EL AUXILIO DE MARÍA
Reflexión para sacerdotes
desde el Corazón de María
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Jesús dijo a sus discípulos: “Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece. Los expulsarán de las sinagogas y hasta llegará un tiempo cuando el que les dé muerte creerá dar culto a Dios. Esto lo harán, porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí» (Jn 16, 1-3).
Hijo mío: persevera unido con tus hermanos y conmigo en la oración, con el corazón abierto y bien dispuesto a recibir al Espíritu Santo, para que recibas las gracias que necesitas para ser un testigo fiel de Cristo, y des al mundo testimonio de Él, no solo con tu palabra, sino con tus obras, ejerciendo tu ministerio con amor.
Recibe los dones, frutos y carismas que necesitas para que tu fe no tropiece, para que te mantengas firme y constante en el cumplimiento de la ley de Dios.
Recibe la gracia de mis manos, que el Santo Paráclito me ha dado para ti, y que tú no sabes pedir, pero que yo pedí por ti.
Acepta los regalos del Señor para que puedas superar con fortaleza y virtud las dificultades cotidianas y las pruebas, y salgas bien librado y victorioso, y puedas decir: “He vencido al mundo no con mis pocas fuerzas, sino con la gracia de Dios, en configuración con Cristo, que es el vencedor”.
Recibe, hijo mío, mi auxilio y mi protección, para que permanezcas en el camino de la salvación.
Tómate de mi mano. Yo te llevo por camino seguro. El auxilio que yo te doy es mi Hijo Jesucristo, tu Amo y mi Amo, tu Señor y mi Señor.
Es la más grande protección, porque el demonio no tiene poder sobre Él.
Cristo ha superado a la muerte, ha resucitado, y con Él tú vivirás eternamente si perseveras hasta el final.
Pide cada día al Espíritu Santo que se derrame sobre ti, que ilumine tu conciencia, para que te arrepientas de lo malo que aún quede en ti, y pidas perdón, y sea purificado tu corazón; que arda en el fuego del amor de Cristo como el oro en el crisol.
Conserva abierto tu corazón, déjate herir por la Palabra de Dios, que es como espada de dos filos, para que penetre en lo más profundo de tu ser y te santifique.
El Espíritu Santo, que está conmigo, esté contigo.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, yo te bendigo.
Que mi auxilio te acompañe todos los días de tu vida.
«Para que la gloria de María llegara a todas las generaciones y la pudieran felicitar con verdad, era preciso que por ella recibiesen algún beneficio extraordinario y perenne, de modo que, siendo constante el motivo de su gratitud, fuera lógica la perpetuidad de su alabanza. Esta acción benéfica continua y admirable no puede ser otra que el auxilio que María otorga a los hombres, auxilio que debía abarcar todos los tiempos y llegar a todos los lugares y a toda clase de personas.
El título de Auxiliadora de los Cristianos que damos a la augusta Madre del Salvador no es nuevo en la Iglesia de Jesucristo. Sin embargo, últimamente se ha comenzado a llamar así a la Virgen Santísima por una razón muy especial. No se trata de invocar a María solo por intereses privados, sino por los gravísimos e inminentes peligros que amenazan a los fieles. Hoy se ataca a la misma Iglesia católica: se la ataca en su servicio, en sus instituciones sagradas, en su Cabeza, en su doctrina, en su disciplina; se la ataca como Iglesia católica, como centro de la verdad, como maestra de todos los fieles.
Y precisamente para merecer una protección especial del cielo se acude a María, como a Madre de todos, como a especial Auxiliadora de los gobernantes y pueblos católicos.
Por eso decimos con toda verdad que María ha sido constituida por Dios Auxiliadorade los Cristianos, y que en todo tiempo ha demostrado serlo en los males públicos,especialmente con los pueblos que sufrían y luchaban por la fe.
Que María nos ayude a vivir unidos en la doctrina y en la fe, cuyo guía es el Romano Pontífice, vicario de Jesucristo, y nos obtenga la gracia de perseverar en el santo servicio de Dios durante toda la vida, para poder estar un día con ella en el reino celeste de la gloria».
(De los escritos de san Juan Bosco, presbítero)
¡Muéstrate Madre, María!
(Pastores, n. 230)
PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES