86. CUIDAR LA SALUD DEL CUERPO – DESPOSADOS CON LA IGLESIA
VIERNES DE LA SEMANA X DEL TIEMPO ORDINARIO
Todo el que mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 27-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio. Pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio, y el que se casa con una divorciada comete adulterio”.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el ministerio sacerdotal exige a los confesores ayudar a los penitentes, con sus consejos, sobre cómo evitar los pecados. Es una de las tareas principales cuando impartimos el sacramento de la reconciliación.
Se acusan de sus pecados y nosotros los animamos a luchar, diciéndoles que pongan los medios para evitarlos: que busquen más la gracia de Dios, rezando y frecuentando sacramentos, haciendo buenas obras, y huyendo de las ocasiones de pecado.
Puede resultar muy obvio esto último, pero hay que estarlo recordando: hay que evitar ponerse voluntariamente en una ocasión peligrosa para el alma. No se puede tentar a Dios.
A veces oímos a las personas que dicen que el sacerdote “también es hombre”. Con esas palabras quieren decir que tenemos las mismas debilidades que cualquier otra persona. Y es verdad: somos capaces de cometer los peores pecados.
Pero el sacerdote también es Cristo. Y por eso tiene una unidad y configuración especial contigo. Tú nos ayudas, nos das fuerza, nos das tu gracia, para que podamos vencer las tentaciones y cumplir siempre la voluntad de Dios.
Pero también tenemos que luchar, y evitar especialmente las ocasiones de pecado, sin justificarlas diciendo que “somos hombres”.
Tenemos también la responsabilidad de mantener sano todo el cuerpo de la Iglesia, empezando por nosotros mismos.
Jesús ¿cuáles son los medios que debemos poner los sacerdotes para cuidar bien la salud de tu cuerpo, que es la Iglesia?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdotes míos: ustedes son los que han bebido de mi cáliz y gozan en unidad conmigo.
Que mi Madre los llene de valor y encienda su deseo de permanecer en mi amor.
Que sea la humildad de su entrega ejemplo para el mundo, para que vean que yo los he sacado de sus miserias, para aumentar la gloria de mi Padre.
Que vean en la pureza de su intención, y en el amor de su corazón, aliento de esperanza y motivo de virtud.
Que sean ejemplo del amor y de la misericordia que quiero darles.
Que vean cómo es que al más pequeño a mi servicio lo hago el más grande.
Sacerdotes, apóstoles míos: renuevo en este llamado el que un día les hice. El llamado que atendieron y aceptaron cuando dijeron sí, cuando vinieron a mí; cuando entendieron que fui yo quien los eligió desde siempre y para siempre; que fui yo quien los amó primero; que fui yo quien los invitó a beber de mi cáliz.
Acepten este llamado y vuelvan a mí, para que beban de este cáliz y sean uno conmigo.
No tengan miedo a la muerte. Tengan temor a que la muerte los sorprenda distraídos, viviendo en el pecado, lejos de mí. Tengan temor de Dios, para que en la muerte encuentren vida.
No teman morir al mundo, porque yo los he sacado del mundo, y ustedes no pertenecen al mundo.
Reúnanse en torno a mí, para que beban mi cáliz, y entregando su vida, sean miembros de un solo cuerpo y de un mismo espíritu.
Pero sepan que todos los miembros benefician y afectan al cuerpo. Y si uno está enfermo, y sufre dolor, todo el cuerpo se afecta, todo el cuerpo duele.
Ámense los unos a los otros como yo los he amado. Sanen a los enfermos y atiendan a los desvalidos. Y el que quiera ser el primero que sea el último, porque yo no he venido a ser servido, sino a servir.
Manténganse en la unidad y ayúdense entre ustedes, pero si su mano es ocasión de pecado, córtenla, para que no contamine otras partes del cuerpo.
Y si su ojo es ocasión de pecado, sáquenlo, para que no dañe a todo el cuerpo.
Beban de este cáliz que les dará fortaleza para que vivan en la fe, en la esperanza y en el amor, en unidad conmigo.
Permanezcan atentos y en fidelidad a mi llamado, y no se distraigan. Miren que estoy a la puerta y llamo.
Permanezcan en oración, para que escuchen mi voz, y estén atentos a mis señales. Cuando vengan los vientos fuertes, los terremotos y las tormentas, estén atentos, reconózcanme: es el Señor que pasa por su vida. Salgan a mi encuentro, estoy pronto a llegar.
Permanezcan con firmeza cumpliendo mi voluntad, en la seguridad de mi amor y de todo lo que yo les he dado.
Permanezcan alimentando la fe, la esperanza y la caridad con los sacramentos, y una vida de gracia y de santidad, atentos a la escucha de mis deseos y en la fidelidad a las promesas que me hicieron en el cumplimiento de mi voluntad.
Yo los hago profetas de las naciones.
Yo mismo los rijo con cetro de hierro.
Yo les daré los medios para proclamar el Evangelio, para que den testimonio a las naciones del mundo entero.
Yo les daré la fuerza para que sean fieles a sus promesas, y para que hagan todo lo que yo les digo; para que atiendan lo que les manda el Señor.
Yo les he dado la gracia del discernimiento, para que vean la voluntad de Dios y la sigan, para que se ciñan en la fidelidad.
Yo mismo fui acusado, juzgado, torturado, crucificado por esa fidelidad.
Tomen su cruz y síganme, para que sean ejemplo, porque el sacerdote que permanece fiel a su vocación, a la única mujer que ve es a la Madre de Dios; y su única esposa, y a la que sirve, es la Santa Iglesia Católica. Y se alegra, porque sus pies y sus manos están sanos, y no tiene que cortarlos, antes bien los usa para la construcción de mis obras, para servir a mi Iglesia.
Su firmeza y seguridad en cumplir la voluntad de Dios les dará seguridad y confianza a otros.
Permanezcan unidos a mi Corazón. El que permanece en oración y en estado de gracia permanece fuerte ante la tribulación, las tormentas, las tentaciones, las persecuciones, y atento a los mandatos de Dios.
No se distraigan».
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Madre nuestra: acudimos a ti con frecuencia pidiéndote que ruegues por nosotros, pecadores. Y es que reconocemos nuestra fragilidad. Que somos capaces de traicionar a tu Hijo.
Cuando llegan las ocasiones de pecado, las tentaciones, debemos recordar aquellas palabras del Creador en el Libro del Génesis: “pondré enemistad entre ti y la mujer”. Conviene tener presente esa imagen tuya, que tantas veces hemos contemplado, cuando pisas la cabeza de la serpiente. Así tendremos paz, y fortaleza para luchar.
Ayúdanos, Madre, en nuestra debilidad, para ser instrumentos fieles de tu Hijo.
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«Hijos míos, sacerdotes: una madre siempre vela por sus hijos cuando están enfermos, cuando están sufriendo, cuando están lejos. Y ora por ellos, para que se mantengan fuertes en medio del servicio que prestan a Dios.
Sean ustedes los más pequeños sirviendo a mi Hijo, por medio del servicio a su pueblo, para aliviar, para sanar, para consolar, para acompañar, formando un solo cuerpo y un mismo espíritu en Cristo.
Yo les daré mi compañía, también a la hora de su muerte, para llevarlos al cielo al abrazo de Jesús, gozando en la eternidad como los mártires y los santos, que han entregado su vida por amor, porque nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos.
Yo les doy un tesoro de mi corazón: mi fidelidad, para que construyan las obras de Dios, con mi fidelidad al Padre como hija, al Hijo como madre, al Espíritu Santo como esposa.
Fidelidad en la aceptación y en el cumplimiento de la voluntad de Dios.
Fidelidad a la vocación al amor.
Fidelidad a la ley de Dios.
Fidelidad a las promesas y a la amistad con Dios.
Fidelidad en el silencio y en la Palabra.
Fidelidad en el Pesebre y en la Cruz.
Fidelidad en la Anunciación y en el Sepulcro.
Fidelidad en la salud y en la enfermedad.
Fidelidad en las alegrías y en el sufrimiento.
Fidelidad en lo próspero y en lo adverso.
Fidelidad en la tormenta y en la calma.
Fidelidad en la tribulación y en la paz.
Fidelidad, disposición y confianza, construyendo el Reino de los Cielos con fe, con amor y con esperanza.
Perseveren en la fidelidad de formarse constantemente, para que sean verdaderos instrumentos, y brille Cristo a través de cada uno de ustedes.
Perseveren en la fidelidad a la oración, atentos al paso del Señor, recibiendo y entregando el amor.
Yo los mantengo bajo la protección de mi manto en el camino seguro. Acompáñenme».
¡Muéstrate Madre, María!