14. AMAR CON EL AMOR DE CRISTO – APRENDER DEL MAESTRO
EVANGELIO DEL MARTES DE LA SEMANA II DE CUARESMA
Los fariseos dicen una cosa y hacen otra.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es solo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: mi condición sacerdotal hace que tu pueblo me mire de una manera especial, esperando de mí que viva todo aquello que predico.
Qué fuerte es eso que dices sobre los escribas y fariseos: “hagan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras”.
Yo te pido, Jesús, tu ayuda, para que mi comportamiento sí responda a lo que tú esperas de mí. Yo quiero tener tus mismos sentimientos y aprender a servir, a humillarme, como tú lo haces en la Sagrada Eucaristía.
Señor ¿cómo debe ser un sacerdote?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdote, pastor de mi rebaño, guía de mi pueblo:
¿De qué te sirve vestirte con mi nombre?
¿De qué te sirve portar mi poder?
¿De qué te sirve llevar esa sotana?
¿De qué te sirve querer parecerte a mí, si desde tu interior no me reflejas?
¿De qué te sirve llevarme a las almas y administrar los sacramentos?
¿De qué te sirve salvarlas, si tú mismo no te salvas?
Ama al prójimo como a ti mismo.
Pero, para amar al prójimo, primero debes amarte tú como te amo yo, y querer para ti lo que quiero yo.
Debes buscarme a mí.
Para que sea yo quien viva en ti.
Para que no seas tú, sino yo, quien obre por ti, quien actúe por ti, quien me entregue por medio tuyo.
Para que sean mis fuerzas y no tu debilidad.
Para que sea mi grandeza y no tu pequeñez.
Para que ames, no con tu miseria, sino con mi amor.
¿De qué te sirve tener un corazón si no lo sientes?
¿Cómo puedes compadecer si no sientes dolor?
¿Cómo puedes entregar una misericordia que no conoces?
¿Cómo puedes ser justo con los demás, si no eres justo contigo mismo y conmigo?
Hombre de poca fe ¿cómo puedes hablar de fe si no crees en mí?
Yo te he llamado, te he vaciado del mundo, te he llenado de mí, te he hecho mío, me he hecho tuyo, me he entregado a ti.
¿Por qué me rechazas y me echas de tu vida?
Es a mí a quien representas.
Es a mí a quien te debes.
Es a ti a quien yo amé primero.
Vuelve a mí y permanece en mí como yo permanezco en ti.
Convierte tu corazón endurecido, y déjame entrar ahí, déjame transformar tu corazón de piedra en corazón de carne.
Para que me puedas sentir.
Para que puedas sufrir conmigo.
Para que, cuando me recibas, no me flageles, no me desprecies, no me crucifiques.
Para que yo viva glorificado en ti.
Para que tu cuerpo no sea mi sepulcro y me lleves muerto en ti, sino para que sea un templo, en donde yo habite contigo, unidos en un mismo cuerpo y en un mismo espíritu, para siempre.
Sacerdote: vuelve a mí, regresa a mi amistad, porque quiero hacerte mío, porque quiero volver a llamarte amigo.
Mira mi entrega en la Sagrada Eucaristía, y mira cómo me reciben. Eso me hace feliz, porque me hace ser suyo, los hace ser míos. Cada cuerpo, cada alma que dice sí, que participa en esta entrega de amor, me acepta y me recibe, para hacerse uno conmigo.
Ser recibido en la pureza de un corazón es configurarse conmigo, vivir en mí, y yo vivir en él.
Pero, amigo mío, cuando soy recibido en un corazón impuro, yo me entrego, pero no hay lugar para mí.
Algunos me reciben sin saber quién soy.
Algunos me reciben sin amarme.
Otros me aman, pero luego me desprecian.
Pero otros me aman y me dejan amarlos, permaneciendo, viviendo en ellos.
Y entonces me quedo y permanezco.
¿De qué les sirve a algunos asistir al banquete si no tienen vestido de fiesta?
¿Para qué me reciben los que después van a echarme?
Porque cuando me reciben, yo me quedo, pero a ellos se les olvida que estoy ahí, y actúan y obran como si yo no existiera, como si no me hubiera entregado, como si no viviera en ellos. Y entonces me lastiman y me humillan y me desprecian.
Al menos tú, amigo mío, ámame con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todo tu corazón, y con todas tus fuerzas.
Al menos tú, amigo mío, vive en mí, y déjame vivir en ti eternamente.
Al menos tú, amigo mío, mantén puro tu corazón, para que seas mío, para que sea tuyo».
+++
Madre mía: enséñame a ver en la Sagrada Eucaristía la más grande muestra de amor de tu Hijo, la más grande humillación.
Humildad de Jesús que permite que lo abandonen sus discípulos, que lo dejen solo en el Calvario; igual que permite ese abandono en algunos sagrarios, cuando falta amor.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a no dejar solo a Jesús, a acompañarlo siempre, como lo haces tú; déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijo mío, sacerdote: no podrás consolarlo. Ni tú, ni yo somos suficientes. Ven conmigo, vamos a buscar a tus hermanos, para que regresen, para que lo amen, para que lo alegren.
Vamos a abrir los corazones endurecidos, para que Él entre y los transforme.
Acompáñame, tú tienes la llave.
Es la Palabra de mi Hijo la llave para abrir los corazones. Entrégala, para que pueda llegar. Acompáñame y oremos, para que sea recibida.
Para que reciban la misericordia del Padre, y sean ellos justos y misericordiosos, como el Padre es justo y misericordioso.
Para que practiquen la justicia y la misericordia primero con ellos mismos, y con mi Hijo, compadeciendo y amando, entregándose con Él.
Para que amen, como los ama Él.
Para que den, como les da Él.
Para que perdonen, como perdona Él.
Para que se humillen, como se humilla Él.
Para que sufran, como sufre Él.
Para que vivan en la alegría, como lo hace Él.
Para que entreguen su voluntad al Padre, como les ha enseñado Él.
Para que mueran entre clavos y madera, como muere Él, y resuciten en la vida nueva, que les promete y les regala Él.
Que en cada Eucaristía vean su misericordia y su justicia».
¡Muéstrate Madre, María!
72. AMAR CON EL AMOR DE CRISTO - APRENDER DEL MAESTRO
EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO
Los escribas y fariseos dicen una cosa y hacen otra.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame “maestros”.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen “maestros”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen “padre”, porque el Padre de ustedes es solo el Padre celestial. No se dejen llamar “guías”, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: mi condición sacerdotal hace que tu pueblo me mire de una manera especial, esperando de mí que viva todo aquello que predico.
Qué fuerte es eso que dices sobre los escribas y fariseos: “hagan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras”.
Yo te pido, Jesús, tu ayuda, para que mi comportamiento sí responda a lo que tú esperas de mí. Yo quiero tener tus mismos sentimientos y aprender a servir, a humillarme, como tú lo haces en la Sagrada Eucaristía.
Señor ¿cómo debe ser un sacerdote?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdote, pastor de mi rebaño, guía de mi pueblo:
¿De qué te sirve vestirte con mi nombre?
¿De qué te sirve portar mi poder?
¿De qué te sirve llevar esa sotana?
¿De qué te sirve querer parecerte a mí, si desde tu interior no me reflejas?
¿De qué te sirve llevarme a las almas y administrar los sacramentos?
¿De qué te sirve salvarlas, si tú mismo no te salvas?
Ama al prójimo como a ti mismo.
Pero, para amar al prójimo, primero debes amarte tú como te amo yo, y querer para ti lo que quiero yo.
Debes buscarme a mí.
Para que sea yo quien viva en ti.
Para que no seas tú, sino yo, quien obre por ti, quien actúe por ti, quien me entregue por medio tuyo.
Para que sean mis fuerzas y no tu debilidad.
Para que sea mi grandeza y no tu pequeñez.
Para que ames, no con tu miseria, sino con mi amor.
¿De qué te sirve tener un corazón si no lo sientes?
¿Cómo puedes compadecer si no sientes dolor?
¿Cómo puedes entregar una misericordia que no conoces?
¿Cómo puedes ser justo con los demás, si no eres justo contigo mismo y conmigo?
Hombre de poca fe ¿cómo puedes hablar de fe si no crees en mí?
Yo te he llamado, te he vaciado del mundo, te he llenado de mí, te he hecho mío, me he hecho tuyo, me he entregado a ti.
¿Por qué me rechazas y me echas de tu vida?
Es a mí a quien representas.
Es a mí a quien te debes.
Es a ti a quien yo amé primero.
Vuelve a mí y permanece en mí como yo permanezco en ti.
Convierte tu corazón endurecido, y déjame entrar ahí, déjame transformar tu corazón de piedra en corazón de carne.
Para que me puedas sentir.
Para que puedas sufrir conmigo.
Para que, cuando me recibas, no me flageles, no me desprecies, no me crucifiques.
Para que yo viva glorificado en ti.
Para que tu cuerpo no sea mi sepulcro y me lleves muerto en ti, sino para que sea un templo, en donde yo habite contigo, unidos en un mismo cuerpo y en un mismo espíritu, para siempre.
Sacerdote: vuelve a mí, regresa a mi amistad, porque quiero hacerte mío, porque quiero volver a llamarte amigo.
Mira mi entrega en la Sagrada Eucaristía, y mira cómo me reciben. Eso me hace feliz, porque me hace ser suyo, los hace ser míos. Cada cuerpo, cada alma que dice sí, que participa en esta entrega de amor, me acepta y me recibe, para hacerse uno conmigo.
Ser recibido en la pureza de un corazón es configurarse conmigo, vivir en mí, y yo vivir en él.
Pero, amigo mío, cuando soy recibido en un corazón impuro, yo me entrego, pero no hay lugar para mí.
Algunos me reciben sin saber quién soy.
Algunos me reciben sin amarme.
Otros me aman, pero luego me desprecian.
Pero otros me aman y me dejan amarlos, permaneciendo, viviendo en ellos.
Y entonces me quedo y permanezco.
¿De qué les sirve a algunos asistir al banquete si no tienen vestido de fiesta?
¿Para qué me reciben los que después van a echarme?
Porque cuando me reciben, yo me quedo, pero a ellos se les olvida que estoy ahí, y actúan y obran como si yo no existiera, como si no me hubiera entregado, como si no viviera en ellos. Y entonces me lastiman y me humillan y me desprecian.
Al menos tú, amigo mío, ámame con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todo tu corazón, y con todas tus fuerzas.
Al menos tú, amigo mío, vive en mí, y déjame vivir en ti eternamente.
Al menos tú, amigo mío, mantén puro tu corazón, para que seas mío, para que sea tuyo».
+++
Madre mía: enséñame a ver en la Sagrada Eucaristía la más grande muestra de amor de tu Hijo, la más grande humillación.
Humildad de Jesús que permite que lo abandonen sus discípulos, que lo dejen solo en el Calvario; igual que permite ese abandono en algunos sagrarios, cuando falta amor.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a no dejar solo a Jesús, a acompañarlo siempre, como lo haces tú; déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijo mío, sacerdote: no podrás consolarlo. Ni tú, ni yo somos suficientes. Ven conmigo, vamos a buscar a tus hermanos, para que regresen, para que lo amen, para que lo alegren.
Vamos a abrir los corazones endurecidos, para que Él entre y los transforme.
Acompáñame, tú tienes la llave.
Es la Palabra de mi Hijo la llave para abrir los corazones. Entrégala, para que pueda llegar. Acompáñame y oremos, para que sea recibida.
Para que reciban la misericordia del Padre, y sean ellos justos y misericordiosos, como el Padre es justo y misericordioso.
Para que practiquen la justicia y la misericordia primero con ellos mismos, y con mi Hijo, compadeciendo y amando, entregándose con Él.
Para que amen, como los ama Él.
Para que den, como les da Él.
Para que perdonen, como perdona Él.
Para que se humillen, como se humilla Él.
Para que sufran, como sufre Él.
Para que vivan en la alegría, como lo hace Él.
Para que entreguen su voluntad al Padre, como les ha enseñado Él.
Para que mueran entre clavos y madera, como muere Él, y resuciten en la vida nueva, que les promete y les regala Él.
Que en cada Eucaristía vean su misericordia y su justicia».
¡Muéstrate Madre, María!
64. AMAR CON EL AMOR DE CRISTO – APRENDER DEL MAESTRO
EVANGELIO DEL DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
Los fariseos dicen una cosa y hacen otra.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: mi condición sacerdotal hace que tu pueblo me mire de una manera especial, esperando de mí que viva todo aquello que predico.
Qué fuerte es eso que dices sobre los escribas y fariseos: “hagan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras”.
Yo te pido, Jesús, tu ayuda, para que mi comportamiento sí responda a lo que tú esperas de mí. Yo quiero tener tus mismos sentimientos y aprender a servir, a humillarme, como tú lo haces en la Sagrada Eucaristía.
Señor ¿cómo debe ser un sacerdote?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdote, pastor de mi rebaño, guía de mi pueblo:
¿De qué te sirve vestirte con mi nombre?
¿De qué te sirve portar mi poder?
¿De qué te sirve llevar esa sotana?
¿De qué te sirve querer parecerte a mí, si desde tu interior no me reflejas?
¿De qué te sirve llevarme a las almas y administrar los sacramentos?
¿De qué te sirve salvarlas, si tú mismo no te salvas?
Ama al prójimo como a ti mismo.
Pero, para amar al prójimo, primero debes amarte tú como te amo yo, y querer para ti lo que quiero yo.
Debes buscarme a mí.
Para que sea yo quien viva en ti.
Para que no seas tú, sino yo, quien obre por ti, quien actúe por ti, quien me entregue por medio tuyo.
