FILIACIÓN DIVINA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’» (Jn 20, 17)
Hijo mío, sacerdote: yo soy portadora de la buena nueva. Yo les he traído misericordia.
¡Alégrate, hijo mío! El Señor ha resucitado. Y un maravilloso mensaje al mundo le ha dado a través de una mujer, dejando claro que, en mí, Él mismo ha elevado la dignidad de la mujer.
El Señor ha creado a la mujer como portadora de buenas noticias, portadora de vida. Él es la vida.
Portadora de fe, de esperanza y de amor, virtudes que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano.
Y a la mujer le da el don de comunicar, de transmitir, de llevar el mensaje de la vida, impreso en la esencia misma de su ser.
¡Qué gran regalo le ha hecho Dios al hombre cuando ha creado, para él, a la mujer!
Pero la buena nueva que trae al hombre la mujer se la da Él. El mensaje, la buena nueva, es la filiación divina, que, a través de su pasión y su muerte, les ha conseguido Él, para que eleven sus ojos al cielo y digan: Abba!, y se acerquen confiados al trono de la gracia, como verdaderos hijos de Dios, porque lo son.
He ahí el misterio de la salvación consumada. Dios Padre acoge a todos los hombres como hijos, por el Hijo, a quien envió para salvarlos.
Y si eres hijo del Todopoderoso, que tanto te ama, ¿de qué te preocupas?
Déjate abrazar por tu Padre Dios. Confía en su bondad y en su misericordia.
Acércate a mí, déjame acompañarte, y a sus brazos llevarte. He aquí el resucitado. Te llevo a Él, y por Él, con Él y en Él, serás uno con el Padre.
Pero, para ti, hijo mío sacerdote, hay noticias aún mejores. Tú no sólo eres hijo de Dios, como todos los hombres. Tú has sido configurado con el Hijo único de Dios, que ha venido a salvar al mundo, ha sido crucificado y muerto en la cruz, y ha resucitado.
Tú tienes, hijo mío, la vida eterna en tus manos. Tienes el poder de dar vida eterna.
Usa bien tu poder para subir con Cristo a su Dios y tu Dios, a su Padre y tu Padre.
El triunfo sobre la muerte es lo que Cristo vivo ha venido a anunciarte.
Alégrate, porque Él ha vencido al mundo, y está contigo, para ayudarte a conducir a todos los hijos de Dios al Paraíso, del cual, por tu configuración con el Rey de reyes y Señor de señores, ya eres parte.
Vive, hijo mío sacerdote, en este mundo el Paraíso, en el ser y actuar en la persona de Cristo.
Valora el mensaje que te ha traído, de boca de una mujer, Él mismo.
El Paraíso es Jesucristo.
«He aquí borrada la culpa del género humano en el mismo sitio donde se cometió. Porque en el paraíso una mujer transmitió la muerte a la humanidad, y desde el sepulcro una mujer anunció a los hombres la vida, y refiere las palabras del que la vivifica la misma que había referido las de la serpiente»
(San Gregorio Magno, Homilías sobre el Evangelio, n. 25).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 23)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES