21/09/2024

Mt 7, 15-20

102. PERSEVERANCIA EN LA FE Y EN EL OBRAR – PARA DAR BUEN FRUTO

EVANGELIO DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO

Por sus frutos los conocerán.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 7, 15-20

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cualquier persona entiende bien ese mensaje tuyo de que por los frutos se conoce la bondad o maldad de los actos humanos. Es algo que tenemos experimentado todos en la vida diaria.

Cuando hablamos de los frutos de la vida de fe, sabemos que, por un lado, de esos frutos dependerá la salvación eterna de un alma y, por otro lado, que es muy importante dar buen ejemplo a los demás, porque esos frutos hacen atractivo el encuentro contigo.

Es cierto que para que haya fruto verdadero es necesario actuar siempre con rectitud de intención, haciendo todo cara a Dios. Pero también es verdad que, en el caso de nosotros, los sacerdotes, el pueblo de Dios nos mira con especial atención, esperando que demos buen fruto. Y, para ser buenos pastores, también debemos predicar con el ejemplo.

Tú nos enseñaste el camino con tus palabras y tus obras. Debemos seguir tus pasos, escuchando tu Palabra y poniéndola por obra, amando a Dios y al prójimo, y negándonos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz y siguiéndote.

Jesús: ¿cómo puedo dar fruto abundante? Ayúdame.

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdote mío: abraza fuerte la fe, que renueva constantemente mi alianza contigo.

Permanece en mi amor y serás mío para siempre.

Permanece en mi amor, con tu corazón unido al mío y al de mi Madre.

Yo te envío al mundo a llevar mi Palabra. Yo soy la Palabra.

La Verdad ya ha sido revelada en el Evangelio, y se cumplirá hasta la última letra. Yo soy la Verdad.

Pero yo he prometido que el Espíritu Santo se encargará de recordarles a ustedes todas las cosas, y el Espíritu de la verdad dará testimonio de mí. Pero ustedes, mis amigos, también darán testimonio de mí, porque ustedes me han obedecido, y el Espíritu Santo le es dado a los que me obedecen.

Pongan su fe por obra, entregando mi amor en palabras de misericordia, para que den a conocer el Camino a todas las almas y den mucho fruto, porque por sus frutos los conocerán. Yo soy el Camino.

Mi Palabra es alimento de Vida. Yo soy la Vida. Yo tengo palabras de vida eterna.

Tú en verdad me has entregado tu vida. Me gusta tu corazón, porque es limpio. Yo descanso entregándome en tu corazón, porque me has recibido y me has amado.

Entrega tú mi amor a los demás, poniendo tu fe por obra, a través de mis palabras de misericordia, para que así todos me reciban de generación en generación, y ese sea su descanso.

Sigue trabajando con mi amor y mi misericordia, y lleva mi Palabra…

– que alimenta al hambriento y da de beber al sediento;

– que viste al desnudo;

– que enriquece al pobre y sana al enfermo;

– que libera al preso y da vida a los muertos;

– que enseña al que no sabe y es consejo para el que lo necesita;

– que corrige al que se equivoca y promete perdón al pecador que se arrepiente;

– que consuela al triste;

– que todo lo soporta;

– y que es oración;

… y tú recibirás misericordia.

Sacerdotes míos: abracen mi cruz para configurarse conmigo, para hacerme suyo, para hacerlos míos. Porque mi cruz no es de muerte, sino de vida. Árbol que da fruto, fuente de vida.

Ustedes y todas las almas, unidos conmigo, forman mi Iglesia, y nunca será destruida. El que forma parte de mi Iglesia permanece unido a mí, y el que permanece unido a mí, da mucho fruto bueno.

Es mi cruz árbol de vida, fuente de salvación, manantial de agua viva, torrente de esperanza. Es el fruto la misericordia de Dios y el perdón de los pecados. Fruto bueno de árbol bueno.

Sacerdotes, pastores míos: súbanse a mi cruz para que me abracen, para que sean parte conmigo.

Permanezcan en mi cruz. Ámenme en mi cruz. Adórenme en mi cruz. Alábenme en mi cruz. Entréguense en mi cruz, para que sean fruto conmigo.

Y desde mi cruz contemplen a mi Madre, ejemplo de pureza y de virtud, ejemplo de fortaleza, y compañía que nunca abandona, presencia que alienta y acompaña, que compadece y fortalece.

Ejemplo de bondad, caridad, fe, esperanza, piedad, fidelidad, castidad, pobreza, obediencia, entrega, confianza, amor.

Ahí tienen a su Madre.

Entréguense en mi cruz para que den fruto conmigo. Que sean estos sus frutos para que sean ejemplo, como Ella.

Contemplen desde mi cruz a mi Iglesia, para que la amen como yo.

Contemplen desde mi cruz a las almas, para que sientan mi sed de salvarlas.

Abracen mi cruz, para que sientan, como yo, el peso y el cansancio, las heridas y el dolor, para que se vistan con el Espíritu Santo, y perseveren como yo.

Abracen mi cruz para cubrirlos con mi sangre, para incluirlos en mí, para hacerlos una sola cosa conmigo, para entregarlos conmigo, como ofrenda al Padre en un mismo sacrificio, que santifica, que alimenta, que salva».

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Madre mía: bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, con quien estoy configurado. Reconozco que junto con mi vocación sacerdotal he recibido muchas gracias para cumplir muy bien con mi misión, y que Dios espera de mí fruto abundante.

Ayúdame a perseverar en el cumplimiento de su voluntad, imitando tu amor y tu entrega, para dar fruto abundante.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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 «Hijos míos: mi Hijo ha plantado en ustedes su semilla, para que den mucho fruto y ese fruto permanezca. Y sus frutos serán buenos, y por sus frutos los conocerán, porque todo lo que ha sembrado mi Hijo es bueno, y yo los cuido y los protejo para que perseveren y crezcan como árboles, para que den buen fruto. Porque un árbol bueno no puede dar frutos malos.

Yo les doy mis tesoros para enriquecerlos, y que den mucho fruto y ese fruto permanezca.

Hoy les doy este tesoro: mi perseverancia.

Perseverancia en el trabajo diario.

Perseverancia en la lucha.

Perseverancia en el amor.

Perseverancia para seguir caminando con paso firme, en contra de los vientos fuertes.

Perseverancia en cumplir los mandamientos y obedecer la ley de Dios.

Perseverancia en resistir las tentaciones y las asechanzas del enemigo, porque yo piso su cabeza.

Perseverancia en unir su voluntad a la voluntad de Dios.

Perseverancia en la fe.

Perseverancia en la esperanza.

Perseverancia en la caridad.

Perseverancia en el cumplimiento de las virtudes aplicadas a su vida ordinaria.

Perseverancia en la búsqueda de la perfección para llegar a la santidad.

Perseverancia en el querer y en el obrar.

Perseverancia al pie de la cruz, cumpliendo su misión.

Perseverancia en la alegría en medio de mi sufrimiento.

Perseverancia para acompañarme todos los días de su vida y llevar a otros la Palabra de mi Hijo, para que el que tenga ojos vea y el que tenga oídos oiga, dando como fruto la conversión de sus almas. Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y corta más que la espada de doble filo.

El fruto que ustedes darán será en abundancia. Pero no se alegren por eso, sino porque sus nombres están escritos en el cielo.

 Agradezcan y abracen la fe que mi Hijo les ha dado».

¡Muéstrate Madre, María!