ADORACIÓN EUCARÍSTICA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Jn 1, 51)
Hijo mío: los ángeles y arcángeles son grandes maestros de adoración eucarística. Tal vez tú no te des cuenta, pero cada vez que haces bajar el Pan vivo del cielo, bajan también los ángeles, que constantemente adoran al Señor. De ellos debes aprender a adorar y a servir al Rey.
Pero no solo te enseñan, sino que también te ayudan. El poder de los arcángeles te da protección, salud y fortaleza de Dios. Encomiéndate cada día a ellos, y recibe las gracias que, a través de ellos, te envía el Señor. Ten buen trato con ellos y pídeles que te ayuden a cumplir con tu misión.
Tú sabes quién es Jesucristo. Sabes que es el Hijo de Dios vivo. Experimentas constantemente su presencia, porque estás configurado con Él. Los ángeles saben quién eres tú y quién es Él. Ellos han sido puestos a tu servicio. En ti y contigo ellos adoran a Cristo y cantan alabanzas de gloria al Señor. Y esto sucede aunque tú no lo veas, aunque no te des cuenta, porque tienes un velo en los ojos que no te deja ver.
Cierra tus ojos y maravíllate del espectáculo divino a tu alrededor: los ángeles y arcángeles adorando el Cuerpo y la Sangre de Cristo vivo en el altar. Y tú con Él son uno.
Embriágate de la gloria que le dan los ángeles al Señor, y gloríate tú en la cruz, pidiendo a estos seres espirituales extraordinarios, hermosos, maravillosos, que te sostengan y te protejan del enemigo, para que nunca te bajes, para que perseveres hasta el final, entregando tu vida por amor a Dios y al prójimo, uniéndote en sacrificio al único y eterno sacrificio agradable al Padre, la cruz de tu Señor, dando tu vida por Él, como Él por ti la dio.
Olvídate de la tristeza, de las penas, de las preocupaciones. No pierdas el tiempo. Nada de eso vale la pena. Abre los ojos del alma y date cuenta.
Grandes cosas ve el pueblo de Dios. Los ángeles suben y bajan sobre ti, elevando al cielo tus ofrendas, y derramando sobre ti la gracia de santificación para su pueblo, por Cristo, con Él y en Él, en perfecta configuración en la sede, en el ambón, en el altar.
Cuando elevas entre tus manos al Señor, su pueblo se arrodilla y se postra en adoración, unidos a la adoración de los ángeles, y custodiados por los arcángeles. Esa es para Dios la gloria más perfecta y excelsa de su creación.
¡Alabado sea el Señor, con sus ángeles y sus santos!
«En la misa asisten los ángeles al sacerdote. En este tiempo, todo el santuario, y el lugar que está al contorno del altar, se llena de potestades celestiales. Esto puede cada uno persuadírselo fácilmente por las mismas cosas que a la sazón se celebran allí.
Oí yo contar en cierta ocasión, que un anciano, hombre de grandes méritos, y acostumbrado a tener revelaciones, había sido digno de tener la siguiente visión; esto es, que al tiempo del tremendo sacrificio, vio repentinamente, y cuanto es permitido a la naturaleza humana, una multitud de ángeles, vestidos de estolas blancas que cercaban el altar y estaban en pie con el rostro inclinado, como se ven estar los soldados en presencia del rey. Y yo lo creo»
(San Juan Crisóstomo, Diálogo sobre el sacerdocio VI, 4).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 61)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES