22/09/2024

Jn 14, 1-6

CONFIAR EN EL

AMOR DE JESÚS

Reflexión para sacerdotes

desde el Corazón de Jesús

P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

 

«No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí» (Jn 14, 1).

 

Amigo mío: 

Recibe mi paz.

Y lleva mi paz a otros, que la necesitan tanto.

Que viven con miedo, como si yo no existiera.

Que buscan la paz en el mundo.

No se dan cuenta de que la verdadera paz está en mí. Pero yo no les doy la paz como la da el mundo.

Que buscan seguridades en las cosas materiales.

No se dan cuenta de que la verdadera seguridad está en mí, y que la consiguen a través de recursos espirituales.

La verdadera paz está en el interior, en cada corazón en donde vivo yo.

Por eso, el que no cree en mí no tiene paz. Y yo, amigo mío, he dado mi vida por ellos y por ti.

Crean en mí.

Crean en mi Palabra.

Crean en mi poder.

Crean en que mi Padre ha sometido todas las cosas a mis pies.

Crean que yo he venido a buscarlos, para llevarlos a Él.

Crean que he padecido y muerto en una cruz, para disipar las tinieblas, destruyendo la muerte y llevarlos a la luz.

Crean que yo he resucitado, porque Dios, Padre todopoderoso, me ha enviado para darles vida.

Crean que subí al cielo para ser sentado a la derecha de mi Padre, coronado con la gloria que tenía antes de que el mundo existiera.

Y me detengo aquí para que medites conmigo esto:

Dime, amigo mío, ¿crees que después de todo lo que hice por ti, para recuperarte, me iba a ir a disfrutar de una gloria sin ti?

¿Crees que después de haber dejado esa gloria que tenía con mi Padre, para hacerme hombre, y ser en todo igual a ti, para comprenderte, para convencerte de que creas en mí, de que vengas a mí para llevarte a mi Padre, iba a dejarte?

¿Crees que después de entregarte en los brazos de mi Madre, como verdadero hijo, iba a abandonarte, para verla sufrir por ti?

¿Crees que después de configurarte conmigo, de ordenarte sacerdote mío, iba a querer apartarte de mí?

¿Crees en mi amor por ti?

He preparado en mi Reino una habitación especial para ti.

¿Crees que, después de eso, no iba yo a insistir, a volver por ti, y a quedarme contigo cada día de tu vida, para que me sigas, para que vengas conmigo a tomar posesión del Reino que te he prometido?

Entonces confía en mí.

Todo, absolutamente todo lo que pasa alrededor de ti, todo está en mis manos.

Todo está en los planes de mi Padre para conquistarte.

Mi Paraíso no sería lo que he soñado sin ti.

Confía en mi amor.

Entrega tu vida por tus hermanos, a quienes amo, como te amo a ti.

Si me amas, querrás agradarme y darme lo que yo amo.

Acompaña a mi Madre. Ella quiere lo que yo más amo darme.

Yo confío en ti.

Somos uno.

Confía, aunque seas, como yo, un incomprendido del mundo.

 

 

«El Señor indica dos remedios para el turbamiento. El primero es: «Creed en mí». Puede parecer un consejo un poco teórico, abstracto. Sin embargo, Jesús quiere decirnos algo bastante preciso. Él sabe que, en la vida, la peor ansiedad, el turbamiento, viene de la sensación de no tener fuerzas, del sentirse solos y sin un punto de referencia ante lo que nos sucede. Esta angustia, en la que a la dificultad se le añade mayor dificultad, no la podemos superar solos. Necesitamos la ayuda de Jesús, y por esto Jesús nos pide que tengamos fe en Él; es decir, que no nos apoyemos en nosotros mismos sino en Él. Porque la liberación del turbamiento pasa por la confianza. Encomendarse a Jesús, dar el “salto”. Y esta es la liberación de la angustia. Y Jesús ha resucitado y está vivo precisamente para estar siempre a nuestro lado. Ahora podemos decirle: “Jesús, creo que has resucitado y que me acompañas. Creo que me escuchas. Te traigo todo lo que me turba, mis problemas: tengo fe en Ti y me encomiendo a Ti”.

Además, Jesús nos ha reservado un lugar en el Cielo. Tomó nuestra humanidad sobre sí mismo para llevarla más allá de la muerte, a un nuevo lugar, al Cielo, para que allí donde está Él, estuviéramos también nosotros. Es la certeza que nos consuela: hay un lugar reservado para cada uno. Dios está enamorado de nosotros, somos sus hijos. Y para nosotros ha preparado el lugar más digno y hermoso: el Paraíso. No lo olvidemos: la morada que nos espera es el Paraíso».

(Francisco, Alocución a la hora del Regina Caeli, 10.V.20)

 

¡Muéstrate Madre, María!

 

(Pastores, n. 262)

 

PASTORES: COLECCIÓN DE REFLEXIONES PARA SACERDOTES

 

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