Que envíe al Espíritu Santo sobre ti.
Que seas uno con Él, como Él y el Padre son uno.
Que lo glorifique con la gloria que tenía antes de que el mundo existiera, para que Él tuviera la fuerza para cumplir su misión, y darte vida eterna.
Que conozcan al Padre.
Que lo conozcan a Él a través de tu predicación, para que el Hijo glorifique en ti al Padre.
Y no solo rogó por ti, sino por todos aquellos que creerán por ti.
Tu Señor desea santificarte en la verdad.
Él es la verdad, la Palabra de Dios es la verdad.
Él es la Palabra de Dios, el Verbo encarnado, y a predicar el Evangelio te ha enviado, que quiere decir que lo des a conocer a Él, para que crean en Él, porque solo el que crea en Jesucristo se salvará.
Cada oveja de tu rebaño es un hijo para mí, desde el más justo hasta el más pecador, el niño, el joven, el adulto, el anciano.
Hijo mío: yo soy Madre de Dios y Madre tuya, y te amo.
Y a tu rebaño en ti lo amo. Tú y ellos son uno, porque Cristo te los ha confiado. Y yo también confío en ti.
Ayúdalos a tomarse de mi mano, y yo te ayudaré a conducirlos a Jesús, para que tú y ellos sean uno en Él y sean uno en el Padre, con Él, por Él y en Él.
Entonces todos seremos uno, y mi Corazón Inmaculado manifestará su triunfo, porque la unidad conduce al establecimiento de la paz.
Pero, hijo mío, si tú te alejas de tu rebaño, ¿quién conseguirá la unidad? El Señor cuenta contigo. Vuelve a Él, no importa cuántas veces de su lado te has ido, Él ya sabe.
El mundo te odia y has sido perseguido, incluso por algunas ovejas de tu propio rebaño. Pero precisamente a esas ovejas debes salvar. Es a ellas a las que el Señor ha venido a buscar, para abrazarlas, para convertirlas, para sanarlas, para conseguir con las demás la unidad en el amor, en la verdad.
Santifica al pueblo de Dios con la ayuda del Espíritu Santo, que te da la gracia, que te da la fuerza, que te da la humildad, que te da el valor para irlas a buscar, y te da la claridad, para que puedas ver que tú tienes el poder de Cristo, porque te lo ha dado Él.
Abraza tu cruz. Sé dócil, y permanece dispuesto a que en ti el Hijo glorifique al Padre. Yo te acompaño.
Te llevo de mi mano. Ora al Padre y pide, en el nombre de Cristo, todo lo que te dicta tu corazón. El ejemplo Él te lo dio. Medita en su oración y pide lo mismo.
Agradece el amor de predilección y la elección de tu Señor, y corresponde a tan grande amor, cuidando lo que es tuyo, porque Él te lo ha dado. No permitas que se pierda ninguno.
Yo te protejo, te acompaño y te ayudo.
«El Señor afirma: No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal, pues, aunque ya no eran del mundo, sin embargo, tenían aún necesidad de estar en el mundo.
Repite idéntica idea; afirma: No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.Santifícalos en la verdad (Jn 17,15-17), pues así son guardados del mal, cosa que más arriba ha pedido que sucediera.
Por otra parte, puede preguntarse cómo no eran ya del mundo si aún no estaban santificados en la verdad o, si ya lo estaban, por qué implora que lo estén. ¿Acaso porque, aun santificados, progresan en idéntica santidad y son hechos más santos, y esto no sin la ayuda de la gracia de Dios, sino porque santifica su progreso el que ha santificado su comienzo? Por ende, también el Apóstol dice: Quien comenzó en vosotros una obra buena, la terminará hasta el día de Cristo Jesús (Flp 1,6).
Así pues, son santificados en la verdad los herederos del Testamento Nuevo, de cuya realidad habían sido sombras las santificaciones del Viejo Testamento y, evidentemente, cuando son santificados en la verdad son santificados en Cristo, quien ha dicho verazmente: Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida (Jn 14,6).
Asimismo, cuando aseveró: «La verdad os librará», para exponer poco después por qué lo había dicho afirma: Si el Hijo os liberare, entonces seréis verdaderamente libres (Jn 8,32. 36): para mostrar que él había llamado primero la verdad a lo que a continuación ha llamado el Hijo.
¿Qué otra cosa, pues, ha dicho también en este lugar, Santifícalos en la verdad, sino santifícalos en mí?»
(San Agustín, Sobre el Evangelio de San Juan)
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 166)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES