EL PAN DE LA VIDA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de Jesús
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida» (Jn 6, 47-48).
Amigo mío: Yo soy el Pan de la vida.
Tú crees en mi presencia real, sustancial y viva en la Eucaristía.
Crees que tus manos, por mi poder, bajan el Pan vivo del cielo.
Crees que cuando alimentas a mi pueblo con este pan Yo Soy.
Crees que tú y yo somos uno.
Entonces debes creer también que el pueblo se alimenta de ti.
Cuando me entregas, te entregas tú conmigo. Si no fuera así, ¿por qué la gente vendría a ti?
La gente que tiene fe cree en mí y cree en el sacerdocio.
Cree que eres un hombre sagrado, porque sabe que estás conmigo configurado.
Cree que estás muy cerca de mí, que tienes mi poder para perdonar sus pecados, para llevarlos al Padre a través de mí.
Y tú debes creer no sólo en mí, sino también en ti. Comportarte no como un simple instrumento administrador del viático, sino como el mismo Pan de vida.
Tú estás configurado con la Eucaristía.
Esto debes creer si crees en mí: que estás configurado conmigo, Cristo resucitado y vivo.
El mismo que está sentado a la derecha de Dios Padre es el mismo que descansa entre tus manos en cada consagración.
El mismo, en el vino transubstanciado que bebes, que sacia tu sed de mí.
Procura meditar en quién eres tú.
Yo me revelé al mundo con estas palabras: Pan de vida.
Y tú ¿quién dices que eres?
Cristo es el Amor.
Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Cristo es el Mediador entre Dios y los hombres.
Cristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Cristo es el Hijo de Dios.
Cristo es el Hijo de María y del carpintero.
Cristo es el Redentor, el Salvador del mundo, el que da la vida por sus amigos, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, el que te eligió, y con Él te configuró.
Cristo es la Eucaristía.
Ahora sabes quién eres tú.
Si crees quién soy yo, cree entonces que tú, amigo mío, eres uno con el Hijo de Dios.
Compórtate entonces con la dignidad de quien tiene el poder y la responsabilidad de al pueblo de Dios alimentar y guiar hacia la Patria celestial.
Cuando comas de este Pan recuerda quién eres.
Agradece, compadécete de tu pueblo, que tiene hambre. Necesita alimento de vida. Y tú eres ese alimento que el pueblo de Dios necesita. Dales de comer.
En ti YO SOY.
«Si queremos profundizar, pues, en la comprensión de lo que es la fe, de lo que quiere decir “creer”, lo primero que se nos presenta es la originalidad de la fe en relación con el conocimiento racional de Dios, partiendo “de las cosas creadas”.
La originalidad de la fe está ante todo en su carácter sobrenatural. Si el hombre en la fe da la respuesta a la “auto-revelación de Dios” y acepta el plan divino de la salvación, que consiste en la participación en la naturaleza y en la vida íntima de Dios mismo, esta respuesta debe llevar al hombre por encima de todo lo que el ser humano mismo alcanza con las facultades y las fuerzas de la propia naturaleza, tanto en cuanto a conocimiento como en cuanto a voluntad: efectivamente, se trata del conocimiento de una verdad infinita y del cumplimiento transcendente de las aspiraciones al bien y a la felicidad, que están enraizadas en la voluntad, en el corazón: se trata, precisamente, de “vida eterna”.
Así, pues, la respuesta humana a la auto-revelación de Dios, y en particular a su definitiva auto-revelación en Jesucristo, se forma interiormente bajo la potencia luminosa de Dios mismo que actúa en lo profundo de las facultades espirituales del hombre, y, de algún modo, en todo el conjunto de sus energías y disposiciones. Esa fuerza divina se llama gracia, en particular, la gracia de la fe»
(San Juan Pablo II, Audiencia General, 10 de abril de 1985).
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 155)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES