22/09/2024

Jn 5, 31-47

CREER EN JESÚS

Reflexión para sacerdotes

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

 

«El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su Palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que Él ha enviado» (Jn 5, 37-38)

 

Amigo mío:

Mi Padre da testimonio de mí, y yo doy testimonio ante Él, de ti. Él ha dicho que todo el que crea en mí se salvará, y tú, sacerdote de mi corazón, ¿crees en mí?

Pues yo te digo que una fe sin obras es una fe muerta. No basta creer con el pensamiento y profesarlo con las palabras. 

Cree en mí escuchando mi Palabra y poniéndola en práctica.

Cree en mí ejerciendo con amor y eficacia tu ministerio.

Cree en mí enseñando, rigiendo y santificando a mi pueblo.

Cree en mí amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Cree en mí renunciando a ti mismo, tomando tu cruz y siguiéndome.

Cree en mí haciendo la caridad, siempre y en cualquier lugar, a todas las gentes, por encima de la eficacia.

Cree en mí amando tu vocación, cuidando tu dignidad sacerdotal, alejándote de la tentación, confesando tus pecados, haciendo el firme propósito de no ofender más a Dios.

Cree en mí haciendo mis obras, y aun mayores.

Cree en mí cuando seas perseguido, cuando seas despreciado, cuando te sientas solo, cuando estés cansado, cuando estés agobiado, cuando estés turbado, en medio de la dificultad, de la desolación, de la tormenta, de la enfermedad, de la tristeza, de la iniquidad, de las malas noticias, del sufrimiento, de tus angustias, de tus noches en vela, de los momentos en los que pareciera que yo no existiera.

Cree en mí en medio de tus alegrías, del cumplimiento de tu deber, de la sonrisa de los niños, del agradecimiento de los ancianos y de los enfermos que visitas, y del rebaño que guías.

Cree en mí dejándote acompañar por mi Madre, entregándole tu corazón, haciéndote suyo, todo suyo, para que seas mío, todo mío.

Cree en mí llevando la misericordia a los necesitados, a los más pobres, a los marginados, a los más pecadores, a aquellos que no tienen con qué pagarte, ejerciendo gratuitamente la administración de los sacramentos.

Cree en mí haciendo oración todos los días, buscando tener un encuentro personal conmigo. 

Cree en mí cuando sientas arder de amor tu corazón por mí, y también en medio de tu desierto.

Cree en mí en la paz y en la guerra, en la fortuna y en el infortunio, en la salud y en la enfermedad.

Cuando nadie más crea, cree tú. Yo doy testimonio de ti, porque yo te he engendrado, estás conmigo configurado, te conozco, sé todo sobre ti, sé quién eres, sé lo que te gusta y lo que te disgusta, sé lo que haces, lo que no haces, sé cuáles son tus alegrías y tus tristezas, sé cuáles son tus angustias.

Antes de que me pidas, sé lo que me vas a pedir, y también sé lo que verdaderamente necesitas. 

Sé qué hay en tu corazón, cuál es tu intención, qué tan grande es tu fe, y también cuál es tu más grande debilidad, la que debo proteger cuando tú no te sabes cuidar.

Cree que yo soy tu mejor amigo.

¡Cree que te amo con toda la fuerza de mi Corazón!

Cree que no voy a perderte, porque tú crees en mí. 

Yo te he dado la fe, estoy contigo todos los días de tu vida.

Pero pídeme la fe que te falta, para adorarme cuando tienes entre tus manos mi Carne y mi Sangre.

Cree que Yo Soy en la Eucaristía.

Obra tu fe dando testimonio de mí a mi pueblo, comportándote de tal manera, que vean que ya no eres tú, sino yo, quien vive en ti, para que ellos también crean.

Amigo mío, ¡yo creo en ti!

 

«“No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza”. Esto es, porque no he venido a condenar, sino a salvar. «Otro hay que os acusa; Moisés, en quien vosotros esperáis». Así como de la Escritura había dicho antes «en la que vosotros suponéis la vida eterna», así dice de Moisés, «en quien esperáis», encerrándoles en sus propios argumentos. Pero dirían: ¿Y cómo nos acusará aquél? ¿Qué de comparable hay entre tú y Moisés, siendo así que no guardas el sábado? Y por esto añade: «Porque si creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí; pues él escribió de mí». Esto tiene sus fundamentos en las anteriores pruebas. Y estando demostrado por mis obras, por el testimonio de Juan, y por el de mi Padre, que he venido de Dios, comprenderéis que Moisés os acusará, porque dijo: «Si viene alguno haciendo milagros, encaminando hacia Dios y prediciendo con verdad lo que ha de suceder, convendrá obedecerle». Y Jesucristo hizo todo esto, y sin embargo no le creyeron.

“Si no creéis en los escritos [de Moisés], ¿cómo vais a creer en mis palabras?” Y en realidad, si se fijaran en lo que se les decía, le hubieran rogado que dijera qué era lo que Moisés había escrito acerca de Él, pero se callaron. De tal condición es la maldad, que por más que vea u oiga continúa guardando siempre su veneno».

(San Juan Crisóstomo, Catena Aurea)

 

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

 

(Pastores, n. 208)

 

 

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

 

 

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