Para que sean mis fuerzas y no tu debilidad.
Para que sea mi grandeza y no tu pequeñez.
Para que ames, no con tu miseria, sino con mi amor.
¿De qué te sirve tener un corazón si no lo sientes?
¿Cómo puedes compadecer si no sientes dolor?
¿Cómo puedes entregar una misericordia que no conoces?
¿Cómo puedes ser justo con los demás, si no eres justo contigo mismo y conmigo?
Hombre de poca fe ¿cómo puedes hablar de fe si no crees en mí?
Yo te he llamado, te he vaciado del mundo, te he llenado de mí, te he hecho mío, me he hecho tuyo, me he entregado a ti.
¿Por qué me rechazas y me echas de tu vida?
Es a mí a quien representas.
Es a mí a quien te debes.
Es a ti a quien yo amé primero.
Vuelve a mí y permanece en mí como yo permanezco en ti.
Convierte tu corazón endurecido, y déjame entrar ahí, déjame transformar tu corazón de piedra en corazón de carne.
Para que me puedas sentir.
Para que puedas sufrir conmigo.
Para que, cuando me recibas, no me flageles, no me desprecies, no me crucifiques.
Para que yo viva glorificado en ti.
Para que tu cuerpo no sea mi sepulcro y me lleves muerto en ti, sino para que sea un templo, en donde yo habite contigo, unidos en un mismo cuerpo y en un mismo espíritu, para siempre.
Sacerdote: vuelve a mí, regresa a mi amistad, porque quiero hacerte mío, porque quiero volver a llamarte amigo.
Mira mi entrega en la Sagrada Eucaristía, y mira cómo me reciben. Eso me hace feliz, porque me hace ser suyo, los hace ser míos. Cada cuerpo, cada alma que dice sí, que participa en esta entrega de amor, me acepta y me recibe, para hacerse uno conmigo.
Ser recibido en la pureza de un corazón es configurarse conmigo, vivir en mí, y yo vivir en él.
Pero, amigo mío, cuando soy recibido en un corazón impuro, yo me entrego, pero no hay lugar para mí.
Algunos me reciben sin saber quién soy.
Algunos me reciben sin amarme.
Otros me aman, pero luego me desprecian.
Pero otros me aman y me dejan amarlos, permaneciendo, viviendo en ellos.
Y entonces me quedo y permanezco.
¿De qué les sirve a algunos asistir al banquete si no tienen vestido de fiesta?
¿Para qué me reciben los que después van a echarme?
Porque cuando me reciben, yo me quedo, pero a ellos se les olvida que estoy ahí, y actúan y obran como si yo no existiera, como si no me hubiera entregado, como si no viviera en ellos. Y entonces me lastiman y me humillan y me desprecian.
Al menos tú, amigo mío, ámame con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todo tu corazón, y con todas tus fuerzas.
Al menos tú, amigo mío, vive en mí, y déjame vivir en ti eternamente.
Al menos tú, amigo mío, mantén puro tu corazón, para que seas mío, para que sea tuyo».
+++
Madre mía: enséñame a ver en la Sagrada Eucaristía la más grande muestra de amor de tu Hijo, la más grande humillación.
Humildad de Jesús que permite que lo abandonen sus discípulos, que lo dejen solo en el Calvario; igual que permite ese abandono en algunos sagrarios, cuando falta amor.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a no dejar solo a Jesús, a acompañarlo siempre, como lo haces tú; déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijo mío, sacerdote: no podrás consolarlo. Ni tú, ni yo somos suficientes. Ven conmigo, vamos a buscar a tus hermanos, para que regresen, para que lo amen, para que lo alegren.
Vamos a abrir los corazones endurecidos, para que Él entre y los transforme.
Acompáñame, tú tienes la llave.
Es la Palabra de mi Hijo la llave para abrir los corazones. Entrégala, para que pueda llegar. Acompáñame y oremos, para que sea recibida.
Para que reciban la misericordia del Padre, y sean ellos justos y misericordiosos, como el Padre es justo y misericordioso.
Para que practiquen la justicia y la misericordia primero con ellos mismos, y con mi Hijo, compadeciendo y amando, entregándose con Él.
Para que amen, como los ama Él.
Para que den, como les da Él.
Para que perdonen, como perdona Él.
Para que se humillen, como se humilla Él.
Para que sufran, como sufre Él.
Para que vivan en la alegría, como lo hace Él.
Para que entreguen su voluntad al Padre, como les ha enseñado Él.
Para que mueran entre clavos y madera, como muere Él, y resuciten en la vida nueva, que les promete y les regala Él.
Que en cada Eucaristía vean su misericordia y su justicia».
¡Muéstrate Madre, María!