22/09/2024

Jn 20, 19-23

CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO

Reflexión para sacerdotes 

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís 

 

«Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”» (Jn 20, 22).

 

Amigo mío: así como mi Padre me envió, con el mismo poder y la fuerza del Espíritu Santo, te envío yo, a predicar mi Palabra, a administrar los sacramentos, a llevar la paz que está contigo, porque yo te la di.

Y te doy el poder de perdonar los pecados de los hombres. Los pecados que tú perdones quedarán perdonados. Pero los que no perdones quedarán sin perdonar.

Grande es tu poder. Grande es tu responsabilidad. De todo lo que yo te doy te pediré cuentas. Y esto que te digo tú ya lo sabías, y lo has aceptado bien. Cumple tu palabra, y tráeme almas.

Recibe el Espíritu Santo, para que infunda en ti sus dones cada día, y te perfecciones. No esperes ver una paloma volando sobre ti, ni lenguas de fuego sobre tu cabeza. Antes bien, descubre tu corazón inflamado del amor del Espíritu Santo, que cada día, antes de que me lo pidas, lo envío yo.

Descubre la fuerza que hay en ti, y decídete a hacer mis obras, y aun mayores, como yo te lo pedí.

El Espíritu Santo habita en ti. Haz oración. Medita, como mi Madre, todas las cosas en tu corazón, y encontrarás los frutos y carismas que necesitas, para cumplir bien con tu misión.

Pero sé dócil. Déjate mover por el Paráclito. Déjate consolar y llenar de su alegría, y de su amor desbordar tu corazón.

Y glorifica a mi Padre, auxiliado por mi Madre.

Tienes todo para actuar en mi nombre, para ganar todas las batallas, para correr la carrera y recibir tu corona. Sólo te falta confiar y creer en ti, como confías y crees en mí, porque yo te elegí y el Espíritu Santo está sobre ti.

Recibe la gracia santificante, y permanece en mí, como yo permanezco en ti.

Recibe mi paz, y llévala al mundo entero.

No como la da el mundo, sino la paz que el Espíritu Santo les da cuando se humillan ante mí con el corazón contrito, y me piden perdón.

Cuando me adoran en la Sagrada Eucaristía.

Cuando se acercan al Sagrario y se arrodillan, porque creen que estoy ahí.

Cuando acuden a mi Madre pidiendo auxilio.

Cuando hacen oración.

Cuando cumplen mi ley.

Y cuando invocan su presencia, reconociéndolo Dios, unidad perfecta con el Padre y el Hijo, en una Santísima Trinidad, y llevan al mundo esta verdad.

Que el Espíritu Santo te mueva y te santifique en la verdad.

 

«Queridos ordenandos: la escena de Pentecostés, en el evangelio de san Juan, habla de vosotros y a vosotros. A cada uno de vosotros, de modo muy personal, el Señor le dice: ¡la paz con vosotros! En este saludo podemos vislumbrar una referencia al gran misterio de la fe, a la santa Eucaristía, en la que él se nos da continuamente a sí mismo y, de este modo, nos da la verdadera paz. Así, este saludo se sitúa en el centro de vuestra misión sacerdotal: el Señor os confía el misterio de este sacramento. Dejaos atraer siempre de nuevo a la santa Eucaristía, a la comunión de vida con Cristo.

Con la ordenación sacerdotal, os insertáis en la misión de los Apóstoles. El Espíritu Santo es viento, pero no es amorfo. Es un Espíritu ordenado. Se manifiesta precisamente ordenando la misión, en el sacramento del sacerdocio, con la que continúa el ministerio de los Apóstoles. A través de este ministerio, os insertáis en la gran multitud de quienes, desde Pentecostés, han recibido la misión apostólica. 

Por último, está el poder del perdón. El sacramento de la penitencia es uno de los tesoros preciosos de la Iglesia, porque sólo en el perdón se realiza la verdadera renovación del mundo. Nada puede mejorar en el mundo, si no se supera el mal. Y el mal sólo puede superarse con el perdón. Esto sólo puede suceder con el sufrimiento, y sucedió realmente con el amor sufriente de Cristo, del que recibimos el poder del perdón. 

Finalmente, queridos ordenandos, os recomiendo el amor a la Madre del Señor. Haced como san Juan, que la acogió en lo más íntimo de su corazón. Dejaos renovar constantemente por su amor materno. Aprended de ella a amar a Cristo. Que el Señor bendiga vuestro camino sacerdotal. Amén»

(Benedicto XVI, Homilía en la Misa con ordenaciones SacerdotalesSolemnidad de Pentecostés, 15 de mayo de 2005)

 

 

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 169)

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

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